—Cariño hoy tu madre decidió cocinar—dijo mi madre Paula a mi padre Jacob que leí el periódico tranquilamente en la enorme sala de la casa de mi abuela donde se estaban quedando todos.
—Déjala que haga todo lo que quiera recuerda que está en los últimos días de su vuda—respondió mi padre.
—Está haciendo un banquete, enorme, una cantidad exagerada de comida. Dice que viene una visita importante, creo que tu madre está perdiendo la mente—agregó mi madre y papá se levantó, tiró el periódico sobre la mesa y suspiró.
—Iré a ver, yo la he visto miy feliz últimamente y extraña—agregó y mi madre la siguió.
—¿Madre para qué hace tanta comida? Parece que hay una fiesta en casa. —pronunció Jacob.
—Y la hay, también estoy horneando un pastel y haciendo galletas—exclamó y mi padre y mi madre se cruzaron miradas de asombro.
—Ana se siente bien—preguntó mi madre.
—Más que bien—respondió mi abuelita feliz.
—¿Por qué hace todo esto? —cuestionó.
—Hoy tendremos unos invitados especiales—respondió.
—¿Qué invitados? —preguntó papá.
—El regreso del hijo pródigo hijo ¡El regreso del hijo pródigo! —exclamó feliz revolviendo la comida y mi madre y mi padre se cruzaron miradas de susto, mamá le hizo una seña a mi padre de que mi abuela había enloquecido, ellos ni siquiera imaginaban que era que yo regresaría al país. La abuela empezó desde temprano a decorar la mesa, llena de platillos.
—Mamá ese pastel se ve delicioso—exclamó la madre de Anabelle que se llamaba Julia, la cual era hermana de mi padre e hija de mi abuela Ana. —¿Puedo probar un trozo? Aún falta mucho para la cena...
—¡No! —gritó la abuela—nadie probará nada hasta que no lleguen mis invitados. Ahora me bañaré y prepararé que nadie toque nada—dijo alejándose de la sala.
—Alguien me puede decir quiénes son los invitados de mamá—exclamó Julia.
—Nadie lo sabe—respondió mi padre.
—Alomejor son invitados inmaginarios.
—¿Será que mi abuela está perdiendo la mente? —preguntó Anabelle mirando que no viniera la abuela y tomando una galleta. —O estará haciendo una cena para Edgar que viene hoy a cenar con nosotros.
—Hija no digas estupideces, tu abuela no soporta a Edgar y a ti tampoco desde que se hicieron novios—exclamó la madre de Anabelle—como si la culpa de todo lo ocurrido hubiera sido de ustedes.
—Mejor no empiecen con lo mismo—exclamó mi otra tía que se llamaba Elsa, Elsa no tuvo hijos nunca y su esposo falleció cuando ella tenía solo cuarenta años , luego de eso nunca se volvió a casar, tenía buen corazón y era la que más defendía a la abuela—solo alterarán a mamá, al menos déjenla vivir feliz los últimos días de su vida—exclamó mientras mi prima torció los ojos.
—Mejor iré a llamar a mi prometido a ver si ya viene—dijo Anabelle alejándose.
—Elizabeth actuó mal, pero Anabelle también, los esposos de tus amigas hermanas y primas se consideran familia—dijo mi tía Elsa.
—Por eso nunca te volviste a casar, por tonta—murmuró mi tía—Edgar es apuesto, agradable y millonario, ka tonta fue Elizabeth por no valorarlo—exclamó Julia la madre de Anabelle.
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Mientras viajaba con Mili en el avión mi mente se inundaba de recuerdos, ella estaba emocionada y yo tenía un montón de sentimientos encontrados, la verdad extrañaba a todos pero a la vez recordaba la forma en la que fui rechazada y humillada y eso me llenaba de dolor, ya estaba preparada para el peor recibimiento y la verdad aunque me dolía tenía que mostrarme fría, después de todo es cierto que todos algunas veces nos equivocamos y tenemos derecho a recomenzar. Un taxi que contraté por una agencia de viajes me esperaba cuando llegamos, miré a mi pequeña y sentí pánico de ser rechazada en frente de ella o que recibiera rechazo de parte de mi familia porque ella estaba muy emocionada por conocer a todos y en ese pequeño corazoncito no existía nada de odio. El taxi se detuvo luego de un extenso recorrido en el que me di cuenta como había cambiado todo en cinco años, ya eran alrededor de las cinco de la tarde.
—Mili hemos llegado—pronuncié al ver la casa de la abuela, esa si no había cambiado en nada, era una casona enorme de madera, con muchos dormitorios y un hermoso y colorido jardían al frente y cuando bajé del auto ella corrió a abrazarme.
—Mi niña que linda estás—me abrazó, luego tomó su rostro entre sus manos y lo observó como si quisiera que ese momento se quedara grabado en la memoria de todos y lloró, lloró de felicidad,su rostro era un poco más arrugado y decaído y había rebajado bastante pero el amor que nos teníamos seguía intacto.
—Mira abuela ella es mi hija, Mili—pronuncié y la abrazó.
—Yo soy tu abuelita—dijo cargándola con las pocas fuerzas que tenía y la niña besó su rostro luego me la dio para que to la cargara porque por su salud se le hacía imposible sostenerla más tiempo. —Vengan pasen, ven Mili quiero que todos conozcan a mi busnieta preciosa, es idéntica a su madre. —agregó y la seguí adentro, mirando cada detalle que me inundaba de recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia.
—Al fin llegaron mis invitados de honor—dijo mi abuela con emoción mientras yo cargaba a mi hija en una mano y con la otra halaba mi maleta de rueditas, mi abuela llevaba una maleta y el resto de mi equipaje estaba en el portal. Todos se quedaron helados al verme, mis padres, mis tías, mi prima Anabelle, nadie movió un solo músculo mientras la abuela sonreía feliz. Iba a agachar la cabeza pero observé a mi hija, tenía una hija preciosa, había construído una enorme empresa y ya era hora de dejar enterrado mi oasado doloroso, no vivía ya en ese lugar, no tenía como cambiarlo pero tampoco podía arrastrarlo eternamente. Mili me observó ante tanto silencio, mi madre dio un paso al frente con los ojos aguados planeando ir a saludarme pero mi padre sostuvo su brazo y allí se quedó, siempre había sido una mujer sumisa y obediente incapaz de desobedecer a su esposo incluso por sus hijos.
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Editado: 23.09.2025