Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo XVI

Capítulo XVI:

Bryce

Como alguien puede ser así de mal agradecida. Meses a su lado, incluso más de los que cualquiera pudiera haber soportado. Diciendo y fingiendo cosas que no son.

—No pienses mucho —dice Paula, esbozando una sonrisa dulce y genuina—, sabes que es lo correcto.

—No es lo correcto —contradigo, dejando el tenedor a un lado del plato.

La oscura habitación en la que ella ha vivido toda la vida, de pronto, se vuelve menos tétrica de lo normal, y se convierte en la cuna de mentiras y secretos más repugnante que pueda encontrar en mi puta vida.

—Es cierto —interrumpe Ethan, mientras abre la boca en grande, para dejar caer un puñado de comida, provocando que las marcas y la gran cicatriz: sean más visibles y horribles—, no es lo correcto —continúa, masticando asquerosamente—. Todos sabemos que Luz está loca, pero ¿qué le podemos hacer? Yo lo hago, porque la amo. Pau lo hace, porque… —le echa una pequeña mirada a Paula, quien tiene la vista fija en él— porque quiere, y tú… —me mira despectivo y se encoge de hombros—, ya está por demás decir por qué.

—Lo haces porque eres un sádico psicópata. —El nudo en mi garganta, parece que protesta por cada palabra que digo—. Y no amas a Liz, deja de decir eso.

Ella hace tiempo dejó de ser “Luz” para mí.

—Daila tiene razón, lo que debemos estar haciendo es: Llevarla a un hospital, y no seguirle en sus estúpidos juegos que lo único que le provocan son más pesadillas. Por más que ella diga que está bien, no lo está. Y más ahora que se ha ido a vivir al frente. No piensa en nadie que no sea ella.

Ethan asiente lentamente y por un momento se puede notar al dulce chico que alguna vez fue, pero que ahora, no es más que un…basta, no puedo juzgar a las personas por su pasado. Pero eso no quita que me siga sintiendo incómodo y prevenido por su sola presencia que emana peligro.

—Ya basta con la discusión. —Se entromete Paula—. Aquí, estamos por una razón, pensamos diferente…sí, pero no hay que olvidar ni el más mínimo detalle.

—¡Salud! —Ethan coge su vaso de refresco y lo extiende para un brindis, el cual, solo Paula le corresponde.

Aun no entiendo cómo pudieron congeniar de la noche a la mañana; es decir, hasta hace unos días, solo eran un par de conocidos que se habían visto porque Ethan era enemigo y amigo al mismo tiempo, y tiene una cierta obsesión poco sana con Liz.

—¿Cómo va la situación con tus padres? —pregunta Paula después de un rato—. Liz me dijo que tu madre viajaría.

Con Paula no nos hemos visto desde un buen tiempo, y cuando por fin estamos solos, vienen Ethan e interrumpe.

Ella no está al tanto de los problemas en casa, y la verdad, le importa muy poco, solo lo pregunta por pura rutina cada que nos vemos. Yo la quiero mucho, pero a veces siento que jamás debimos estar juntos, y de eso me he dado cuenta en todo este tiempo.

—Mamá viajó ayer, fue a ver a mi abuela —contesto, ignorando a Ethan y su forma tan asquerosa de comer.

—En ese caso —dice él, con la boca llena—, deberías aprovechar y también ir a vivir al frente, porque cuando vuelva…

—Cuando vuelva, Bryce estará esperando como un buen hijo ahí. —lo interrumpe Paula—. Deja de darle ideas.

Como si las fuera a obedecer.

Ethan sonríe socarronamente y mete una mano a su bolsillo, sacando una pequeña hoja y lanzándola al aire para que la agarre.

—Por cierto —dice—, tengo otra, con esta si se…

—¿Por qué? —cuestiono, esto no me lo esperaba—. Creí que lo haríamos la próxima semana.

Me mira como si fuera lo más obvio del mundo—. No tenemos una semana, el tiempo se acorta. ¿Quieres ir de vacaciones a Hawái? Bien…no esperes hasta la próxima semana.

—Si no lo haces tú, lo haré yo —Paula me mira como si todo estuviera saliendo mal por mi culpa—, ¿quieres eso?

—Claro que no quiero eso. —Guardo el papel en mi bolsillo antes de mirarlos con reproche y terminar de comer.

Cuando Ethan y yo; ya estamos por irnos, la puerta de la habitación se abre de un golpe, dejando ver a una mujer mayor.

Un moño bien recogido, parece estar sosteniendo toda su cabeza, y su falta de estatura con piernas regordetas – más marcadas por esa falda de tubo – la hacen ver como una abuelita secretaria que no tiene nada mejor que hacer que, estar de mal humor todo el tiempo.

Olga nos mira enfurecida, con los ojos tan entrecerrados que marcan más sus arrugas, a pesar de tener no más de cuarenta años.

—Hola, mamá —saluda Pau—. Ellos ya se iban —termina diciendo y me empuja con su mano para avanzar más hacia la puerta. El miedo en la voz de Paula es evidente, y por supuesto ¿quién no le tendría miedo a la vieja y amargada Olga?

—Mucho tiempo sin verte, Olga. —La voz de Ethan detrás de mí, no suena gruesa y ruda como siempre, ahora suena vulnerable y con el mismo miedo que ahora mismo me recorre. Él conoce a Olga tan bien como yo.

—Lucía —pronuncia el nombre de mi hermana con una lentitud impresionante—. ¿Dónde está esa mocosa loca?




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