Capítulo XXI
Agosto – 2021
Liz
Mi escaza ropa, está en un pequeño montón sobre la cama de hospital. Dylan me observa desde un rincón, con los brazos cruzados y un semblante triste en su rostro. Ambos sabemos que no nos volveremos a ver más, y es algo nuevo con lo que tendré que aprender a lidiar. La pérdida de un amigo, ya conozco ese sentimiento, pero ahora es diferente, se siente diferente, como si fuera el fin de un capítulo. Y está decidido, este es nuestro final.
No tardan en llegar mi papá y Bryce, y todo tiene que estar listo. Ropa, medicamentos, incluso, la pequeña caja de cartón, en la que guardo el único secreto entre Cassandra y yo. Pequeños vidrios de la ventana, que son los causantes de las cicatrices en mis muslos, yo soy la causante, pero como siempre, jamás lo admito. También, están unas cuantas piedras que logré encontrar en el jardín, en una de mis pocas salidas de esta habitación; y estos, son los causantes de los constantes moretones que cargo en mis antebrazos. Cassandra es una pésima psicóloga, lo admito, pero sabe lo que siento, alguna vez, ella también se encontró en una situación parecida. Y me entiende, aunque haga mal su trabaja y me diga que soy estúpida y ridícula a la vez, como si eso no lo supiera.
—Prome... no… jura, que te cuidarás y no volverás a abrir esa caja —dice Dylan, casi en un tono de advertencia.
—Nunca más volveré a prometer o jurar algo. Pero me cuidaré, por ti.
—No lo haces por mí.
—Lo sé.
—Eres imposible.
—No más que tú, en todo este tiempo, no te logré descifrar. Creí que estabas conmigo para ayudarme o hacerme compañía, pero en cada ocasión parecía que tramabas algo más.
—Hacerte cambiar de decisión. Y estoy seguro que, quieres hacerlo.
—Las cosas ya no se pueden cambiar.
Él se aleja de la esquina y camina hacia mí.
—Confío en ti, Liz. No eres una mala persona.
—Estoy destruida, jamás seré esa persona, ya no diferencio lo malo de lo bueno, solo tengo en la cabeza una cosa. Gracias por estar todos estos meses conmigo, pero lamento informar que tu propósito, no se cumplió. Lo siento, por causar una decepción más.
Ladea la cabeza lentamente.
—Claro que no… —Iba a decir algo más, pero se vio interrumpido por Bryce, quien se detiene en la puerta y me mira de arriba abajo.
—¿Estás lista? —quiere saber, yo miro a la cama, mis cosas aún están desordenadas.
—Ayúdame, solo falta la ropa.
Es raro, porque no sé por qué nos pidieron ropa si todo el tiempo llevé esa fea ropa de hospital. Dirijo mi vista hacia el rincón, para saber si Dylan sigue estando aquí, pero ya no está.
Bryce empieza a doblar mi ropa y la guarda en la pequeña maleta que está en el piso. Tiene una expresión de pocos amigos, su mañana no ha ido bien, eso se nota de lejos.
—Ethan ya sabe la verdad —dice, después de un rato.
—¿Tú se lo dijiste? —Él asiente—. ¿Por qué? Creí que yo hablaría con él.
—Estaba empeñado en saberlo. —Baja la mirada—. Su rostro… no ha quedado bien, y está molesto, porque le mentí.
—Creí que ustedes ya no son amigos, pero al parecer, te fastidia mucho que esté molesto. Es normal, al final, igual se iba a enterar.
—Pero no se siente bien, y; por cierto, Daila, ella… ha preguntado por ti esta mañana, estaba con Paula y Olga.
—Bien, las cosas poco a poco…
—Jamás volverán a la normalidad, Luz, que entre en tu cabeza de una vez por todas.
—Eres cruel.
—Si yo soy cruel, entones… ¿tú qué eres?
—Se supone que eres mi hermano, y debes estar de mi lado.
—Estoy de tu lado, pero, por una vez en la vida, no quiero seguirte en tus locuras.
—Pero lo harás.
—Y eso es lo peor.
Entonces, se escuchan unos pasos que vienen del pasillo. La puerta está abierta y mi padre y Miranda entran como si nada. Mi papá le echa una ojeada a la habitación y Miranda arruga la nariz. Siempre tan insoportable, no puedo creer que mi papá decidiera traerla.
—No te preocupes —dice Miranda—. Prometo que no volverás a verme hasta navidad, quizá hasta año nuevo.
Iba a contestar que es mejor si no vuelve aparecer, pero mi padre ya ve la avalancha de palabrotas que pueden salir de nuestras bocas cada que su hija perdida viene de visita.
—Chicas, por favor —pronuncia mi padre—, no es el momento.
Prefiero no decir nada y terminar de alistar mis cosas. Bryce deja de ayudarme y se detiene a lado de Miranda, le susurra algo al oído y ella asiente, dando a entender que ya existen hasta secretos entre ambos; y yo estoy de sobra entre los dos. Primero, ella me quita la atención de mi padre, cuando se supone que debía cuidarme. Y ahora, se roba la atención de mi hermano. Ya comenzamos mal.