Cuando una flor se encuentra con las estrellas

CAPOTULO 35

La puerta se abrió de golpe, y Gabriel apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ver a Joel irrumpir en la habitación. Su mejor amigo tenía la respiración agitada y un arma en mano, su mirada oscurecida por la tensión del momento. Se detuvo un segundo para evaluar la escena: los cuerpos en el suelo, la sangre en la camisa de Gabriel y Amelia temblando aún en los brazos de este.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Joel con firmeza, sin perder el tiempo.

Gabriel asintió y trató de ponerse de pie, pero su hombro herido protestó con un dolor agudo. Joel lo sostuvo antes de que pudiera tambalearse.

—No tienes buena pinta, pero aguanta —gruñó Joel, pasándole un brazo por encima del hombro para ayudarlo a caminar.

Amelia, aunque aterrada, los siguió de cerca. No quería quedarse atrás, no después de todo lo que había pasado. Salieron al pasillo, pero apenas avanzaron unos metros cuando un grupo de hombres armados dobló la esquina, apuntándolos con armas listas para disparar.

—¡Ahí están! ¡No los dejen escapar!

Joel reaccionó al instante, disparando primero y logrando impactar a uno de los atacantes en el pecho. Gabriel, con la adrenalina entumeciendo el dolor, levantó el arma que había tomado y disparó también, alcanzando a otro en la pierna. Los enemigos respondieron, obligándolos a cubrirse detrás de unas cajas y una pared destrozada por el caos del enfrentamiento.

—¡Son demasiados! —jadeó Amelia, encogiéndose tras una columna mientras los disparos zumbaban a su alrededor.

—¡Sigue moviéndote, no te detengas! —gritó Gabriel, disparando de nuevo antes de que otra bala pasara peligrosamente cerca de su cabeza.

Joel sacó un cargador extra de su cinturón y se lo lanzó a Gabriel, quien lo atrapó y recargó con movimientos hábiles. Luego, con una seña, le indicó a Amelia que se quedara detrás de él. Ella apretó los labios, su corazón martilleando en su pecho, pero asintió.

Aprovechando un instante de distracción enemiga, Joel se lanzó hacia adelante, disparando y eliminando a otro de los hombres. Gabriel hizo lo mismo, pero justo cuando creyó que tenían una oportunidad de escapar, otro grupo más apareció desde el otro extremo del pasillo.

—¡Mierda! —maldijo Joel, empujando a Gabriel y Amelia hacia una puerta lateral.

Sin dudarlo, cruzaron la puerta y se encontraron en lo que parecía un almacén oscuro y polvoriento. Los estantes llenos de cajas ofrecían algo de cobertura, pero también significaban que podían quedar atrapados si los enemigos los rodeaban.

—¿Dónde está la salida? —preguntó Amelia, con la respiración entrecortada.

—Por aquí —dijo Joel, señalando una escalera que conducía a una puerta trasera.

Antes de que pudieran avanzar, los disparos reanudaron. Los enemigos los habían seguido. Gabriel disparó de nuevo, pero su hombro herido lo traicionó, haciendo que su puntería fallara ligeramente. Una bala rozó su costado, haciendo que apretara los dientes para contener un grito.

Joel cubrió su avance, eliminando a otro atacante. Amelia, por su parte, se mantuvo agachada, sus ojos escaneando desesperadamente la habitación. Fue entonces cuando lo vio: un hombre en la sombra, con el arma apuntando directamente a Gabriel.

—¡Gabriel, cuidado! —gritó sin pensarlo, lanzándose hacia él.

Todo sucedió en un instante. La detonación resonó en la bodega. Gabriel sintió el impacto antes de ver lo que había pasado. Amelia había saltado frente a él en el último segundo, y ahora caía al suelo con un gemido de dolor.

—¡Amelia! —gritó, atrapándola antes de que golpeara el suelo.

Joel reaccionó al instante, eliminando al tirador antes de que pudiera disparar de nuevo. Gabriel miró a Amelia con el corazón en la garganta. La sangre se filtraba por su costado, manchando su ropa con rapidez alarmante.




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