Cuando una flor se encuentra con las estrellas

CAPITULO 23

Gabriel salió de la floristería sin decir una palabra más, su semblante frío e imperturbable mientras Joel caminaba a su lado. La calle estaba tranquila, pero la tensión era palpable entre ellos. El aire olía a asfalto húmedo tras la reciente llovizna, pero el ambiente estaba cargado con una inquietud latente.

—Esto se está saliendo de control —murmuró Joel, rompiendo el silencio.

—Lo sé —respondió Gabriel con voz cortante.

Se detuvieron junto a su camioneta, y Gabriel sacó el teléfono del bolsillo. Su expresión se endureció aún más al marcar un número.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Joel, apoyándose en la puerta del vehículo.

—Averiguar quién está detrás de esto. Nadie toca a Amelia y se sale con la suya.

Joel lo observó con curiosidad, cruzándose de brazos.

—¿Amelia? Vaya, no sabía que te preocupabas tanto por alguien que no fueras tú mismo.

Gabriel lo fulminó con la mirada.

—Esto no tiene nada que ver con sentimientos. Es una amenaza, y yo elimino amenazas.

Joel sonrió de lado, divertido.

—Claro, claro. Sigue diciéndote eso. Aunque tu "cara de pocos amigos" se suaviza un poco cuando hablas de ella.

—Cállate, Joel.

Joel levantó las manos en señal de rendición, pero su sonrisa burlona permaneció.

Gabriel ignoró el comentario y se concentró en la llamada. La voz al otro lado respondió con un tono firme.

—General, ¿qué necesita?

—Información. Quiero un rastreo de cualquier actividad sospechosa cerca de la floristería de Amelia en las últimas veinticuatro horas. Cámaras de tráfico, vigilancia privada, todo.

—Entendido. Le enviaré el informe en cuanto lo tenga.

Colgó sin despedirse y subió a la camioneta, encendiendo el motor con un gruñido.

—¿Quieres que te deje en algún lado? —preguntó sin mirarlo.

—Nah, me gusta verte en modo protector. Es entretenido —respondió Joel con una risa burlona.

Gabriel soltó un resoplido y pisó el acelerador, dejando atrás el caos de la floristería.

Mientras conducía por las calles tranquilas de la ciudad, su mente no dejaba de regresar a Amelia. A su sonrisa temblorosa, sus manos cortadas y la nota que había desatado todo esto. Era mejor mantenerla a salvo, aunque significara meterse en un mundo que había dejado atrás.

—No te metas demasiado, Gabriel —se dijo a sí mismo en voz baja—. Solo resuelve esto y sigue adelante.

Pero algo en el fondo de su pecho le decía que tal vez, solo tal vez, Amelia ya había comenzado a atravesar las murallas que tanto se esforzaba en mantener.

La vibración de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje.

"Sin rastro de actividad inusual cerca de la floristería. Todo limpio, al menos en las cámaras visibles."

Gabriel frunció el ceño. "Demasiado limpio" era una mala señal.

—Algo no cuadra —murmuró.

—¿Qué pasa? —preguntó Joel, percibiendo el cambio en su expresión.

—Nada que puedas resolver —respondió Gabriel con frialdad.

Joel soltó un suspiro exasperado.

—Un día de estos, Gabriel, alguien te va a hacer sonreír. No será yo, pero alguien lo hará.

—No apuestes por ello.

Cuando llegaron al departamento de Gabriel, el ambiente entre ambos seguía cargado de tensión. Joel se despidió con un saludo despreocupado, pero Gabriel permaneció en la camioneta, observando las luces de la ciudad desde la colina.

Su instinto le decía que el peligro aún acechaba, invisible pero presente. Y aunque se negaba a admitirlo, el rostro de Amelia seguía apareciendo en su mente, recordándole que había algo, o alguien, por lo que valía la pena pelear.

"Las amenazas más peligrosas son las que no dejan rastro, pero siempre hay ojos atentos dispuestos a encontrarlas."




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