Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Capítulo XXII

Capítulo XXII

Presente

Liz

—Si quieres ser parte de esto, olvida esa droga —le advierto a Daila, quien me mira furiosa.

Estamos detrás de la casa y ella quiere obligar a todos para que tomen esa cosa. Y dicen que yo estoy loca, cuando alguien se lo propone, puede resultar peor, quién lo diría, en este caso es Daila.

—Si nadie recuerda nada, mucho mejor —me contradice ella.

—Nos puedes matar, es peligroso.

—Tengo entendido lo que hace esta cosa muy bien, y no nos puede matar, solo nos dará energía.

—Es absurdo —interrumpe Ethan, que lleva la capucha puesta y el cubrebocas. En este punto, considero que era mejor idea utilizar cubrebocas que una maldita droga que nos puede matar—. No pensamos drogarnos para olvidar esta mierda, ni siquiera lo intentes.

—Dai —dice Paula—. Estoy con ellos, mejor no.

Daila nos mira como si no lo pudiera creer, como si nosotros estemos tan estúpidos y ella sea la única inteligente del grupo. Pero se equivoca, aquí mando yo; y ella solo tiene que seguir órdenes, no había otra condición cuando decidió entrar.

—Mejor vámonos. —Bryce termina con la discusión, con un tono de voz firme—. Pero antes, repasemos… —Se siente la tensión y el miedo a la vez— … Liz, tú te quedas aquí, eso es lo único que vamos a cambiar.

Espera, ¿qué?

—¿Qué carajos dices?

—Baja este tono…

—No te bajo una mierda, ¿cómo qué me quedo aquí? Así no…

Daila le da a Bryce una sonrisa de boca cerrada, al parecer, han estado haciendo las cosas por su cuenta, ¿en qué momento? ¿acaso no he dejado claro nada?

—Ya entiendo —aclaro—, ¿qué piensan hacer, par de genios?

Paula da un paso hacia mí y me mira con suspicacia.

—Tú también has estado haciendo cosas a nuestras espaldas, no nos creas tan tontos. ¿Creíste qué nunca me enteraría que él hombre que abusó de mí, no estaba muerto? Me mentiste, y por eso estoy aquí. —Ella mira a Ethan.

»No le quisiste decir la verdad a Ethan. Y a pesar de todo eso, aún estamos aquí, aguantándote. Mira, Lucía, sabemos todo lo que pasaste por las mentiras de Zayn, jamás quisiste escuchar a nadie, y yo te apoyé, aunque hice mal.

»Pero, ahora, también tenemos voz y voto, y si decimos que te quedas aquí primero, entonces lo haces. Luego podrás entrar, Daila vendrá por ti, ¿por qué crees qué no te hemos dado ninguna arma?

Mi boca se abre por si sola, no puedo creer que ellos tengan otro plan totalmente diferente al que yo quiero, pero sé que no puedo ganar. Hay que hacer lo que digan, al final, los dos planes tienen el mismo propósito.

—Yo… —comienza a decir Bryce—, ya desactivé todo el sistema de seguridad, y las cuentas ya están vaciadas, cuando nos vayamos, dentro de un mes tendremos acceso a todo el dinero.

—Espera —interrumpe Daila, pareciendo ofendida—. ¿Cuentas? ¿Qué cuentas?

—No piensas que nos iremos con las manos vacías ¿no? —contesto, aguantándome las ganas de golpear a Bryce por abrir su bocota frente a Daila—. Idea de último momento.

—No, no y no. Sospecharán, ¿qué pasa si descubren de Bryce lo hizo? —Vaya que se preocupa por Bryce.

La luz de la calle comienza a parpadear, algo no muy casual en este lugar, pero es lo de menos, si está por haber un corte de electricidad mucho mejor.

—Son las nueve —dice Paula mirando el reloj de su mano, ignorando a Daila y sus reclamos de por qué Bryce hizo eso—. No tenemos mucho tiempo, hay que seguir el cronograma.

—Claro —reniego—. Sigan el cronograma, pero ignoren el hecho que yo entre con ustedes.

—Nosotros sabemos por qué —dice Ethan—. Detén tus quejas, ¿o quieres usar un cubrebocas por el resto de tu vida? Déjame decirte que con el tiempo te acostumbras.

—Basta. —Nos detiene Daila—. Reiterando, ya está listo el auto.

—Y las identificaciones —añade Paula.

—Y los boletos —termina Ethan.

El sonido de los pasos de mis compañeros alejándose, solo me dice una cosa, que no hay marcha atrás.

Lo siento, mamá.

Lo siento, papá.

Y lo siento, Dylan.

Tal vez, con él no nos volvimos a ver, pero ahora entiendo por qué estuvo conmigo, no fue para que yo cambie de opinión y termine arrastrando a personas inocentes conmigo, eso es lo de menos. Él siempre quiso que viva en paz, a mi manera, ¿y qué mejor manera de vivir en paz qué esta?

Nada va a salir mal, lo puedo presentir.

El nerviosismo en la voz de Paula, me saca de mi pequeño trance.

Por supuesto, ella entraba después, y ahora me tiene que acompañar.

—Hay cosas que no se pueden cambiar —dice, mientras se lleva un par de pastillas a su boca. Son tranquilizantes, algo de mucha ayuda en su situación y en nuestra situación en general. Su voz tiembla, cuando vuelve a hablar—: Tú me enseñaste eso.




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