Cuando te observa (#1 trilogía Secretos olvidados)

Epílogo

Epílogo

 

Dos meses después

 

—Continúan las remodelaciones en la quinta avenida Lombard. Los familiares de los fallecidos habitantes, han salido a dar declaraciones, diciendo que, hasta el día de hoy, siguen sin recibir el apoyo económico que se les prometió. Según fuentes, la dichosa empresa del –hasta hoy desaparecido gerente– no cuentan con los fondos necesarios.

Apenas se escucha bien en la vieja televisión del lugar, pero es suficiente como para que todos escuchemos.

—¿Y qué fue de ese chico? ¿La chica consiguió vengarse? —El hombre está tan inmerso en la historia, que ha olvidado por completo beber la cerveza que tiene delante de él.

Yo en respuesta, esbozo una media sonrisa.

—Digamos que consiguió más que eso.

—¿A qué te refieres?

—Consiguió liberarse de todos los demonios que veía en sus pesadillas. Tal vez no llegó a salvar la vida de las personas que más amaba, pero hizo algo por ella, por lo menos.

El señor asiente suavemente—. Claro —murmura para él mismo—, sus amigos y su hermano. Y de alguna forma, el pobre bebé, pero es bueno que se haya dado cuenta que fue su culpa, y también que fue muy egoísta.

—Pero le aseguro que está en paz ahora.

—¿Sin su hijo?

—Nadie lo sabe, ella pensaba tenerlo, se arrepintió, luego ya no lo hizo y creo que, a ese paso, lo tendrá lo más pronto entre sus brazos.

Él no dice nada por un momento y recién parece darse cuenta que tiene una cerveza delante de él desde hace una hora.

—Entiendo, y… —Las arrugas en su rostro se marcan por su expresión de curiosidad— … ¿Encontraron algún cuerpo qué de un indicio de lo que pasó?

—Ni rastro de un cuerpo, la chica desapareció tal y como apareció en la vida del chico.

El camarero se acerca a nuestra mesa y me mira despectivo.

—No ha ordenado nada, le voy a pedir que se retire si no es molestia. No es un local grande y hay personas que están cenando de pie.

Saco unas monedas de mi bolsillo y se las doy.

—Cóbrese, le aseguro que no volveré.

El mesero se incomoda, pero yo lo ignoro y me pongo de pie.

—Momento —dice el señor de la cerveza—, ¿cómo encuentro la historia?

Sonrío despacio—. ¡Oh! Le aseguro que por más que la busque, no la encontrará.

—¿La has escrito? ¿Cómo la encuentro? —Él se ve muy intrigado.

Camino despacio hacia la puerta, y me detengo para dar un poco de información.

—No escribo historias, pero soy fantástica en contarlas. Buenas noches.

Salgo de ese espantoso lugar, no es la mejor noche: lluvia, lluvia y más lluvia, creo que el cielo sabe cuando uno está triste.

Avanzo por la oscura calle de esta desconocida ciudad, es estresante que en cada esquina encuentres un solo foco de luz que te haga recordar lo poco iluminada que es tu vida.

Llego hasta aquel rincón que nadie se atreve a estar más de dos minutos. Inserto una moneda en el teléfono y marco un par de números. Pasaron algunos segundos antes de que la voz al otro lado de la llamada, contestara de la manera más despreocupada.

—¿Aló? ¿Quién habla? —Su pregunta es tan casual, que casi me hace olvidar para qué llamé.

—¿Quién eres? Jily me dijo que nadie más a parte de ella, contestaría el teléfono. —A menos eso me dijo Mike cuando me entregó el papel.

Jily es una buena samaritana que ayuda en lo que sea, pero la risa irónica del hombre, me causa un escalofrío horripilante, volviéndome a la realidad de la llamada. ¿Por qué siento qué conozco esa voz?

—Es curioso, preciosa, eres la última persona que esperaría que se olvide de mí.

Tomo una bocanada de aire, a punto de cortar el teléfono.

—¿Serías tan amable de pasarme con Jily?

Chasquea la lengua—. Te daré una pista, el... —dice lo último que esperaría escuchar esta noche.

Esas dos palabras, son las únicas que me harían reaccionar en milésimas de segundo. Es muy simple pensar que dos palabras, que, en algunos países, pueden referirse a un ladrón, aquí, significan más que solo eso. Es curioso. Es jodidamente imposible, considerando que han pasado dos meses desde que Mike me advirtió que me vuelva a encontrar con él, de lo contrario, yo podría desaparecer sin dejar rastro.

—Jily jamás existió ¿verdad? ¿por qué siempre un paso más adelante? —Intento que mi voz suene de lo más normal, ignorando el hecho de que estoy más sorprendida que molesta. Utiliza el nombre de Jily para llegar a quienes quiere.

Miro a los lados de la calle, no hay nadie, cada ocasión que me acuerdo de él, o escucho hablar de él, es como si me estuvieran vigilando.

—Siempre te ha encantado subestimarme ¿no? —No dijo nada por un momento, su resuello se escucha agitado—. Deja de contar tu absurda historia a campesinos, y ¿por qué no vuelves?




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