Capítulo VI:
Lucía mira con mucho cuidado la pantalla del computador, mientras que de su boca salen pequeños murmullos y resuellos que son casi opacados por el sonido que hace la lluvia al caer.
Hace mucho frío, pero no lo suficiente como para congelarnos estando en ese sillón. Liz sigue leyendo el correo, algo que yo hice en unos segundos, pero que ella se ha tomado los últimos diez minutos para leer no más de trece palabras con mucho detenimiento.
—No sé qué decir —dice por fin.
—¿Piensas igual que yo? Es alguien que quiere jugarme una broma, o…alguien que sabe algo de mi que yo no sé y quiere hacerme daño.
Ella sigue mirando la pantalla—. No quiero hacer conjeturas y te iba a decir que hagas que alguien rastree esta cuenta de e-mail, pero por alguna razón no se muestra el nombre. Creo que está protegida por un servicio VPN. Esa es la única forma, no encuentro alguna otra explicación, y no tengo idea de por qué te envían esto, pero no deberías preocuparte, por lo usual esto ocurre a grandes empresarios como tú, pero nunca ocurre nada o al menos que yo sepa, lo de la ventana pudo haber sido una coincidencia.
—¿Qué es un servicio de VPN? —para ser sincero, no entendí ni una palabra de lo que dijo.
Ella despega la mirada del computador y levanta la vista hacia mí—. Tampoco lo entiendo muy bien, pero mi hermano sabe de estas cosas, creo que puedo decirle que lo revise, tal vez encuentre algo.
—¿De verdad? ¿Crees qué encuentre a quién hizo esto?
Mueve la cabeza a los lados—. No, pero puede hacer que deje de llegarte estos mensajes —termina diciendo con una sonrisa, un sello característico de ella.
—¿Y cuándo…
—Puedo decirle que venga ahora, claro…si es que no te molesta.
Me molesta, pero bueno—. No, mientras más rápido, mejor.
Liz se saca el abrigo que le había prestado y sale corriendo de la sala como niña pequeña yendo a buscar a su hermano para jugar.
—Pe… —no alcanzo a decirle que coja un paraguas para la lluvia. Escucho la puerta cerrarse y me dejo caer en el sillón, con los cojines sosteniendo el arco de mi espalda.
Pasaron unos minutos, cuando se escucha que tocan el timbre.
—¡Qué tonta! —exclama Liz—. Cerré la puerta cuando iba a volver.
Cierro la puerta y salgo de mi escondite detrás de esta. Veo a Liz algo mojada, con mechones de cabello pegándose a su hermoso rostro y con el rímel de sus ojos un tanto corrido.
Estoy apreciándola, cuando una mano se pone delante de ella—. ¿Dónde está la computadora? —esa voz ronca y no muy varonil ya la he escuchado. El hermano de Liz es un chico casi de mi tamaño y con el mismo rostro pálido que ella, solo que sin pecas alrededor de la nariz y ojos. Lleva la misma sudadera negra que la otra noche y también está mojado por la lluvia.
Me distraigo de observarlo y le señalo el pasillo que lleva a la sala. Él sin ninguna expresión, de hecho, con una cara casi perfecta, solo que un tanto sombría, no asiente ni nada y comienza a caminar por donde había señalado.
—Bryce no es muy sociable —dice Liz, que camina a mi lado—. Tal vez llegues a sentirte incómodo al estar con él, pero es buena persona.
—Claro —solo eso me queda responder.
Llegamos a la sala y ahí encontramos al chico sentado, con la laptop en las piernas y muy concentrado. Podrían venir y posarse moscas encima de él y no haría nada, es algo fúnebre.
—¿Qué hace? —pregunto. Ni Liz, ni yo nos habíamos sentado, estamos parados detrás del sillón sin interrumpir su concentración.
—No sirvo para eso, él es el inteligente —responde ella, sacando dos dulces del bolsillo de su pantalón y haciendo lo posible para no provocar ningún ruido al retirar el envoltorio y entregarme el otro dulce.
—Ya está —dice el chico con la misma expresión seria, sin mostrar emoción alguna—. Existen páginas que usualmente hacen que cualquier persona pueda enviar estas cosas, no puedo evitar que mensajes así lleguen, como digo, puede ser cualquier persona en cualquier momento. Pero tampoco es que signifique un riesgo. Lo que hice fue que tu equipo no esté desprotegido, por lo que nadie más tendrá acceso a tu usuario, solo cuentas de empresas y algo más.
No entendí nada, pero a todo “sí”—. Gracias.
Él deja la laptop a un costado y se pone de pie—. ¿Nos vamos? —dice dirigiéndose a su hermana.
Liz con el caramelo jugando entre sus dientes, voltea a verme y luego regresa la mirada a su hermano—. Creo que más tarde.
Bryce parece tomarle importancia, porque deja esa expresión seria y asiente con una sonrisa torcida muy poco convincente—. La cena estará lista a las seis —dice, por último.
Me da una mirada despectiva antes de irse. Él sin duda, parece un chico gótico y guapo del que cualquier chica se enamoraría, su rostro con rasgos perfectos y un cuerpo – aunque cubierto por una sudadera bastante ancha – se ve que está en buena forma.
Escucho la puerta cerrarse y una sensación extraña pasa por mi cuerpo, vuelvo a estar a solas con Liz.