Los días pasaron con rapidez, la fecha de la ceremonia del matrimonio pronto estuvo encima. Mónica no pudo evitar detener su mirada en el blanco vestido de novia que han traído a casa.
Los planes son que la novia de Emiliano, Fernanda, se vista en casa de sus suegros. Debido a la baja condición económica de los padres de la novia, decidieron que la familia Torres se haría cargo de todo.
—¿Te gusta? —la voz de una mujer la sobresaltó.
Al girarse se dio cuenta de que es Fernanda, aquella le sonrió con sinceridad.
—Es lindo...
No puede decirle que ese es el mismo vestido que ella eligió cuando aún no se sabía de su infertilidad, en ese entonces, emocionada, le dijo que cuando se casaran quería usar ese vestido. No sabe si fue simple coincidencia que eligieran exactamente el mismo vestido de novia.
—Es un modelo pasado, ¿no te molesta? —preguntó sin ser ofensiva mirando de reojo la reacción de Fernanda.
Aquella ni siquiera se inmutó, solo le sonrió, tocando la suave tela entre sus dedos.
—No, es algo más de lo que hubiera imaginado en mi vida.
Mónica había olvidado los orígenes de Fernanda, que viene de una familia humilde.
—No quise ofenderte, lo siento —se disculpó con sinceridad.
—No te preocupes, no me he ofendido —le respondió con una suave expresión.
Quisiera que la novia de Emiliano no fuera tan sincera y dulce, quisiera odiarla por tomar el lugar que ella añoraba tanto, pero es difícil odiar a una mujer buena, de solo pensar en eso le hace sentirse mal. Fernanda no tiene la culpa de su desafortunado destino.
—Permiso, debo hacer un trámite pendiente —mintió con intenciones de salir de ese lugar. No puede soportar estar junto a ese vestido ni al lado de la novia del hombre que pensó que un día sería su esposo.
—Espera, Emiliano te envió esto —se puso a buscar entre las cajas que tenía acumuladas en un rincón hasta dar con una alargada, enrolladas con un bonito moño de color azul.
No lo hubiera querido recibir, pero se siente incómoda estar mucho tiempo al lado de Fernanda, por lo que optó por tomarlo y apresurarse en salir. Volvió a su habitación y dejó caer la caja en el piso.
No necesita ser un genio para saber de qué se trata. Una caja rectangular, delgada y con un moño, no puede ser otra cosa que un vestido. Estuvo horas mirando la caja sin tocarla, hasta que al final la curiosidad la hizo abrirla.
Es un bonito vestido de tono azul, elegante y moderno, de un estilo que suele gustarle. Debe ser para que asista a la boda vestida así. Tensó su rostro, no, vestirse como él quiere es como acatar las órdenes de su nuevo tutor y eso no quiere.
Estaba a punto de cerrar la caja, pero al levantar la tapa una tarjeta cayó desde el interior, es un mensaje de Emiliano.
"Querida Mónica:
Sé que debe haberte sorprendido que le compré a Fernanda el vestido de novia que tanto añorabas, pero pensé que verla vestida así el día de nuestra boda podría alegrarte. Para ella es un honor poder usar el vestido que elegiste, le dije que lo elegiste para ella porque no quiso aceptarlo hasta que le dije esto.
Espero que no te molestes. Para compensarte quise comprarte este hermoso vestido, el color azul te sienta muy bien.
Quiero que el día de mi boda luzcas hermosa, y verte en primera fila me alegrará mucho. Si lloras, prometo yo mismo limpiar tus lágrimas.
Se una buena chica, prometo que te compensaré más adelante.
Nos vemos"
¿Qué acaba de leer? ¿Con qué descaro le escribe esto? ¿Qué debe conformarse y estar feliz? Tomó unas tijeras y cortó el vestido azul una y otra vez, hasta que quedó echo añicos.
Luego llamó a Nicolás.
—¿Quieres acompañarme a comprar un vestido para la boda de Emiliano?
—¿Un vestido? Claro, aprovecharé también a comprar un traje elegante, no pensaba ir a esa boda nefasta, pero si tú vas voy contigo.
—Bien, pasaré por ti —indicó antes de colgar.
Se deshizo de toda la evidencia antes de salir con rapidez sin prestarle atención a nadie. No se cruzó con Emiliano porque justo cuando él había llegado a casa, Mónica se había ido quince minutos antes. Entró con intenciones de buscarla, trayéndole un pastel que acababa de comprar en el camino, sabiendo que Mónica ama los pasteles.
—¡Emiliano, ¿has venido temprano?! Pensé que hoy no tendría posibilidades de verte —sonrió Fernanda emocionada casi bajando las escaleras corriendo.
—¿En dónde está Mónica? —preguntó sin mirarla, subiendo las escaleras al mismo tiempo.
Fernanda alzó sus cejas, confundida, sabe el cariño que su futuro esposo le tiene a esa muchacha, aun así ha sentido que esta vez incluso la ha ignorado por poner a Mónica delante de ella. Eso le dolió, pero fingió estar tranquila. Van a casarse, si la eligió a ella debe ser porque es a quien quiere como esposa.
—Creo que en su habitación.
Sin esperar más palabras apresuró el paso hacia la habitación de la joven mujer, mientras su novia se le quedaba mirando subir las escaleras sin mostrar expresión alguna.
Al llegar encontró la pieza vacía. La caja del vestido que le regaló está encima de la cama, pero al abrirla se dio cuenta de que la caja está vacía. Miró en todos lugares, en el closet, debajo de la cama, y nada. El vestido ha desaparecido. Al final se le ocurrió ir al baño encontrado los trozos del vestido dentro del basurero.
—En verdad, sí que eres caprichosa —señaló sonriendo con suavidad.
Mónica volvió a casa luciendo mucho mejor y más feliz, salir con Nicolás es la mejor terapia para superar las condiciones en las cuales vive. Compró un vestido de tono lila, no demasiado llamativo, sobrio y elegante. Todo lo contrario al vestido que ese hombre le había regalado.
Pero su ánimo cambio al entrar a la sala, lo primero que vio fue a Emiliano sentado en el sofá, ante la sonrisa y amable rostro de aquel hombre se quedó paralizada.