—Muchas gracias por la cena, estuvo sabrosísima —Eider mencionó cuando ya se encontraban fuera de su casa; todavía estaban en el auto, pero con la vista en dirección hacia los faros ubicados en un parque frente a ellos.
Hubo un momento de silencio debido a que ninguno de los dos sabía qué más decir, pero en la mente de Elián comenzaron a presentarse varias posibilidades acerca de lo que sería un instante perfecto ahí; por tanto, en su cabeza enumeró las reacciones que Eider podría tener si él decidía expresarle sus sentimientos:
1. Se bajaría del auto sin decir absolutamente nada al respecto.
2. Le contestaría diciendo que era lo que estuvo esperando todo ese tiempo.
3. Recibiría una bofetada.
Aunque la tercera opción sonaba un poco descabellada, en su mente él deseó finalizar su declaración con un beso para que el momento fuera más romántico. Entonces entraba la bofetada en escena.
Elián aún seguía debatiéndose en su interior si realmente eso era lo correcto.
Y sabía muy bien la respuesta, pero no quería rendirse pese a ese detalle.
Todavía no quería darse por vencido con Eider.
Porque, después de todo, la esperanza es lo último que muere.