Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo IX

Capítulo IX:

Julio – 2019

Liz

El césped húmedo, el cielo celeste y sobre todo la brisa fresca, es el mejor día para disfrutar de una comida con amigos, o mínimo salir a caminar. Pero, para mi mala suerte, es día de examen.

—¡Liz! —me saluda Daila desde la entrada de la universidad.

Tardó unos segundos en llegar a mi lado, pero cuando lo hizo, pude notar las oscuras ojeras que rodean sus ojos.

—¿También una mala noche? —pregunto.

Ella asiente, provocando que las expresiones en su rostro se marquen más. Daila es una chica no tan agraciada, pero de lo que más se enorgullece es de su inteligencia, podría llegar a ser presidenta si es que se lo propone.

—¿Crees qué Pau llegue? Anoche me llamó tarde, para preguntar la hora del examen. No creo que haya estudiado mucho.

Como si a quien mencionamos, apareciera por arte de magia. Miramos hacia la puerta y ahí está Paula: luciendo igual de cansada y buscando desesperada su tarjeta de ingreso, pero lo que más me sorprende es que hoy no lleva sus shorts cortos, está usando pantalón jean, y eso sería lo último que se pondría.

Luego de unos minutos por fin encuentra su bendita tarjeta y puede llegar a nuestro lado, casi cojeando.

—¿Qué te pasó? —le pregunto. Le ayudo a cargar su mochila, mientras ella se soba la rodilla haciendo muecas raras.

—Me caí bajando las gradas, creí que estaba muy tarde.

Daila bufa—. Es que claro, la señorita no puede dejar “eso” por una noche y concentrarse en estudiar, ¿qué te hemos dicho?

Pau la mira mal, pero no con enfado—. Mi mamá necesita el dinero, no puedo solo concentrarme en estudiar, cuando en mi casa pasamos hambre —se defiende apenada.

Daila no se aguanta—. ¡Mira dónde estás! —Ya empiezan con esto de nuevo. Ya estoy cansada de que cada vez que se encuentren estén discutiendo de lo mismo como mil veces—. Es la universidad —sigue diciendo—, estudias…

—Ya cállate —vocifero, dándome cuenta de la expresión triste que invade el delicado y perfilado rostro de Paula—. Estamos tarde, debemos llegar antes que el profesor.

Daila no se ve muy contenta, pero asiente bruscamente y nos da la espalda para caminar como troll, algo que siempre hace cuando está molesta.

—Dailita preciosa —Se acerca Paula y la abraza por detrás—. Prometo que sacaré la mejor nota, estaremos primera en esa lista, te lo aseguro.

—Ya ya… como digas —Daila a veces se hace la difícil.

Pau sonríe—. Ahora, cuéntanos cómo vas con Sergio… —Pero se cayó por el golpecito que le dio Daila en el estómago.

—No digas tonterías, Paula. Hay que concentrarnos en lo que de verdad importa.

—Luz —se queja Pau, separándose de Daila y volviendo a caminar a mi lado—. ¿Crees qué ya lo hicieron? Prometió que nos contaría, pero hasta ahora nada.

Suspiro fuerte—. No lo sé, tendrá sus razones.

Ella luce decepcionada, pero no dice nada del tema y prefiere sacar un labial de su mochila y concentrarse en aplicarlo delicadamente sobre sus perfectos labios en forma de corazón.

(…)

El examen terminó tal y cómo lo esperábamos.

—¡MAL! —grita Paula en plena calle—. ¡¿Por qué Dios?! ¿Por qué?!

Con Daila solo nos miramos y preferimos no decir nada. Paula está tan decepcionada de sí misma y es mejor no interrumpir en sus plenas crisis existenciales.

—¿Por qué siempre todo me va mal? —se sigue quejando, pero esta vez con una mirada triste, ella me da pena a veces—. No puedo hacer un simple examen de universidad, ¿cómo se supone qué me voy a graduar?

—El profesor dijo que tendremos otra oportunidad —intenta animarla Daila.

Pero Pau no está para que nadie la anime, se golpea la frente despacio y luego dice:

—YO tendré otra oportunidad, porque te recuerdo que tú lo hiciste perfecto.

—Chicas chicas —intento calmar la situación—, están olvidando la parte positiva.

Daila me mira, esperanzada de que tenga algo bueno—. ¿Qué? —pregunta.

Pensé y pensé y…—. Verán que las cosas mejorarán, yo conseguiré trabajar en la empresa de mis sueños, Pau dejará de trabajar en “eso” y Daila podrá… aprender a divertirse.

—Esa es la peor forma de mejorar las cosas —dice Daila mirándome enojada.

—Sí, Luz —interrumpe Pau también mirándome molesta—, pero en algo tienes razón, Dai-Dai necesita divertirse, aún no puedo creer que el sábado saliéramos solas y que tú no nos acompañes.

Daila frunce el ceño y traga algo de saliva—. Saben que no me gusta eso.

Entre conversación y conversación, llegamos a la casa de Pau. Este callejón oscuro siempre me dio miedo, y las luces descompuestas, digamos que no es el mejor panorama para caminar solos, y aunque suene sexista, es peligroso solamente para las mujeres.




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