Cuarentena

Día: 10

– Bueno, dime, ¿cuál es?
– ¿Louisa?
– No, tu madre. Sí, Louisa. 
– Oh, no. No, no y no. Ni siquiera lo pienses. – se suelta de mí agarre. – Sé lo mucho que te gusta involucrarte cuando se trata de amor y parejas. Pero no todo en la vida es arcoiris y unicornios como en esas fábulas que lees.
– Yo no creo que el amor sea "arcoiris y unicornios". ¡Y para tu información, no son fábulas, son novelas! 
– Lo que sea que lees, no es real.
– De acuerdo, "gurú del conocimiento", ¿qué es real?
– ¿Quieres algo real? Amor no correspondido. ¡Ver todos los días a esa persona y saber que piensa algo de ti que no es; verla por los pasillos caminando con sus amigos e imaginar que se voltea a verte, pero sólo imaginar, porque en realidad hace caso omiso a tu presencia!
– Dustin, lo siento, yo nunca quise... 
– Y hay más. – me interrumpe – Como si eso no fuera suficiente, confía en ti. Te cuenta todo lo que le sucede con lujo de detalles; eres quien la escucha llorar; a quien recurre cuando está sola. Para esa persona eres como un chaleco salvavidas, recuerda que te necesita cuando se está ahogando. – Le cayó una lágrima; respiraba exageradamente como si cada palabra le pesara. Quise abrazarlo, pero me apartó. Salió del gimnasio sin permiso, creo que no volverá por largo rato.

Ya son las 2:00 AM. Estoy con una linterna leyendo un libro que encontré en la biblioteca; Dustin aún no ha vuelto. Tenía razón, los libros que leo son fábulas; "... Le confesé que lo amaba desde que éramos niños, él admitió sentir lo mismo". Recuerdo las palabras que dijo, "Amor no correspondido", la manera de amar más real que existe. 
Los ronquidos de Jake me impedían seguir leyendo; apagué la linterna, la coloqué a un costado del libro que continuaría más tarde, y me recosté boca arriba con la cabeza de lado, apuntando hacia la entrada del gimnasio. ¿Debería ir a buscarlo? Cada vez pestañeo más lento, me estoy por quedar dormida. Sacudo la cabeza para despertarme; sólo quiero verlo en la entrada. Parpadeo una vez, otra vez más lento; cierro los ojos y los vuelvo a abrir como platos, los sostengo con dos dedos, ya debe... estar por... volver. Me quedo dormida.

– Jaeny, despierta. – me sacude – ¡Jaeny! – me incorporo a gran velocidad. 
– ¡Estoy despierta!
– Shhhhh, no grites. Son las 5:00 de la madrugada.
– ¡¿Y tú qué haces despierto a las 5:00 de la madrugada?!
– Vamos a buscar a Dustin. Levántate. – agarra una chaqueta de uno de sus amigos. – Luego se la devuelvo. 
– Yo no he dicho nada.
– Ponte esto. – me alcanza un abrigo que encontró al lado de otro de sus amigos. – No me mires así, hace frío en los pasillos. A él no le hará falta mientras esté durmiendo.
A regañadientes me puse ese abrigo que me quedaba enorme y, caminando entre ronquidos, mochilas y zapatillas, llegamos a la entrada del gimnasio.
– ¿Lista para una búsqueda de madrugada?
– Claro que sí. – Ambos encendimos las linternas y bajamos las escaleras sin intención de provocar algún ruido que despierte a los demás.

Decidimos que cada uno buscaría en pasillos diferentes. Yo elegí el B y C; a Jake no le quedó más opción que el A y D.
Debo admitir que el horario y los pasillos en penumbras, creaban todo el escenario creepy necesario para una película de horror. Creo que luego de que pasen estos días les voy a tener fobia a los pasillos.
Revisé las aulas que estaban sin llave; baños; teatro; y nada. Aguarda un minuto, ¿Baños? ¡¿Teatro?! ¿En qué pasillo estoy? Oh no; creo que me perdí. De acuerdo, esto en serio parece una película de terror.
Estoy dando vueltas y vueltas en los pasillos hace unos veinte, treinta minutos tal vez, no lo sé; no encuentro a Jake, ni Dustin, ni nadie. ¡¿Dónde están los carteles cuando los necesito?!

– ¡Jaeny! – genial, ahora estoy delirando. – ¡Jaeny! ¡Jaeny! – ¿Jake? ¿Jake está llamándome?
– ¡Jake! ¿Eres tú?
– ¡Claro que soy yo, niña tonta! ¡Lo encontré, ven a ayudarme!
– ¡Eso quisiera pero estoy perdida!
– ¡Sigue el sonido de mí voz!
– ¡Son pasillos. Tu voz hace eco en todas partes!
– ¡Entonces usa tu intelecto! ¡Estoy en la entrada de la escuela! – ¿y cómo voy a saber dónde está la entrada? Vamos, Jaeny, piensa. Si puedo escuchar su voz, no debe estar lejos de aquí. – ¡Rápido, necesito ayuda! –Cierro los ojos y me concentro en el eco de su voz. ¿Qué hago utilizando el intelecto? Voy a echarlo a la suerte. ¿Izquierda o derecha? Soy diestra pero mí letra no es buena; así que, sólo por descarte, izquierda.
Corrí en dirección opuesta a la que apuntaba, encendí la linterna y allí estaban. Jake estaba sujetando la cabeza de Dustin sobre sus rodillas, el resto del cuerpo permanecía inmóvil en el suelo. Me arrodillé junto a él y toqué su rostro.
– ¡Está helando! Hay que sacarlo rápido de aquí. Hace demasiado frío.
– Ya lo sé, ayúdame a levantarlo. – ¿Cómo iba yo a poder levantar el cuerpo de un atleta? No lo sé, pero lo hice. Cuando estuvo de pié, apenas caminaba; Jake le dió la chaqueta que traía puesta. Le ofrecí mí buzo pero se negó a dejarme sin abrigo, incluso cuando él se estaba congelando.
Llegamos al gimnasio, por suerte Jake conocía el camino; de nuevo a caminar entre zapatillas, mochilas y ronquidos. Jake recordó haber olvidado un abrigo de lana en los vestidores, corrió a buscarlo y allí estaba. Se lo entregó a Dustin para que no sintiera el frío del suelo. 
Me quité el buzo que traía puesto y lo cubrí con él, estaba temblando; me pegué a su cuerpo y lo abracé para que sintiera un poco más de calor.
– ¿Mejor? 
– Aún sigo con un poco de frío. – lo abrazo más fuerte.
– ¿Ahora?
– Mucho mejor.
– Bueno, mí pobre angelito, ¿Cómo terminaste tan helado?
– ¿Si te digo, prometes no golpearme?
– Sabes que no puedo prometer eso. Siempre tendré una razón para golpearte. – no lo ví, pero estoy segura de que rodó los ojos.
– Tomé prestadas las llaves de la entrada y salí de la escuela.
– ¡¿Que hiciste qué?! – lo golpeo en el estómago.
– ¡Auch! 
– ¡Espero que te haya dolido, lo merecías! ¡¿Acaso no sabes lo peligroso que es salir a la calle, sin abrigo, con una helada?! ¡¿Qué es lo que querías probar?! ¡¿Tu resistencia al frío?!
– Shhhhh, no grites. Despertarás a toda la escuela. – es cierto, olvidé la hora que es; miré hacia los lados para corroborar que seguían durmiendo. Efectivamente, nadie despertó. – Sólo quería... Necesitaba salir. – su voz sonó rota. Realmente estaba mal. Comenzó a reírse. 
– ¿Acaso tienes bipolaridad? ¿Qué es lo que te causa tanta gracia?
– Te preocupaste por mí. Admítelo, es gracioso.
– ¿Qué es lo gracioso?
– La primera vez que hablamos. Si luego de eso te hubieran dicho que un día te ibas a preocupar por mí, también te habrías reído a carcajadas.
– Tal vez.
– ¿Por qué "tal vez"?
– Porque entonces no te detestaba. 
– ¿En serio? Creí que me odiabas.
– Sabía que lo que hiciste por mí hermano, no lo habías hecho por ningún otro amigo. Si él vió lo bueno en ti, ¿Por qué yo no?
Permanecimos en silencio hasta quedarnos dormidos.
Desperté abrazada a él, pero yo traía el abrigo con el que lo había cubierto a regañadientes. 
Dustin Rosser, eres imposible.



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En el texto hay: misterio, drama, amor

Editado: 15.04.2019

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