Eider se acercó a la mesa número siete con una sonrisa en sus labios y decidió pararse frente a él para saludar.
Desconocía en su totalidad el por qué habría de ir a buscarla, solamente recordaba que habían cruzado unas cuantas palabras en la iglesia y también algunas sonrisas. Ninguna de esas eran razones suficientes como para tener forjada una amistad o algo por el estilo, de hecho sus amigos y su novio eran los únicos que iban a visitarla al trabajo de vez en cuando.
—Hola —saludó ella después de dispersar sus antiguos pensamientos fuera de su cabeza.
—Hola —Elián saludó de vuelta, con una sonrisa en su rostro también.
—Me dijeron que estabas buscándome.
—Así es —El joven replicó viéndole directamente hacia los ojos. Era una mirada bastante penetrante que Eider no pudo sostener. Lo que hizo fue desviar su mirada hacia la calle, por medio de la ventana que estaba detrás de Elián, y volver a sonreír.
No se le ocurrió para nada ser amable, lo que realmente quería era disipar su nerviosismo a través de una sonrisa.
—¿Y qué necesitas? —preguntó Eider, mirándolo nuevamente.
—Quería saber si aceptarías cenar conmigo esta noche.
—¿Esta noche?
El joven asintió y nadie dijo nada por un segundo.
—Me gustaría platicar contigo, es sólo eso.
—Creo que no hay ningún problema, en un momento termino mi turno y nos vamos.
Elián volvió a sonreír como respuesta y la siguió con la mirada hasta que cruzó las puertas de la cocina.