Cuando te pregunten por mí, cuéntales que te conocí bailando la noche del festival de primavera. Diles que teníamos siete años y a los dos nos faltaba un diente.
Que te presentaste como Sandybell, queriendo protagonizar aquella serie de la niña rubia que viajó el mundo con su perro. Y que querías tener un periquito.
Que yo te dije que me llamaba Jason, y que era el power ranger rojo.
Que aquella primera noche derrotamos a un dragón e hicimos coronas de flores. Que nos reímos de los adultos que se tropezaban con sus propios pies. Que nos contamos bajito nuestros miedos, que el mío era a las mariposas, y el tuyo a los gorilas.
También diles que nos dejaron estar despiertos hasta tarde, que vimos los fuegos artificiales tomados de la mano. Y guárdate para ti, que lloré a tu lado porque nunca había visto un verde tan bonito como el de tus ojos.
Si te preguntan por mí, déjales saber que esa noche no pude dormir, y que mi mamá me sonrió por la rendija de la puerta diciendo que te vería al otro día y podríamos seguir jugando.
Y si ya quieres contarle toda la historia, susúrrales bajito que, como había prometido mi madre, te vi al otro día y que, sin tener idea de lo que estaba pasando, mientras te veía meciéndote en aquel columpio de cadenas oxidadas, me enamoré de ti.