Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo VII

Capítulo VII:

Bryce

Camino completamente desesperado, tengo que ir a verla. Esto de nuevo. No la he visto en una semana y pasa esto.

El callejón es oscuro y no se puede ver nada. Solo está un poste de luz malogrado y eso no ayuda, es un barrio peligroso, pero todo sea por verla. Con solo calmarla, yo también puedo calmarme y no estar con los nervios de punta cada que pienso en cómo la debe de estar pasando.

—Vaya…vaya —esa voz insoportable cada que vengo, ya me está colmando la paciencia—. Pero si eres tú de nuevo.

—No estoy para esto ahora —le digo. Pero lejos de irse y dejarme en paz, lo que recibo como respuesta es un golpe en la nuca.

Parece que eso le da gracia, porque ríe, pero más que parecer una risa, se escucha como un oso gruñendo—. Siempre colocándote esa estúpida capucha, como si estuvieras huyendo de alguien.

—Eso no te importa, Ethan. Solo vete.

Siento su mano colocarse alrededor de mi cuello—. Solo cuida de mi Luz —murmura en mi oreja—, ahora, voy a dejar que te vayas. Al parecer estás apurado, ¿Pau, volvió a portarse mal?

Lo empujo y casi caigo en el acto, pero mantuve el equilibrio y aprovecho para mirar ferozmente a Ethan—. Idiota…cuida tus espaldas, en cualquier momento él regresa y te cobra de todas —digo casi sin voz. Quiero ver su reacción, pero sigo mi camino, ya tengo suficiente como para estar lidiando con un matón como este.

El callejón sigue oscuro, hasta que llego a un edifico que bien podría parecer abandonado y sorprendería a más de uno el que esté habitado. Abro la reja despacio y comienzo a subir las escaleras mal hechas.

La puerta del departamento está igual de desgastada que el edificio, pero eso no impide tocar con desesperación, aunque se caiga y quede hecha polvo. Después de unos segundos, la puerta se abre despacio y sin dudar entro al cuarto.

—Paula —susurro.

Ella está parada en el centro de la habitación, con sus brazos entrelazados y con las lágrimas recorriendo sus suaves y morenas mejillas.

—Ayúdame —dice con la voz totalmente rota.

—Tranquila —cierro la puerta y voy hacia donde está ella—. Ya estoy aquí, amor. Tranquila —la abrazo fuerte y debido a eso, se tumba en mis brazos y por poco y cae al suelo.

Pau tiene los ojos rojos e hinchados. Ha llorado por horas. Quiero ayudarla, pero es Luz quien sabe hacer esto, yo no.

—Hey —le susurro, quitando mechones de su cabello y colocándolos detrás de su oreja—, mírame…soy yo, Bryce.

—Sé quien eres —dice con la misma voz ahogada—, el idiota de mi novio.

Sonrío con la esperanza de que ella también sonría y se calme—. Vuelves a ser la Pau que conozco.

Las lágrimas siguen cayendo por sus mejillas, pero ahora con más rapidez. Pau comienza a temblar mucho peor y me empuja para que me aleje de ella.

—¡Por favor! —grita con desesperación, a la vez que esconde su cara en sus manos—. ¡Ayúdame! ¡Qué no me toque! ¡POR FAVOR, BRYCE!

—Maldita sea —maldigo por lo bajo. Intento volver a abrazarla, pero ella se resiste y comienza a susurrar incoherencias para sí misma.

—Escúchame —sostengo su rostro y hago que me mire a los ojos—, ya no está, está muerto, no puede hacerte nada.

Ella sola se limpia las lágrimas y me mira con total desconfianza—. Debes pensar qué te creo, pero sé que él está aquí…con nosotros —mira alrededor de la habitación, parece que quiere evitar que su labio inferior tiemble, pero está muy asustada.

Como respuesta a lo que dice: meneo mi cabeza a los lados—. Cariño, no está, somos solo nosotros dos. Y si hubiera alguien más, ¿crees qué dejaría que te haga daño?

—Eso me dijiste esa vez.

Su mirada de rechazo, es como si me clavaran un puñal en mi garganta. Tanto así que, me cuesta decir bien las cosas. Suspiro y hago que se levante del suelo.

Después de unos minutos, por fin conseguí calmarla. Ahora, ella está dormida, sin que nadie la moleste. Y mejor no pensar en lo que su mente le va a preparar cuando se despierte.

La puerta se abre bruscamente y deja ver a una Lucía con la respiración agitada y la cara roja—. Dijiste a las seis —me reclama— ¿por qué demonios no me esperaste? —se ve muy cansada.

Ella cierra la puerta y se acerca al sofá en el que se encuentra Pau.

—¿Cómo la calmaste?

Resoplo—. “¿Cómo la calmaste?” ¿En serio? —le reclamo enojado.

Luz no parece hacerme caso y se detiene tranquilamente a observar a Paula.

—¿Tomó el medicamento? —dice casi en un susurro.

—Sí, pero lo terminé apartando de ella. Probablemente hubiera tenido una sobredosis si no llegaba a tiempo.

Ella aparta la mirada y se pone de cuclillas para quedar cara a cara conmigo—. Sé que estas molesto, pero no es para tanto.

Yo sonrío irónico—. ¿No es para tanto, dices? ¿Qué pasa? ¿Ya te enamoraste de nuevo?




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