Cuando tus ojos me miran

-3-

Pasaron cuatro semanas en las que no me despegué de Matthew. Él pasaba por mí en las tardes cuando finalizaba mi jornada de trabajo y solo aquellos días que tenía libres, llegaba a mi casa y me hacía explotar de alegría. Comenzaba a darme cuenta de que cuanto más tiempo pasaba con él, más me gustaba, los momentos juntos se iban instalando mágicamente en mi alma.

Abrí la puerta principal para sacar a Chanel a su paseo nocturno y me sorprendí al ver su auto estacionado en la calle, frente a mi casa. Estaba sentado sobre el capó y sostenía su teléfono, como indeciso.

―Hola ―dije, acercándome hasta él.

―Te iba a llamar ―respondió, alargando la mano, la recibí y me estrechó contra su cuerpo, luego presionó un beso rápido en mis labios.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté, y él apoyó la frente sobre la mía.

―Te echaba de menos ―susurró.

El roce de su aliento cálido me volvía loca.

―¿Y no podías esperar hasta mañana? ―pregunté con burla, luego pasé la punta de mis dedos por su cabello para peinarlo.

Él negó con la cabeza sin despegar nuestras frentes.

―He estado pensando en secuestrarte esta noche ―explicó―. Pero las cosas podrían cambiar entre nosotros... es que no puedo dejar de pensar en ti.

Me besó a lo largo del cuello, acercándose al mentón y luego y a mis labios. No fui capaz de negarme, quería que me besara, me estaba metiendo en aguas peligrosas, pero también lo necesitaba. Lo empujé un poco para romper el contacto entre nuestros labios.

―Te irás en tres días.

―Lo sé ―dijo, tragando con dificultad.

Cuanto más lo procesaba más se me apretaba el alma. La voz en mi cabeza quería protegerme de sentir más, pero la voz de mi corazón me gritaba que no dejara pasar ninguna oportunidad.

―Quiero estar contigo, pero no sé si debo, será más difícil para mí continuar cuando te vayas ―confesé con la vista nublada.

―Eh, mírame, ―pidió―, sígueme mirando con esos ojazos tuyos y escucha lo que te voy a decir ―ordenó, ganándose toda mi atención―, no me bastará un verano, Diana, quiero estar contigo, quiero besarte, quiero abrazarte y mirarte cada segundo del día. Te quiero ―dijo con seguridad―. ¿Me crees?

Respiré hondo y asentí porque él me veía como yo a él, como si nos necesitáramos más que a nada en el mundo. Me cogió el rostro entre sus manos y sus labios acariciaron los míos.

―Vamos a intentarlo.

―Vale ―susurré, advirtiendo que lo que sentía por él no iba a cambiar.

―¿Vendrás conmigo esta noche? ―preguntó.

―Pero no me llevaré a Chanel, ya vengo, voy a meterla a la casa ―respondí, al tiempo que él sonrió ampliamente por mi respuesta.

Hice lo que cualquier chica hubiese hecho en una situación así: me fui a pasar la noche con él. Pero al menos tenía un punto a mi favor, estaba enamorada de Matthew.

***

―Entonces, ya estamos aquí ―dijo, abriendo solo un lado de la puerta doble.

―Pero, Matt, esto es gigante. ―El colosal yate a donde me había llevado estaba totalmente solo―. Y esto es invasión.

―¿Ah, sí? ―preguntó divertido.

―¡Sí! ―respondí―, podríamos haber ido a la playa ―dije sonriendo―. Una noche bajo las estrellas hubiese estado bien.

―Pero, yo soy Matthew Sanlés, ¿qué crees tú que hubiese dicho mi abuelo sobre llevarte a una playa cuando él tiene un yate como este?

Hubo un momento de silencio.

Y entonces lo miré impresionada.

―¿Eres nieto de Henry?

―Y de Iris.

―Pero, ¿por qué no me lo habías dicho?

―Mi abuelo te quiere mucho, Diana. Hablamos mucho de ti ―dijo, tocando mi brazo―. Le prometí que solo seríamos amigos, pero no pude cumplirle. Él no dijo nada cuando le conté que nos habíamos enamorado, es que él ya lo había notado. Esta mañana me preguntó qué haría, que qué pasaría con nosotros cuando yo regresara a Bogotá, haciéndome pensar en que eso te rompería el corazón. Visualicé una vida sin ti y no me gustó, así que quise traerte hasta aquí para contarte mi respuesta.

Asentí y lo abracé por largo rato, lo hice porque pasaría mucho tiempo antes de volver a hacerlo; a veces solo necesitas vivir el momento.

―Ven a ver el camarote principal, está arriba. ―Su voz se filtró en mi oído.

―Es increíble tener que caminar diez metros desde aquí hasta los camarotes. En serio, ¿dónde había mantenido oculto este yate tu abuelo?

Matt me cargó en sus hombros y subió los escalones a toda velocidad mientras yo reía, me bajó en la segunda planta y tomó mi mano para guiarme.

―¡Oye, no es lindo ver el mundo de cabeza!

―Tú me traes de cabeza ―contestó, caminando de espaldas hasta una puerta, luego la abrió.

―¡Guao! ―dije al ver lo que había adentro.

Con la sorpresa en el rostro lo miré, él contemplaba mis gestos y yo estaba maravillada por su talento y dulzura.

Quizá fue el mar de globos, los pétalos de rosa o la libreta con mi nombre sobre la cama, todo el conjunto hizo que mis ojos brillaran. Él era un chico único, durante el tiempo que compartimos, aprendí a amarlo por su infinita manera de hacerme sentir especial. Me giré por completo y besé sus labios.

―Entonces, quieres que no deje de mirarte esta noche, ¿es eso lo que quieres, Matthew? ―pronuncié con coquetería.

―Quiero que me mires esta y muchas noches, Diana, decidí que viviré con una misión.

―¿Y se puede saber cuál es?

―La de regresar a ti...

Hay amores que duran un verano, seis meses, un par de años, o en algunos casos, toda la vida. Mi historia no es el ejemplo de una relación interminable, sino la de una relación que parece la mejor cada vez que él me mira.

FIN

Cuando tus ojos me miran.

Una historia de amor para Iris, una novela de Diana Ospina.

―Oh, Dios... ―Masajeó mis hombros. Su voz sonó emocionada cuando vio la dedicatoria para su abuela―. Sabía que estarías en la cafetería, ¿qué pasó con el libro de fantasía?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.