¿Decepción? ¿Dolor? No, esas palabras no alcanzan para describir lo que siento ahora.
Los seres humanos tendemos a lastimar a los que nos rodean, incluyendo a las personas que consideramos importantes en nuestra vida. Es inevitable, en algún momento vamos a herir los sentimientos de alguien o nos van a romper el corazón a pedazos a nosotros. Pero saber eso no suaviza el golpe, aún así duele, y no puedo poner en palabras cuánto. Me lo suponía. Cuando vinieron sus amigos a felicitarlo lo supe. Adoro tener la razón pero en casos como éste, prefería equivocarme. Ví su rostro tornarse blanco mientras me observaba con sus ojos llenos de culpa, y en mí mente no paraba de repetir "dime que no fue tu idea". Dustin Rosser, me equivoqué contigo. Te idealicé, estimé y quise más de lo que te merecías. No lloro porque tú me dueles, lloro porque nunca debí haber confiado tanto; era una persona fría y desconfiada antes de conocerte, tal vez debí seguir así.
Estuve toda la noche llorando y maldiciendo en mí cabeza. Jake se mantuvo despierto durante casi toda la madrugada, abrazándome, consolándome, intentando que pare de llorar, en vano. Lo único que quería hacer era gritar, correr, golpear o romper algo y llorar, eso por sobretodo lo anterior. Cerré los ojos rogando al cielo que sea una pesadilla, esas en las que sientes que sueñas despierto, de las que te despiertas sudando por lo reales que son, pero no era un mal sueño.
Me levanté antes que los demás porque en realidad no había logrado dormir en toda la noche; me dirigí a los sanitarios, recordando que allí, mí hermano, golpeó a un imbécil que creíamos era sospechoso, cuando el verdadero culpable caminaba con nosotros. Sentí unas lágrimas acariciando mis mejillas; me paré frente al espejo y observé.
– Eres una idiota, ¿lo sabés, verdad? ¿Por qué de pronto confiaste? – Señalé mí reflejo – Eres fría, no debes sentir. No. Sientas. No. Sientas. No. Sientas.
– A ver si puedes sentir esto. – Dí la media vuelta para descubrir a la dueña de esas palabras, grave error. Recibí un puñetazo en el estómago que casi me dejó sin aliento. – ¿Dolió? Casi tanto como las supuestas cirugías que nombraste en tu diario. – Intenté ponerme de pie, pero una patada en la espalda me impidió hacerlo. Alcé mis ojos y la ví. Amy Todd. Familia rica, rechazada por las porristas años anteriores, por ser algo brusca, y superficialmente hermosa. Consiguió ser aceptada por su dinero, se adueñó de los pasillos en la escuela y es temida por gran cantidad de alumnos, incluyendo a las porristas.
– Sabes que nunca haría públicas esas cosas. – mí voz se oye con dificultad.
– Como si fuera a creerte eso. Es claro que querías llamar la atención y robarme protagonismo. Tú misma lo escribiste. – Lo había olvidado. Hace tiempo quise ser como ella, tiene una reputación envidiable, sin mencionar que su físico es impresionante, pero lo que más admiro es lo temible. Todos en la escuela saben que si ella habla, deben callarse o habrá consecuencias. Nadie puede lastimarla, ella es quien lastima. Supongo que debí mencionar esas cualidades destacables, en lugar de recalcar defectos casi minúsculos para no sentirme tan mal conmigo misma.
Otro golpe en la cara. Éste sangró.
– Te admiro.
– ¿Qué? – Estaba a punto de darme otro golpe y se detuvo.
– Lo que has oído. – Me ayuda a ponerme de pie. – Desearía ser como tú. Esto que me sucedió, nunca te hubiera pasado a ti. Eres fuerte, hermosa, tienes dinero pero no has ganado respeto por ello. Recibes respeto porque nadie se atreve a contradecir lo que dices o haces.
– Te equivocas. No soy fuerte. – se recuesta contra la pared y se deja caer. La imito. – Mis padres tienen dinero, pero eso es lo único que tienen en común.
– Además de ti. – ríe con ironía.
– No, a mí no. – traga saliva – Soy adoptada. – abro los ojos como platos. Iba a decir algo pero ella continuó hablando. – Soy noruega; mis padres biológicos eligieron gastar dinero en drogas antes que en una hija. Con cuatro años, me dejaron en medio de la calle para que algún auto se detuviera, si es que no me atropellaba primero. Recuerdo una Ferrari lustrada con una mujer hermosa dentro, se acercó a mí preguntando mí nombre y edad. Corroboró que no hubiera nadie cerca a cargo, me tomó en sus brazos y me llevó con ella.
No quería saber absolutamente nada que tuviera que ver con mis padres biológicos, así que hablé con los adoptivos y, ya que ellos tienen bastante dinero, me pagaron una cirugía plástica para que transformaran mí rostro en uno parecido al de ellos. Juraron nunca hablar de esto con nadie hasta que yo estuviera preparada. El resto es historia. – me sorprendió que habló de su pasado tan abiertamente, con tanto detalle, pero no derramó ni una sola lágrima. – Seguro no comprendes cómo hablo de esto casi sin sentimiento. – ¿Es psíquica? – Me prometí que no volverían a hacerme daño. No sentir es la mejor manera. Si te involucras con las personas, pueden herirte y provocarte sentimientos. No lo permito; no soy fuerte, pero si aparento serlo, algún día será real.
– No sé qué decir...
– Lo siento por los golpes.
– No te preocupes, lo entiendo. Tienes una buena patada. – reímos juntas, pero realmente me dolió. – Gracias por confiar en mí.
– Eres la primera. – se pone de pié y sacude el polvo en su pantalón. – No olvides ser fuerte, y si no lo eres, aparenta.
– Lo intentaré. – me dedicó una sonrisa seguida de un guiño y abandonó el lugar.
Me puse de pié, con algo de dolor en la espalda, y regresé al gimnasio.
Dustin me vió llegar y casi que corrió en mí dirección. Se detuvo a unos centímetros, su piel se erizaba como si fuera metal y la mía un imán. Noté que quería abrazarme, cerró los puños para contenerse. Yo solo lo observé. Debajo de sus ojos se encontraban unas ojeras violetas, al perecer no durmió en toda la noche. Sus ojos estaban rojos y entrecerrados, como de alguien que acaba de llorar o que no ha parado.
– Jeany, por favor, esto está matándome. – su labio inferior comenzó a temblar. Pero me mantuve indiferente a sus expresiones, a pesar que estaba atenta a cada una de ellas.
– Lo hubieras pensado mejor. – la frialdad en el tono de mí voz pudo haber congelado Sudamérica. Él lo notó.
– De veras lo lamento, fue algo que hice sin pensar, yo... – estiró su brazo y me aparté antes de que pudiera tocarme. – Entiendo... Sigues enojada.
– Eso fue lo único real que has dicho hasta ahora. Estás en lo cierto. – Cerró los ojos como si no tolerara escucharme hablándole de esa manera.
– ¿Qué te he dicho sobre acercarte a mí hermana, Rosser? – Jake apareció detrás de Dustin con toda la intención de golpearlo una y otra vez sin parar.
– Tranquilo, ya se iba. – Como si recibiera premio por obedecer, se marchó sin oposición alguna.
Mí hermano me rodeó la cintura con su brazo y no pude evitar la mueca de dolor. Él lo notó.
– ¿Quién fue?
– Dormí mal, eso es todo.
– Patrañas. – levantó mí blusa por detrás. – Tienes un moretón, te patearon. No mientas.
– Jake, tranquilo, estoy bien. Ya pasó.
– ¿Fue por culpa de ese imbécil, verdad? Ésta vez juro que se arrepentirá de lo que hizo. – estaba a punto de caminar en dirección a Dustin, pero lo detuve.
– No merece la pena, déjalo. La indiferencia es su peor castigo. – Me observó sin estar muy convencido pero al final cedió.