Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo VIII

Capítulo VIII:

Seth

Sin duda, hay secretos que no podemos ocultar. Las mentiras tienen patas cortas y Stan lo sabe.

—Lo siento —me dice tratando de que yo no esté por sufrir un ataque de rabia—. Te lo iba a decir, pero no hubo la ocasión indicada; además —Sé que intenta quitarse de cualquier forma la culpa—, fue tu padre quién…

—No metas a mi padre —digo a regañadientes y lo miro severamente—, confié en ti.

Él se aleja un poco y choca con el borde de mi escritorio—. Si consideras el hecho de que es por tu bien, tal vez…

—¡Sanley!

—Hasta el doctor dijo que era la mejor forma. —Junta sus manos en señal de rezo, y cierra sus ojos.

—No seas estúpido.

—Hermano, míralo de esta forma: el detective y tú psicólogo dijeron que era la manera de mantener tu mente distraída y no pensar en cosas malas.

Agacho mi cabeza y me cruzo de brazos, mientras lo siento tensarse más—. Entonces, ¿mi papá fue el que lo decidió?

—Fue un error que el señor detective te llame, creyó que le había dado el número de tu padre, fue mi culpa que te enteraras de esa forma.

Trato de calmarme y vuelvo a alzar la mirada hacia Stan, quien no dejaba de temblar—. ¿Después qué pasó?

—¿Desde qué parte exactamente?

—Desde la trabajadora perdida.

Resopla y me evade para ir a sentarse en mi cama—. Sé que es imposible escapar de tus garras, así que…

—Tampoco soy el diablo, habla de una vez. —Me quedo parado delante de él, sin dejar de cruzar mis brazos para dar a conocer que de alguna manera me va a contar todo.

—Bueno —comienza a contar—, cuando llegaste al hospital desangrándote, al principio estábamos tan preocupados, que no pensamos en lo más obvio del mundo: “¿Quién te trajo al hospital?”

—¿Y?

—Seguro no te lo has preguntado en este tiempo, pero nosotros no pensamos en nadie. Hasta que esa chica de asistencia social que jamás le había tomado importancia, dejó su puesto de trabajo y desapareció como un fantasma. Sabes que a eso no le tomamos una mínima importancia, pero —Stan tiembla mucho como para estar contando la verdad, y parece tener miedo—, nada de nada, no hay nada de su información personal en el sistema y tampoco tenía amigos ahí…

—Eso ya lo sé —dije con la voz firme.

Stan se puso más nervioso y evita mi mirada a toda costa, aunque no lo conocía hasta hace más de un mes, donde se presentó como mi mejor amigo, creo que ya lo conozco lo suficiente como para saber que me está mintiendo.

—Sabes que yo jamás me preocupo por alguien que no sea nadie de tu familia. Por eso mismo, cuando nos preguntamos junto con tu padre quién te había traído al hospital, creo que el detective también se había preguntado lo mismo. Investigó e investigó e investigó más…hasta que consiguió las grabaciones de las cámaras de seguridad del hospital, solo se puede ver de una minivan negra baja un hombre y te deja en una camilla. Las enfermeras jamás se fijaron en cómo lucía, tenía una capucha que por poco y cubría toda su cara, por eso no pudieron hacer ningún retrato hablado. Pero te juro que también fue idea de las enfermeras y del detective y de tu padre y de tu madre…

—El no decirme nada —termino por él. Sé que Stan me está mintiendo descaradamente, pero tampoco puedo hacer que hable a la fuerza. Pero también puedo decir que hay una parte que me ha servido de verdad.

Una minivan negra. Estoy seguro que el auto que me atropelló fue un Sedán azul, eso quiere decir, que quienes me atropellaron, no fueron los mismos que me trajeron al hospital, pero… ¿por qué no mostrar su rostro o dar alguna identificación?

—Bien —dije— creo que ya es suficiente, si es solo eso —remarco la palabra “solo eso”, para ver su reacción, que no fue muy novedosa—, puedes irte, quiero estar solo.

—Me botas —me dice poniéndose de pie y mirándome indignado— que gran hospitalidad.

—Espero que la próxima vez vengas para preguntar cómo estoy y no a querer quitarme mi celular y borrar el número de un detective. Y si vuelves a hablar con mi papá, dile que me llame, hasta ya me olvidado como suena su voz. Aparte de que tengo asuntos importantes que tratar con él.

Stan me dio una última mirada de desconfianza antes de salir de mi habitación.

No pasa ni un minuto, cuando Stan comienza a gritar desde el primer piso.

—¡SETH!

Bajo corriendo para ver qué sucede, y más tonto no puedo parecer.

—¿En serio? ¿Por eso gritas? —me quejo.

Stan se encoge de hombros y sale cerrando la puerta despacio. Yo me volteo a ver a la única invitada deseada en esta casa, no es por ofender, pero no soporto a nadie más que no sea ella.

Muestra una sonrisa deslumbrante y me enseña una bolsa que tiene en la mano izquierda—. Traje bocadillos —dice que con esa dulce voz—, espero que esta vez no sea una película aburrida, ayer llegué tarde a la cena familiar.




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