Cuando una flor se encuentra con las estrellas

CAPITULO 15

El tintineo de la campanilla aún resonaba en la mente de Amelia mientras se quedaba mirando el ramo que había preparado para Joel. El aire olía a frescura, a vida y a esos pequeños momentos que a veces alegraban la rutina. Justo cuando regresaba al mostrador para ordenar unos papeles, la puerta volvió a abrirse, esta vez con más ímpetu.

—¡Amelia! ¡Por fin terminé mis reuniones y corrí para verte! —La voz alegre y chispeante de Sofía llenó el espacio como un rayo de sol en un día nublado.

Amelia soltó una risa sincera al ver a su mejor amiga entrar como un torbellino. Sofía, con su cabello rizado desordenado y su vestido amarillo que reflejaba perfectamente su personalidad extrovertida, se acercó para abrazarla.

—¡Sofi! —Amelia la envolvió en un abrazo cálido—. Qué bueno que viniste. Hoy ha sido... interesante.

—¿Interesante? Cuéntamelo todo. —Sofía apoyó los codos en el mostrador, con los ojos brillando de curiosidad—. ¿Acaso pasó algo emocionante en la vida tranquila de esta florista?

Amelia sonrió, divertida.

—Digamos que conocí al mejor amigo de Gabriel.

Sofía abrió los ojos como platos.

—¡No me digas! ¿Otro gruñón o alguien más simpático?

—Definitivamente más simpático. Joel es... diferente. Burlón, pero amable. —Amelia se encogió de hombros mientras acomodaba un ramo de margaritas—. Aunque sigue siendo un poco desconcertante que aparezca gente relacionada con Gabriel.

Sofía ladeó la cabeza, intrigada.

—Entonces, ¿qué onda con Gabriel? ¿Ya admitiste que te intriga ese grandote?

Amelia se ruborizó ligeramente.

—No es eso, Sofi. Solo... es una persona compleja.

—¿Compleja o guapo en plan "me va a romper el corazón pero no me importa"?

—¡Sofi! —Amelia rió, golpeándola suavemente en el brazo.

—Bueno, solo digo. Me gustaría verlo alguna vez, solo para comprobar si todos esos gruñones tienen un encanto oculto o si tú te estás inventando cosas.

Amelia negó con la cabeza, aunque una sonrisa persistía en sus labios.

—¿Qué tal tu día? —preguntó, cambiando de tema.

—Uf, reuniones interminables, pero nada que una visita a mi floristería favorita no pueda arreglar. —Sofía tomó una flor del mostrador y la giró entre sus dedos—. ¿Sabes? Siempre me he preguntado si las flores te hablan. Porque parece que saben exactamente cómo acomodarse cuando las tocas.

—Tal vez soy una especie de susurradora de flores. —Amelia le guiñó un ojo.

—Eso explicaría muchas cosas. —Sofía se quedó pensativa un momento—. Oye, ¿y si hacemos algo esta noche? Un picnic bajo las estrellas, como en los viejos tiempos.

Amelia sintió una punzada de emoción.

—Me encantaría, pero creo que necesito una noche tranquila después de este día.

—Lo entiendo. Pero no te escaparás de mí por mucho tiempo, ¿eh? —Sofía la señaló con una mirada fingidamente seria.

—Nunca podría. —Amelia le sonrió con cariño.

El reloj en la pared marcó la hora, y Sofía suspiró.

—Bueno, tengo que irme, pero me alegra haber venido. Prométeme que me mantendrás al tanto de tus aventuras con el misterioso Gabriel y sus amigos.

—Lo prometo.

Sofía le dio un último abrazo antes de dirigirse a la puerta.

—Nos vemos, florista mágica.

—Hasta pronto, Sofi.

El tintineo de la campanilla marcó su salida, dejando a Amelia con una sensación de paz. Miró alrededor de la floristería, agradecida por esos momentos que llenaban su vida de pequeñas sorpresas.

Las mejores conversaciones florecen entre risas y confidencias inesperadas.




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