El jueves amaneció con un sol tímido, como si supiera que ese día no se trataba del clima, sino del partido.
El colegio de Nicole —y también el de Alex— se enfrentaba esa tarde al colegio rival de al lado.
Un clásico.
De esos que se sienten en el aire desde temprano.
Nicole se despertó con el corazón un poco más rápido de lo normal.
No por el juego.
Por él.
🚶♀️ “Una visita sin aviso, pero con intención”
Antes de que sonara el timbre de entrada, Nicole cruzó el patio y fue directo al área de deportes.
Sabía que Alex estaría ahí, preparándose.
No le avisó.
Solo fue.
Lo encontró hablando con dos compañeros, con el uniforme de calentamiento y el número 7 en el pecho.
Cuando la vio, se le iluminó la cara.
—¿Vos acá? —dijo, caminando hacia ella.
Nicole no respondió de inmediato.
Solo se acercó, lo miró a los ojos… y le dio un piquito.
—Vine porque quería pasar un momento con vos antes de que te vayas —dijo, bajito.
Alex sonrió, como si ese gesto le hubiera dado más energía que cualquier desayuno.
—Me encanta que estés acá. Aunque tengo que ir a calentar en un rato.
—Lo sé. No te voy a robar mucho tiempo.
—Robame lo que quieras.
🌿 “Un rincón para dos antes del ruido”
Se sentaron en una banca cerca del gimnasio.
El aire olía a madera, a sudor viejo, y a expectativas.
Nicole lo miraba como si fuera la última vez antes del partido.
Alex la miraba como si fuera la primera vez en toda la semana.
—¿Estás nervioso? —preguntó ella.
—Un poco. Pero más emocionado.
—¿Y si perdés?
—No pienso perder.
—¿Y si te lesionás?
Alex la miró, serio por un segundo.
—Entonces me vas a cuidar.
Nicole bajó la mirada, sonriendo.
—Sos un bobo.
—Y vos sos mi suerte.
⏳ “El reloj corre, pero el momento queda”
Un profesor salió del gimnasio y llamó a los jugadores.
—Alex, vamos. Calentamiento.
Él se levantó, pero no se fue de inmediato.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón deportivo y sacó un billete doblado.
—Tomá —dijo, extendiéndoselo a Nicole—. Para la entrada. No quiero que te quedes afuera si se llena.
Nicole lo miró, sorprendida.
—¿Y si no quiero aceptarlo?
—Entonces me vas a tener que ver desde la ventana del baño.
—Sos un tonto.
—Y vos una terca. Pero igual te quiero ahí.
Ella tomó el billete, con una sonrisa que no podía esconder.
—Gracias.
Alex se acercó, le dio un piquito, más lento.
Luego se fue corriendo, con el número 7 brillando en su espalda.
Nicole se quedó sola en la banca.
Pero no se sintió sola.
Porque ese momento… ya era suyo.
💬 “Entradas, confesiones y una noticia inesperada”
Después de despedirse de Alex, Nicole caminó por el pasillo principal del colegio con una sonrisa suave en los labios y el billete aún guardado en el bolsillo.
El sol de la mañana entraba por las ventanas altas, y el murmullo de los estudiantes llenaba el aire con una energía distinta.
Ese día no era uno cualquiera.
Era día de partido.
Y aunque faltaban horas para que comenzara, ya se sentía la tensión flotando entre los pasillos.
Al girar la esquina, vio a Michelle y Hengely sentadas en una de las bancas del patio, compartiendo un jugo y hablando como si el mundo no pudiera interrumpirlas.
Nicole se acercó con paso ligero.
—¿Compraron las entradas? —preguntó, con una mezcla de emoción y ansiedad.
Hengely levantó la ceja, con una sonrisa de esas que anuncian que se viene una mini competencia.
—Obvio. Yo fui la primera. Me aseguré de tener el mejor asiento. Primera fila, lado izquierdo.
—Y yo también —dijo Michelle, sacando su entrada del bolsillo trasero del pantalón—. Hasta le puse mi nombre atrás por si alguien se pone creativo.
Nicole se rió, aliviada.
—Ay, qué bueno. Me alegra que estén conmigo hoy. No quería ver el partido sola.
—¿Y vos? —preguntó Michelle—. ¿Ya la compraste?
Nicole bajó la mirada, sonriendo.
—Alex me dio el dinero. Me dijo que no quería que me quedara afuera si se llenaba.
Las dos amigas se miraron y luego la abrazaron al mismo tiempo.
—¡Eso es tan tierno! —dijo Michelle.
—Eso es de novio que vale la pena —agregó Hengely—. Anotá eso en tu diario, por favor.
Nicole se rió, sintiéndose más ligera.
—Lo voy a anotar. Palabra.
El timbre del primer bloque aún no sonaba, así que se quedaron ahí, disfrutando del momento.
El cielo estaba despejado, y el murmullo del colegio parecía más suave cuando estaban juntas.
De pronto, Hengely se acomodó el cabello y soltó, como si nada:
—Ah, por cierto… Carlos me invitó a salir este sábado.
Nicole y Michelle se quedaron en silencio por un segundo.
Luego, como si hubieran ensayado la reacción, gritaron bajito:
—¡¿Qué?!
—¡Contá todo ya! —dijo Michelle, agarrándola del brazo.
—Sí, sí —dijo Hengely, riéndose—. Me escribió anoche. Me dijo que quiere llevarme a un lugar tranquilo. Nada de fiesta. Solo nosotros.
—¿Y qué le dijiste? —preguntó Nicole, con los ojos brillantes.
—Que sí, obvio. Pero le aclaré que no quiero que sea algo raro. Quiero que sea suave. Como… natural.
Michelle la abrazó por el hombro.
—Va a ser perfecto. Vos sos perfecta.
Nicole asintió.
—Te lo merecés, Hengely. De verdad.
—Gracias. Y gracias por estar hoy. Este partido va a ser una locura.
—Y vos vas a estar ahí para verlo —dijo Michelle, guiñándole un ojo.
—Y para gritarle a los árbitros si no cobran bien —agregó Nicole, levantando el puño en broma.
Las tres se rieron.
Y mientras caminaban juntas hacia su salon, Nicole pensó que no importaba lo que pasara esa tarde.
Con ellas ahí, todo ya se sentía un poco más fácil.