Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo XV

Capítulo XV:

Sangre empapa mi cara, ya no puedo levantar mis manos, están entumidas por el frío, y la sangre seca las vuelve más tiesas.

Ese hombre que tengo delante de mí, suelta el tubo de metal, provocando que un ruido bastante fuerte resuene en toda la calle. Pero no sirve de nada, por más fuerte que sea el ruido, nadie me encontrará.

Moriré aquí.

Al instante, con la vista casi nublada por completo, tengo un último rastro de él y veo como se aleja.

El dolor ya casi es indetectable por mi cuerpo. Pero aún es suficiente para que, me mantenga consciente y pueda verla. Corre hacia donde estoy.

Hasta ahí queda todo, con su perfecto y bien definido rostro, mirándome con preocupación y desesperación.

 

Ya no es necesario estar dormido para saber cómo no morí en ese momento, ahora, no sé si prefiero estar sano y salvo, o estar enterrado bajo tierra. A veces, te dan una segunda oportunidad por alguna razón, pero no sé qué puedo hacer, alguien como yo no merece una segunda oportunidad.

Recuerdo a un Seth de diez años, deslumbrado con una hormiga que levantaba una sola hoja sin ayuda de otras hormigas que solo estorbaban. Tal vez en algún momento quise ser como esa hormiga, y quitar a todos, quienes solo estorbaban en mi camino al éxito. ¿Lo logré? Creo que sí, pero…¿A qué precio?

—Puedo explicarlo, solo…creí que era mejor que no lo sepas. Hice mal al engañarte, pero no quería que acapares tantas cosas en tu mente y te relajes. Lo siento.

¿Lo siento? ¿Acaba de decir “lo siento? ¿De qué se disculpa?

—No, tú discúlpame, no pensé que fueran, así las cosas —digo en voz baja.

Todo lo que me ha dicho Stanley, resuena como un eco interminable en mi cabeza, me parece que no lograré dormir por unos días, o semanas quizá.

Cassandra se humedece los labios, intentando calmar el temblor que estos tienen desde hace rato. Está incómoda al explicar que intentaba alejarse de mí con la excusa de la mamá enferma. No quiero incomodarla aún más preguntando por qué hizo eso. Se siente la tensión en su respiración acortada y no ayuda que Miranda y Liz estén intentando escuchar la conversación, detrás de la puerta de la pequeña oficina. Oficina a la que, no he querido entrar desde que llegué. El cuchicheo de sus voces, provocan que Cassandra tiemble más.

—Soy yo quien debería estar nervioso —expongo, tratando de sonar normal, como si esto fuera una charla de todos los días.

—No creas que lo hice por algo en especial. —afirma, con más dureza en su voz—. Te ayudé, tal y como ayudaría a una persona que se encontrara en esa situación.

—Pero no lo hiciste sola —añado—, ¿verdad?

Ella se suelta el cabello y comienza a jugar con la liga entre sus dedos.

—¿Cómo así recordaste todo? —pregunta.

—No todo.

—¿Entonces? —no levanta la mirada.

—Alguien te ayudó ¿no es así? —al ver que ella no dice nada, prefiero continuar—: ¿Quién es? Dudo mucho que sea Stan.

Exhala fuerte y da un pequeño vistazo a la puerta—. Creo que, estás muy bien acompañado, ¿qué diferencia hay entre alguien qué me ayudó, a solo pensar qué lo hice yo? No pregunto por qué tienes a dos mujeres viviendo aquí, y tú no tienes que preguntar por un desconocido que encontré en la calle.

—No es un desconocido y lo sabes, aun no entiendo por qué les cuesta decirme la verdad, no van a morir por eso.

—Olvídalo, ya no tengo por qué volver a esta casa. Cuídate, es lo único que puedo decir.

Se da la vuelta, y camina hasta la puerta, lista para irse. Casi la detengo, pero tiene razón, ya no tiene motivos para volver aquí.

Cassandra abre la puerta y queda cara a cara con Liz, quien la mira intrigada y a la vez algo molesta. Miranda rompe el pequeño momento de tensión: haciéndose a un lado para dejarla salir.

 

Bryce

Ya perdió la cabeza, no está bien. Estoy tan desesperado que he tenido que recurrir a medidas extremas para hacer que mi hermana recapacite. Si Daila no la hace reflexionar, no sé qué lo hará.

—No —niega Daila.

—Por favor —ruego—. Mira, si me pides que me arrodille, lo hago, pero por favor, habla con ella ¿no crees que ya se separaron mucho tiempo?

Daila me mira con desaprobación, no piensa acceder a mi petición. Y la entiendo, pero debe olvidar su orgullo por un momento.

—Creí que querías hacer lo mejor para ella. Liz, no sabe lo que hace, y cada vez más…

Ella suelta una risita irónica.

Genial.

Otra que ya se volvió loca.

—Tú mejor nadie sabe lo que Liz hizo —Daila ojea un milisegundo el interior de la casa y luego en un movimiento rápido: cierra la puerta detrás de ella, seguro no quiere que nadie más escuche—. Bryce, se lo advertí, y más de una persona lo hizo. Me reclamó todo lo que hice por ella, o ¿acaso ya olvidaste cómo me trató?




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