Cinco años después:
—Mira los nuevos empaquetados—dijo Manuel mostrándome las bonitas cajas transoarentes con tapas de colores donde se colocaban mis pasteles.
—Me gustan, justo como los quería, gracias—dije sonriéndole y él se quitó el sombrero feliz.
—Señorita Elizabeth la felicito, sus dulces son los mejores del país y ya estamos exportando a cinco países diferentes—afirmó y yo sonreí feliz.
—Este es mi sueño hecho realidad Manuel—expliqué, él era mi asistente personal—hoy me iré más temprano encargate de todo.
—¿Mili está bien? —preguntó por mi pequeña de cinco años, que cuando no tenía clases nos acompañaba, la verdad ya tenía una enorme cadena de pastelería, mis dulces se exportaban por todo el país y también al exterior, habían oasado cinco años, cinco largos años en los que únicamente me había dedicado a mi hija Mili a quien amaba con todo el corazón y a mi trabajo, ahorro, esfuerzo y sacrificios me habían llevado justo a donde estaba hoy.
—Mili está bien —respondí—pero quiero irme temprano para hablar con mi abuela por videollamada, ha estado muy enferma ultimamente—expliqué.
—Que mejore pronto—exclamó, cosa que a estas alturas era prácticamente imposible, mi abuela ya tenía 70 años y un cáncer de interior en estado avanzado, para el momento en el que se lo descubrieron ya era demasiado tarde y no se podía operar, y como los médicos no aseguraban mejorías su decisión fue no quimioterapias y vivrir tranquila en su casa lejos de hospitales los últimos días de su vida. —¿Se tomará unos días de descanso para ir a verla? —preguntó y suspiré—creo que sí—dije alejándome de allí con mi mente llena de pensamientos. La verdad sentía terror de regresar a mi ciudad natal, miedo de volver a ver a todos y sobre todo a Edgar, de que Edgar viera a Mili y quisiera quitármela, de que mi familia aún me odiaba. Pero tenía que ver a mi abuela antes de que muriera, tenía que abrazarla de nuevo, decirle cuanto la quería y revivir todo los buenos momentos que habíamos pasado juntas. Mi alma estaba dividida aunque mi corazón sabía claramente lo que debía hacer. Después de cinco años todos en mi familia seguían sin hablarme inclusive mi hermano Marcos, mi madre Paula y mi padre Jacob tampoco me hablaban. La verdad estuve tratando de comunicarme con ellos hasta el día en que nació Mili, nunca tomaron una de mis llamadas, ni respondieron un solo mensaje y en el momento que tuve a mi bebé en brazos, una pequeñita niña que solo pesó cinco libras al nacer, decidí enfocarme solo en ella, era la única que me necesitaba de verdad, me di cuenta que mi familia había tomado una decisión y yo no era nadie para intentar cambiarla. ¿Qué si me dolía? Demasiado, pero con una pequeña recién nacida no tenía tiempo para tirarme a morir y lamentarme, mi hija me dio las fuerzas para seguir adelante y no rendirme. Estando en el auto mi teléfono comenzó a sonar, se trataba de mi abuela, tomé la llamada inmediatamente.
—¿Abu cómo estás? ¿Cómo te has sentido hoy? —saludé cariñosamente.
—Lisi—pronunció como cariñosamente me decía—hoy tuve que ir al hospital, me puse muy mal, de hecho estoy aquí con unos sueros puestos hasta mañana—mi corazón se comprimió y mis ojos se aguaron—cariño no quiero irme de eate mundo sin despedirme de ti, sin verte por última vez, sin abrazar a mi única bisnieta y sin probar esos ricos dulces que haces, si no vienes pronto posiblemente no pueda verte antes de partir—pronuncié con voz débil, seguida de una tos aguda—incluso mis pulmones ya no andan funcionando bien—unas lágrimas corrieron por mis mejillas.
—Esta misma tarde compraré los boletos de avión y pasado mañana volaremos—afirmé limpiando con la mano que tenía libre mis mejillas llena de lágrimas—yo también muero de ganas de verte. Voy a buscar un hotel para reservar desde aquí ...
—No, no permitiré eso—exclamó—vendrás para mi casa.
—Allí están todos, están mus padre y mis tíos, no quiero molestar.
—Esta casa es mía Elizabeth y se hará lo que yo diga almenos hasta que muera—exclamé—y tu eres mi favorita, te quedarás aquí mi niña no te imaginas cuanto te extraño.
—Yo también, te quiero mucho abu—pronuncié.
—Yo más mi niña, ahora colgaré, debo descansar un poco—dijo colgando y me eché a llorar sentidamente antes de bajar del auto. Mi abuela era como una madre para mí, me dolía tanto saber que se le estaba acabando el tiempo.
—Al fin llegas mamá—exclamó mi pequeña corriendo a abrazarme cuando bajé del auto, yo la tomé en brazos y la abracé.
—Iremos de viaje Mili, iremos a conocer a tu bisabuela Ana—exclamé.
—Eso me gusta mucho—sonrió—allá también es donde vive mi papá—exclamó entusiasmada. El sueño de Mili era conocer a su padre y aunque no sabía exactamente quien era sí le ha ía contado algunas cosas de él y que vivía en la misma ciudad que sus abuelos.
—Sí cariño, allá también vive tu padre—dije con algo de nostalgia mientras entramos a la casa en la que vivíamos aun con la hermana de mi abuela, solo que ahora estaba mucho más bonita, la habíamos agrandado y arreglado completamente. Me había quedado allí con la hermana de mi abuela quien se había convertido en nuestra única familia en este lugar y después de todo lo bueno que ella hizo por nosotros no era capaz de irme y dejarla sola cuando estaba en mi mejor momento, ella era una amiga, una madre y una fiel consejera.
—Que bueno que llegas Lisi, mi hermana habló conmigo, está en el hospital—exclamó mi tia abuela y quiere que vayas a verla, su última voluntad es verte antes de partir.
—Pasado mañana iré con Mili a pasar los últimos días con ella. Esta tarde compraré los voletos y mañana arreglaré todo para dejar a alguien atendiendo la fábrica y para pedir permiso en la escuela de Mili.
—En esa ciudad vive mi padre—intervino Mili en la conversión, aunque se parecía mucho a mí sus ojos eran verdes como los de su papá.
—Sería bueno que ya Mili conociera a su papá—pronunció mi tía abuela. —Han pasado ya cinco años Elizabeth.
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Editado: 03.09.2025