Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo II

Capítulo II:

—Buenas tardes, yo…mmm…lo siento, ¿lo he despertado? —sus ojos con un matiz entre gris y celeste, despiertan mayor curiosidad en mí. Es raro, porque no le tengo miedo, a pesar de que me estaba tapando la mitad de la cara con la puerta, porque los autos iban y venían por la calle.

—No —dije casi sin voz, pero con una seguridad impresionante—. ¿Qué se te ofrece?

Ella sonríe suavemente y baja la mirada hacia sus manos. Donde, tiene una caja azul con un listón rojo atado en un elegante moño de regalo—. Creo que ya sabe que somos los nuevos vecinos. —Vuelve a levantar la vista y me deja apreciar una sonrisa perfecta en su rostro—. Como para tener una buena relación entre vecinos, mi madre le envía este presente, espero le guste. —Estira ambos brazos para que reciba el regalo, cosa que no resulta nada fácil. Estiro una mano y lo sostengo fuerte. Por poco y me despego de la puerta.

—Gracias y…bienvenidos. —Qué estresante.

—Gracias —contesta volviendo a bajar su mirada—. Y lamento si lo he molestado.

—Claro que no. —Tal vez sí un poco.

—Entonces, hasta luego.

—Adiós.

Cierro la puerta de un golpe, esto fue difícil. Jamás esperé que alguien toque mi puerta y me entregue un regalo. Ahora, voy a la sala y me concentro en abrir la caja.

—¿Qué es esto? —Lo primero que sale, es un globo con una frase que dice: “La amistad hace crecer las alegrías”—. Una señora muy entusiasta.

Debajo de ese globo volador, está una caja con chocolates en forma de corazón y una tarjeta.

 

“La mejor manera de entablar una amistad, es conociéndonos. Lo invito a Ud. a una cena, espero llevarnos muy bien.

Los esperamos con muchas ansias.

Día: Domingo 16 de octubre. A horas 6:00 pm.”

 

—Es hoy. Sí, claro que voy a ir. —Espero se note el sarcasmo en mi voz. Si ya me costó abrir esa puerta, no quiero ni imaginarme cruzar esa calle y estar con todas esas personas en una sola mesa. Y los chocolates, detesto los chocolates.

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La noche había caído, no me gusta encender las luces en la oscuridad. Es simplemente asfixiante, pero lo que sí me gusta, es mirar una película para matar el aburrimiento.

Las palomitas están listas y el refresco también—. No necesito una cena cuando puedo tener esto. —Por supuesto que no.

Estoy sentado en mi sillón, cuando llega la notificación de un correo electrónico. ¿Quién es? ¿Será de la empresa?

Abro el correo y no es nada especial: solo un anuncio, pero eso…no es lo único.

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—¿Cómo así? ¿Qué dices? —Stan está tan alterado, y el ruido de la música en la casa de enfrente no ayuda en nada.

—Ya te lo dije, dice así —tal vez estoy exagerando—, pero lo pudo enviar cualquiera.

Él deja salir un suspiro, y aunque no lo veo, sé que se está sobando los ojos como un gesto de intentar comprender algo—. Tú por lo usual no tienes miedo y no confías en la policía, pero…

—La policía jamás, solo te llamo para decirte que quites mi número del sistema, al igual que mi e-mail y dirección.

—Sé que no lo haces por miedo, pero deberías tener cuidado, Seth. Y en cuanto al detective, solo puedo decir que no encuentra nada. Las personas que te hicieron eso, se esfumaron de la faz de la tierra.

—Bien, haz lo que te digo. Eso es todo.

—Claro, claro. Pero, una cosa más.

También me sobo los ojos, esto me está colmando la paciencia—. ¿Qué cosa?

—Las cosas aquí no van nada bien. Y hasta están relacionando tu repentina enfermedad con la desaparición de esa trabajadora.

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

—Ya sabes que la gente especula cosas, si no vienes el próximo mes para la reunión con los inversionistas, diría que las cosas se disparan. Por favor, asegúrate de estar presente.

—Bien.

Corto la llamada. Conque eso dice la gente: que estoy loco y no razono como antes. Debería enfrentar mi miedo a salir de aquí, o al menos de la habitación.

Bajo mi mirada hacia el computador, que está casi al borde de la cama, y leo de nuevo ese correo.

“Te estoy observando”

—Tonterías.

Y sigue esa horrible música proveniente de la casa de enfrente. ¿Es una cena o una fiesta?

¡RIN! ¡RIN!

Esta vez tocan el timbre, por segunda vez en un día tengo que ir a abrir la puerta. Esto lejos de desesperar, ya incomoda.

Vuelvo a quitar el cerrojo y me vuelvo a esconder detrás de la puerta, con un pequeño cosquilleo en mi estómago y una fugaz luz pasando por mi cabeza.

—Buenas noches, siento incomodar de nuevo. —Sus labios rojos y carnosos dejan escapar cada palabra con una delicadeza espectacular.




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