Los días pasan cada vez más y más lento; el reloj parece ir en reversa. Desperté hace rato, pero no quiero que lo sepan, es mí manera de evitar las burlas y la realidad. Comienzan con mí cuerpo; expresé lo acomplejada que me sentía con mí apariencia física, y resalté todos y cada uno de los que considero mis defectos. Al parecer yo era la única que los notaba, ya que comenzaron a resaltarlos luego de leer lo que escribí. ¿Sabes qué? Estoy harta. Esto me pasa por confiar; por sentir; por creer. Se acabó.
No. Más. Ya no confiaré en las personas equivocadas; ya no me utilizarán por lástima; ya no volveré a lo que era. No. Sientas. No. Sientas.
— ¿Sabes que es estúpido lo que intentas hacer, verdad? — Jake está parado junto al espejo donde me observo. No le respondo. — Este intento de vestuario de chica-mala-sin-sentimientos, es solo superficial. Tú no eres así.
— Lo seré ahora. — le respondo mientras me aplico delineador negro debajo de los ojos. — ¿Y bien? ¿Qué te parece? — Me volteo a ver a Amy quien está recostada en el marco de la puerta.
— Te falta algo... — entrecierra los ojos — ¡Lo tengo! — se agacha y rebusca en su mochila. — ¡Aquí estás!
— ¿Acondicionador y fijador? ¿Para qué quiero eso?
— ¡¿Cómo tienes espacio en tu mochila para los libros?! — espeta, Jake, indignado. Amy solo se limita a mirarlo y es suficiente para que no diga ni una sola palabra más. Sonreí ante la situación; los imagino como pareja, sería divertido tenerla en navidades o año nuevo.
— Tú déjame a mí. Sé lo que haré contigo. — Esa oración me dió más miedo que seguridad, pero prefiero no contradecirla.
Amy casi que arrancó la coleta de mí cabeza, y comenzó a pasarme el peine para luego aplicar el acondicionador; secó mí cabello en el seca manos, el cual funcionó bastante bien. Una vez seco, acomodó mis rulos de manera extravagante pero peinada y prosiguió con el fijador.
— Magnifique perle.
— ¡Paren de hablarme en otros idiomas! ¡Con suerte domino el español! — Ambos comenzaron a reírse.
— Ven, acércate. — Amy me toma de los hombros y me empuja hasta el espejo. Quedo boquiabierta al ver el resultado; mí cabello ondulado cae sobre mis hombros de manera perfecta y hermosa; las pestañas tienen un volumen espléndido y agrandan mis ojos oscuros; el labial marrón es unos tonos más oscuro que mí piel y ensancha aún más mis labios; el delineado de gato llama la atención a pesar del largo de las pestañas. Viéndome así, aparento una seguridad impensable. — La apariencia superficial, ayuda a la interior. Debes creer que no te interesa lo que digan, nada te afecta; eres amable con quienes son dignos de tu amabilidad, y casi nadie lo es; ¿Amor? ¿Qué es eso? ¿Se come? Eres fría. Si puedes no sentir, nadie volverá a lastimarte. Recuerda eso; tú mereces todo, pero nadie te merece a ti.
— Aún falta algo... — Jake se rasca la barbilla. — Ahora regreso. — Amy y yo nos observamos sin comprender. Unos segundos después, regresa con una chaqueta negra de cuero.
— ¿De dónde sacaste eso?
— Estaba en objetos perdidos. No la han reclamado en años; hasta creo que la dueña ya no asiste a la institución. — explica mientras me ayuda a colocarme la chaqueta.
— Bueno... ¿Qué opinan? — Me paro de frente para que puedan apreciar todo el conjunto. Amy tiene una sonrisa de oreja a oreja y una emoción indiscutible; Jake sonríe de lado y asiente con la cabeza como extra de un video musical de rap. — De acuerdo... Llegó la hora.
— Así es, amiga mía.
— Es tu momento de brillar, hermanita. — Ambos se paran detrás de mí en lados opuestos. — ¿Lista?
— Nací lista. — Con paso firme comencé a practicar mí seguridad en el pasillo. Saber que mí hermano y única amiga estaban allí, me ayudaba mantenerme en pié. Las pisadas se volvieron potentes; el autoestima casi no parecía fingido; me sentía poderosa, única; me sentía yo.
Irrumpí en el gimnasio con tal seguridad envidiable, casi todas las miradas se posaron en mí; los estudiantes se observaban entre ellos y se hacían preguntas, intentaban confirmar si era realmente yo quien había entrado. Jake y Amy caminaban detrás de mí como guardaespaldas. Me paré justo en medio del gimnasio y aprovechando la atención de todos, no perdí oportunidad en hablar.
— ¡Escuchen bien, imbéciles! — Mí voz retumbó en todo el lugar. Nunca había sentido tanto poder. —A partir de ahora se acabó ¿Me oyen? No saben con quién se están metiendo.
— Creo que con la chica que le teme a las personas disfrazadas. — un comentario bastó para que todos volvieran a burlarse de mí. Pero eso no duró demasiado.
— ¡Oigan! Ratas inmundas; renacuajos despreciables y asquerosos. — la voz de Amy hizo callar a toda la escuela. — Ésta chica de aquí, es mí amiga. Si vuelvo a escuchar o ver que alguien se ríe, comenta o siquiera respira, cerca de ella, se las verá conmigo.
— Y conmigo. — Jake se para junto a ella y ambos se observan con complicidad cruzados de brazos. Todos permanecían en silencio.
Mirando entre los presentes, ví a Dustin. Tenía los puños cerrados; estaba lleno de impotencia, lo veía en sus ojos, hubiera deseado golpear al que me interrumpió; respiraba pesado, si estuviéramos afuera, se vería humo saliendo por su naríz. A pesar de la furia, noté que su tono de piel había vuelto a la normalidad; sus labios recuperaron ese rojizo característico y soñado. Me obedeció, por lo menos ahora sé que se alimenta. No creí que mis palabras tuvieran tanto peso sobre él, es reconfortante e impresionante saberlo.
El show acabó. Todos comprendieron las consecuencias que conllevan molestarme, al menos eso espero.
Dustin está caminando hacia mí. Amy lo vió venir y está distrayendo a Jake para que no irrumpa en la situación.
— Así que... ¿Chica mala?
— Eso parece. — Lo observo con indiferencia para que no le vea futuro a la conversación. — Adiós, Rosser.
— Aguarda. — me sujeta con fuerza del antebrazo pero sin herirme. — Lo que dijiste ayer... ¿Era cierto? ¿Ya no hay nada que pueda hacer para que me perdones?
— Sí. Es cierto. — me suelto con brusquedad de su agarre y comienzo a caminar en la dirección contraria.
— ¡Jeany, te quiero! — abundó el silencio. Me paré en seco. — ¿Me oyes? ¡He dicho que te quiero! — sigo de espaldas a él. — ¡Puedes ignorarme; tratarme con indiferencia y ser más fría que el maldito hielo, no me interesa! — comienza a caminar hacia mí hasta quedar a unos pocos centímetros. — Eso no cambiará lo que siento.
— ¡¿Te parece justo?! ¡Esparciste mis secretos por toda la escuela! Y yo intenté sonreír; fingir una estabilidad mental que no tengo en éste preciso momento. Pero cada vez que me acuesto, ruego a gritos que haya un shock de amnesia para no sentirme desnuda en frente de cada maldito estudiante. — Me acerco aún más, casi hasta rozar nuestra narices. — Así que deja de observarme como si quisieras ver a través de mí, porque no volveré a caer en el encanto de tus ojos. Deja de andar por la vida como si una linda sonrisa y un buen peinado fueran suficientes para zafar de cualquier situación; ni siquiera puedo respirar cerca de ti sin sentir olor a basura. — Dustin estaba atónito. Parece que se ha quedado sin palabras; Amy está intentando detener a Jake para que no le dé una golpiza; ningún estudiante se está perdiendo el show.
— ¿Por qué no lo admites? — estaba alejándome cuando Dustin habló de nuevo. — Tú no me odias. Te repudias a ti misma por amarme. — regreso a donde estaba con brusquedad y le doy una bofetada que deja su mejilla roja.
— ¡¿Sentiste eso?! Este fue el único contacto real que hubo entre nosotros.
— ¿Qué me dices del beso?
— Cállate Rosser. — Jake lo interrumpe.
— ¿De qué hablas, Dustin? — retrocedo unos pasos atemorizada.
— Luego de cantar en la biblioteca; en las escaleras.
— Imposible. Fue un delirio; tuve fiebre. Tú... — pausa — estuviste ahí.
— Sí, estuvimos ahí. — Mí hermano se suelta del agarre de Amy y viene corriendo hacia nosotros.
— ¿"Estuvimos"? — lo observo a Jake con desconfianza. — ¿Qué me hicieron?
— Jaeny, yo no sabía lo que era...
— No puede ser... — lo interrumpo y empiezo a retroceder con aún más miedo. Ambos intentan acercarse pero yo no dejo de alejarme. — ¡¿Dejaste que me drogara?! ¡¿Todo por un maldito beso?! — dirijo mis ojos a Dustin, quien se ve borroso por las lágrimas. — ¡Pudiste decirme que lo olvidara!
— No lo entiendes, no fue así. Yo...
— ¡No digas ni una sola palabra más, Rosser! Ya me has lastimado demasiado. — me giro a ver a Jake — Y tú... Eres mí hermano, él es tu mejor amigo ¿Cómo pudiste ponerme por encima de él? — todo está dando vueltas; escucho las voces con eco. Ya no siento mis piernas. Me desmayo.