Cuando vuelva a amar

Capítulo 2

Mónica bajó del auto y observó la casa de los Torres, suspiró. Entró a su habitación dejando caer la cartera a un costado de la cama antes de tirarse a esta con expresión cansada. Todo aún sigue siendo tan extraño para ella. Aunque se ha resignado a que Emiliano nunca será su marido, aún le cuesta soltarlo.

Verlo tan amable y preocupado de su novia la hace sentirse tan incómoda.

La verdad no hubiera asistido a esa fiesta de compromiso, pero no haber asistido hubiera hecho que las habladurías fueran mayores. Y la familia Torres ha sido tan buenos que no merecen pasar de boca en boca.

Aun así, duele, duele más que todos esos horribles tratamientos que no han servido de nada. ¿Qué tan desesperada tuvo que estar para aceptar cada uno de esos experimentos esperando revertir su infertilidad antes que llegara este día? Llevó su mano a su frente para luego cubrir sus ojos y reír de forma amarga. Y en todo caso, ¿en verdad creyó que si lo lograba Emiliano iba a decidir casarse con ella en vez de casarse con Fernanda?

Dejarlo ir aún duele a pesar de los años.

Creció creyendo que ambos estarían juntos toda la vida, que formarían una familia y vivirían felices hasta el último día de sus vidas. Ahora, en su camino hacia adelante no hay nada más, solo ve oscuridad sin un futuro claro.

—Esa fiesta de compromiso... si todo hubiera salido bien, hubiera sido la nuestra —tensó su rostro al pensar en eso.

Se sentó sobre la cama mirando la carpeta ubicada sobre el velador. Hoja por hoja son los resultados de los tratamientos que ha seguido buscando revertir su condición de infertilidad. Todos indican un resultado negativo.

Sus benefactores, tal como lo dijeron en la fiesta, han encontrado otra alternativa. No entienden que de nada le sirve ahora, ella solo quería ser fértil por Emiliano, y sin él a su lado, ¿de qué le sirve volverse una mujer fértil? Ya para cuando el tratamiento de resultados, él ya será el esposo de Fernanda.

Su teléfono comenzó a sonar. Se secó las lágrimas con brusquedad con la manga de su ropa, y lo tomó en sus manos mirando el número desconocido antes de contestar.

—¿Señorita Mónica Lara?

—¿Quién la busca? —preguntó con seriedad.

—Me presentó, soy Roberto Beltrán, el abogado de su abuela materna, Laura Matte.

—¿Mi abuela?

Nunca conoció a sus abuelos, tanto los del lado de su padre como su madre fallecieron antes de que ellos se casaran. Pero de su abuela materna lo último que supo es que seguía viva, enloqueció cuando su marido falleció y desapareció sin que nunca su madre pudiera encontrarla.

—¿Pasa algo con ella?

—Falleció.

—Oh...

No supo que más decir, la verdad que al no relacionarse con ella no tiene sentimientos para sentir dolor por su muerte.

—La llamo por la herencia.

—¿Herencia? —levantó la mirada confundida—. ¿De qué herencia me habla?

—Usted es el único familiar vivo que queda, por lo que sus bienes le serán entregados, ¿cuándo podría venir a la Isla de Benu?

La isla de Benu, es un lugar muy lejano, poco conocido. Mónica tuvo que buscarlo en el mapa para saber en donde se ubicaba. Su madre nunca debió pensar que la abuela se escondía en ese lugar tan austral como ese.

No pudo dar una fecha exacta, pero se comprometió a responderle más tarde. Mientras el abogado comenzó a explicarle sobre su herencia.

*****************

—¿Y por qué no vas? Te podría ayudar a alejarte un poco de todo esto. Imagínate después del compromiso viene el matrimonio, ay no, yo que tú ya estaría viajando. Además, me encanta el mar —dijo su único amigo, el joven hijo de una familia cercana a los Torres.

—No me gusta el mar, es una isla, estaría rodeada del océano. Me iría a cualquier otro lugar, menos a ese...

—¿A qué le tienes miedo? —replicó cruzando los brazos—. Compra un pasaje al lugar que quieras y te vas. Yo lo haría si el amor de mi vida se casará con otra. No me quedaría viéndolo casarse y torturarme con eso, ¿eres masoquista?

—Es fácil decirlo —bufó hundiendo su cara en uno de los cojines del sofá.

—Podrías huir del nuevo tratamiento al que quieren enviarte, ¿o quieres volver a pasar por eso? La última vez casi mueres con la anemia que te produjo el último tratamiento. Emiliano no se despegó de tu cama, te mantuvo sostenida de la mano y reclamó a sus padres... fue tan novela romántica y dramática. Si es que el perro no hubiera tenido el collar de otra dueña...

Mónica desvió la mirada sorbiendo su yogur líquido.
—No digas tonterías. Nicolás, no entiendes nada.

Bufó viendo la cabellera rubia de su amigo moverse mientras se ríe.

—Si no me explicas bien, tonta, obvio, que no puedo entenderte. Ni siquiera sabes qué harás de ahora en adelante, y si el abogado te habló del hotel que heredarás de tu abuela, ¿no crees que sería una buena idea para sobrevivir?

La mujer chasqueó la lengua lanzándole un pequeño cojín que Nicolás esquivo con gracias haciéndole una mueca.

—No tengo conocimientos para administrar un hotel.

—Eso, porque eres tonta.

—¡Deja de llamarme tonta! Tú eres un niño mimado, y lo dices porque tú si pudiste ir a la universidad, ¿y qué sé yo? Cocinar, bordar, tejer, criar niños, y...

Soltó un suspiro desanimado.
—Me casaría contigo —habló Nicolás entrecerrando los ojos sonriendo con suavidad—, pero uno, sería raro pensar en tener cosas con mi única mejor amiga, segundo no me dejarían casarme con una mujer sin posibilidades de tener hijos, y tercero, y lo más importante, no me gustan las mujeres.

Mónica alzó un cojín mucho más grande con intenciones de tirárselo, pero en ese momento apareció una idea en su cabeza. Sonrió con complicidad mientras Nicolás se cubría la cabeza esperando el golpe.

—¿Y si nos casamos? Podría ayudarte a mantener tu secreto, después podríamos resolver el tema de los embarazos. Podría probar con un nuevo tratamiento y podríamos tener hijos.




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