Nicole se sentó frente al espejo con su cepillo en mano.
Se peinaba despacio, con una sonrisa suave.
No era como otros días.
Hoy se sentía distinta.
Recordaba la forma en que Alex la miró.
La manera en que le pidió su número.
Y sobre todo, cómo le dijo que podía acompañarlo cuando quisiera.
Tal vez… sí le importo.
Se acomodó el flequillo, se puso un poco de brillo en los labios.
No era para gustarle a él.
Era porque, por primera vez en mucho tiempo, se gustaba a sí misma.
El celular vibró.
Nicole lo miró con el corazón acelerado.
Era un mensaje nuevo.
Alex:
Hola… soy Alex. Grey me dio tu carta.
Nicole se quedó quieta.
Sonrió.
Y respondió.
Nicole:
Hola 😊
Gracias por escribir.
Alex:
Perdón por no hacerlo antes. No sabía si querías que lo hiciera…
Nicole:
Sí quería. Pero entendía si no lo hacías.
Alex:
Me gustó lo que escribiste.
Sos muy dulce.
Nicole:
Gracias… 😳
Pensé que te iba a molestar.
Alex:
No me molesta.
Solo que no estoy acostumbrado a que alguien me diga cosas tan bonitas.
Nicole:
Yo tampoco estoy acostumbrada a decirlas 😅
Pero con vos… me sale.
Alex:
¿Querés que hablemos mañana en el recreo?
Nicole:
¿En serio?
Alex:
Sí. Me gustaría.
Nicole:
Entonces sí. Me encantaría 😊
Nicole:
Justo me estaba peinando cuando me escribiste 😅
Alex:
¿Peinándote? ¿Para qué?
Si ya te ves linda.
Nicole:
😳😳😳
No digas eso así…
Me vas a poner nerviosa.
Alex:
Es verdad.
No tenés que hacer nada para verte bien.
Nicole:
Gracias…
No sé qué decir 😶
Alex:
No digas nada. Solo sé vos.
Nicole:
🥺
Alex:
Bueno… creo que me voy a dormir.
Mañana hay que madrugar.
Nicole:
Sí, tenés razón.
Que duermas bien, Alex.
Alex:
Gracias.
Y… no sabía que eras así por dentro.
Me gusta eso de vos.
Nicole:
😳
Buenas noches…
Nicole dejó el celular sobre la cama con una sonrisa que no se le borraba.
Alex no era como Shantell decía.
No era cruel.
No era indiferente.
Y eso la hacía feliz.
Se sentó frente al espejo, tomó su cepillo y empezó a jugar con las trenzas que se había hecho.
Mientras se peinaba, hablaba sola en voz baja.
—¿Cuándo será la cita?
¿Será en el recreo?
¿Me va a invitar a salir fuera del cole?
¿Y si me pongo nerviosa?
¿Y si no le gusto de verdad?
Suspiró.
Se miró al espejo.
Y sonrió otra vez.
—Estoy desesperada… pero feliz.
Después de hacer sus tareas, guardó todo en su mochila.
Se fue al baño, se duchó con agua tibia, y mientras el vapor llenaba el espejo, pensaba en él.
Alex me escribió.
Me dijo que le gusta cómo soy por dentro.
Tal vez… esta vez sí.
Se puso su pijama, se acostó, y antes de cerrar los ojos, abrazó su almohada con fuerza.
—Que llegue mañana… por favor.
Al día siguiente, Nicole se despertó con una sonrisa.
Se levantó rápido, se peinó con cuidado, y revisó su celular esperando un nuevo mensaje de Alex.
Lo encontró.
Pero no era lo que esperaba.
Alex:
Perdón, Nicole.
Hoy no voy a poder hablar en el recreo.
Me enfermé.
Lo siento mucho.
Nicole se quedó mirando la pantalla.
Sintió que su paciencia había sido en vano.
No era enojo.
Era tristeza.
No era lo que quería leer.
Cuando llegó al colegio, se le notaba un poco desanimada.
Pero no dejó que eso la derrumbara.
Se sentó en clase, tomó apuntes, y trató de concentrarse.
Mientras la profesora explicaba, Nicole pensaba.
¿Y si le llevo algo?
¿Y si voy a su casa con medicamentos?
¿No sería una falta de respeto?
Dudaba.
Pero no podía ignorar lo que sentía.
En el recreo, vio a Grey y lo llamó.
—¿Creés que está mal si voy a la casa de Alex?
Para llevarle algo… está enfermo.
Grey la miró con sorpresa.
—¿Vos querés ir sola?
—Sí. Pero no sé si está bien…
Grey pensó un momento.
—Podés preguntarle a su abuelo. Él es el secretario, ¿no?
Nicole dudó.
Pero asintió.
—Tenés razón.
Caminó hacia la oficina del secretario con pasos nerviosos.
Tocó la puerta.
Él la recibió con una sonrisa amable.
—¿Qué necesitás, Nicole?
Ella bajó la mirada.
—Sé que no debería meterme…
Pero me dijeron que Alex está enfermo.
Y me preocupa.
Quería saber si puedo visitarlo.
Llevarle algo.
Si no es molestia…
El secretario la miró con ternura.
Le hizo un gesto para que se sentara.
—Es muy amable de tu parte preocuparte.
No es malo querer ayudar a los demás.
Al contrario.
Sacó una hoja, escribió la dirección de la casa de Alex, y se la entregó.
—Acá tenés.
Y seguí siendo así, Nicole.
El mundo necesita más personas que se preocupen.
Nicole tomó la hoja con cuidado.
—Gracias… de verdad.
Pasaron las horas.
Alex estaba en su cama, con la nariz roja y los ojos cansados.
Sus padres entraban y salían, trayéndole cosas: hielo, té, una sopa tibia que no tenía ganas de comer.
Cerró los ojos.
Quería dormir.
Pensar menos.
Pero justo cuando empezaba a relajarse, escuchó la voz de su madre: