El camino de regreso estuvo acompañado de una conversación acerca de las últimas películas que habían visto en el mes; Elián era un alma vieja desconectada de los nuevos estrenos, tal vez esa era la razón por la que sentía una enorme conexión con Eider y por la que sus amigos se sorprendían cada vez que se enteraban de que él no había visto alguna de las películas de las que ellos conversaban; pero lo cierto era que Elián nunca había sido una persona que disfrutara de las salidas al cine, normalmente se sentaba con su madre a ver alguna que otra película que ella le recomendara, en la sala de su hogar, con un bote de palomitas. Eran realmente contadas las veces que se paraba en una plaza si quiera para dar una vuelta.
—¿En serio no has visto Hasta el último hombre? —Eider le preguntó con incredulidad.
Elián sonrió al oír aquella pregunta.
Sus amigos, sus vecinos, los abuelos de su prometida y hasta su perro ya conocían cada detalle de la nueva película de Mel Gibson, pero él se veía encerrado en una cueva con tanta nueva información en todos los aspectos.
—Mi teléfono sigue siendo un Blackberry, Eider. ¿Esto lo explica todo? —Elián preguntó enarcando su ceja derecha—. Lo impresionante es que aún siga funcionando.
—Y yo soy la anciana —Eider soltó una carcajada y se recargó en el respaldo de su asiento—. Está ambientada en la segunda guerra mundial, justo en tu punto, no te preocupes.
Elián rodó los ojos, aún con la sonrisa en su rostro, y siguió concentrado en el camino.