Cuánto vale quererte

Capítulo 1: Despedida de soltera

Mi teléfono sonó y sonreí como una adolescente, aunque ya tenía veinticinco años, era Edgard mi prometido con quien mañana me iba a casar y aunque desde hacía meses dormíamos juntos en mi apartamento hoy era diferente, mañana era nuestra boda y estaba sola, completamente sola.

—¿Cómo está mi futura esposa? —preguntó al tomar la llamada y sonreí. —apuesto que serás la novia más preciosa

—Te extraño. ¿Estás en tu despedida de soltero esposo? —cuestioné.

—No, no me gustan esas cosas, mejor dormir tranquilo y descansar y tú harás algo esta noche—preguntó.

—No tengo nada planeado—me encogí de hombros

—Mejor así, no quiero que halla ningún inconveniente,llevamos mucho tiempo esperando este día—dijo mientras el timbre empezó a sonar.

—Espera alguien llama a la puerta—pronuncié levantándome de mi cama y abrí sin colgar, era mi prima Anabelle. —Es Anabelle.

—Te amo, te dejo para que hablen, te esperaré mañana en el altar—agregó.

—Yo te amo más—colgué mientras ya mi prima estaba dentro de la casa.

—¿No estás lista aún? —cuestionó y yo enarqué ambas cejas.

—¿Lista para qué? ¿Para dormir?

—Para tu despedida de soltera, Lisi. Ya organicé todo...

—No haré despedida de soltera y Edgar tampoco—le dije—ya estoy lista para dormir.

—Hay no, no. Hoy es tu última noche soltera y hay que celebrar—insistió. La verdad Anabelle era como la hermana que nunca tuve, pues solo tenía un hermano y desde pequeña nos criamos prácticamente juntas, ambas íbamos y pasábamos nuestras vacaciones enteras en la casa de la abuela y teníamos una relación muy estrecha. Fuimos a la misma escuela, ya que teníamos la misma edad, solo tres mese de diferencia y ambas trabajábamos juntas, ya que éramos repostera, nuestra abuela nos enseñó a hacer dulces desde pequeñas a las dos y en el pueblo alquilamos un local en donde vendíamos nuestros dulces y la gente los amaba.

—Hay Lisi ya preparé todo. Invité a las chicas, no puedes hacerme ese desaire, solo será un rato. O es que porque te vas a casar con ese rico Ceo millonario ya no quieres a tus amigas pobres. —intentó convencerme.

—Estoy cansada, no quiero tener ojeras en mi boda. —la abracé—Yo las adoro, ya las invitaré cuando me case a las fiestas que haga con mi esposo.

—Ya nos están esperando en mi departamento. Mira es las 8 de la noche prometo que a las 9 te dejaremos ir—afirmó y me quedé pensativa—solo una hora y luego te dejaré irte con ese hombre toda la vida, que puede pasar en una hora—juntó las manos como implorando y yo suspiré desistiendo de oponerme. Ella corrió a mi almario a buscar un vestido para que me pusiera, buscó uno negro que ya le había dicho que no me gustaba mucho y me lo dio. Yo lo tomé sin prestarle importancia a ese detalle.

—Me prestas este—dijo sacando el vestido rojo que Edgar me había regalado y aún no estrenaba porque lo había dejado para una ocasión especial, sin embargo sentí pena de decirle que no y asentí. Nos vestimos y fuimos en su auto a su departamento, allí estaban mis dos amigas Eloisa y Silvia que corrieron a abrazarla. Abrieron una botella de vino y había unos pasteles, yo empecé a comer un pastel, la música estaba alta y alguien tocó a la puerta.

—Y ahí viene tu sorpresa—dijo Anabelle levantándose a abrir la puerta, yo esperaba cualquier cosa menos lo que vi: un stripper, sí eso mismo que contratan en las despedidas de solteras de telenovelas, un hombre apuesto, alto, fuerte, con una camiseta que dejaba todos sus músculos al descubierto.

—Yo ya me voy, es tarde—mis amigas se burlaron.

—Hay no, él solo va a bailar no te va a morder—dijo Eloisa.

—Esto no le gustará a Edgar—pronuncié.

—No tiene por qué enterarse—me guiñó un ojo Anabelle. —al menos deja que el muchacho baile para que nosotraa disfrutemos. Es tarde, a esta hora no es seguro viajar en taxi, cuando termine el baile te llevaré a casa—pronunció y me haló por el brazo haciendo que me sentara, fue a la cocina y vino con una copa para mí, yo comencé a tomarla, mientras cada trago bajaba ardiendo por mi garganta mientras el stripper hacía su baile exótico y bastante acalorado. Mis amigas le silvaban y se reían y yo, yo sentía que no debía estar allí, no el día antes de mi boda. Cuando terminé esa copa comencé a sentirme mareada.

—No me siento bien, ya me voy—exclamé parándome y tomando mi bolso. Me sujeté de la puerta sintiéndome algo mareada.

—Te llevaré—exclamó Anabelle. —ya te puedes ir—le dijo al stripper.

—Joan si quieres te puedo dejar también en tu casa—se dirigió al chico.

—Te lo agradeceré—se puso un pulover y entró con nosotros en el auto, en ese momento todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas.




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