—Hace mucho frío —enunció Eider para romper el hielo, casi todo el camino habían estado en silencio total. Lo único que ambientaba el momento era la música que Elián llevaba puesta en el estéreo de su auto.
—Si no hubiera traído todo esto encima, probablemente mañana pescaría un resfriado.
Ambos sonrieron.
—¿También te gusta Brian Morykon? —Eider preguntó, señalando el estéreo.
—Sí, lo escuché por primera vez el mes pasado, en la reunión que hubo en la casa de Ezra —Elián tomó un trago de su refresco—. ¿Quién lo sugirió? ¿Tú?
—Sí —Eider respondió mientras quitaba de su cuello una bufanda—. Me gusta desde hace como un año. A veces duermo con su música puesta en mi computadora.
—Bueno, es totalmente genial, no te culpo. Gracias por sugerirlo ese día, me encanta.
Luego de unos minutos más de viaje, Eider y Elián llegaron a un sitio que estaba al aire libre, era como un tipo de bosque que se situaba a las afueras de la ciudad que ellos habitaban.
Cuando llegaron al centro del lugar, Eider se encontró con una mesa blanca y dos sillas alrededor de ella. Detrás de esa mesa había tres locales; el primero era una pastelería, en el segundo vendían cafés y chocolates calientes y el último era una taquería.
—Lo que gustes pedir —Eilán la invitó después de un segundo—. Hay bastante de dónde elegir, como puedes ver.
Aquel comentario provocó que Eider soltara una fuerte carcajada.
—Iré a ver qué puedo conseguir —Ella respondió y luego caminó hacia la cafetería. Unos minutos después de ordenar, regresó a la mesa y tomó asiento frente a Elián.
El muchacho contempló a su acompañante por unos segundos, mientras tomaba un bocado de su rebanada de pay, y comenzó a sentir que un gran nerviosismo crecía con cada segundo que pasaba.