Cuarentena

Día: 25

¿Tristeza? ¿Soledad? ¿Decepción? ¿Acaso no existe una palabra aún más grande que combine todos los sentimientos horribles existentes?
Si Dustin Rosser quiere herirme, puede hacerlo, como todos y cada uno de los estudiantes presentes. Puedo tolerarlo. Pero, ¿Jake? Por el amor de Dios... Es familia ¡¿Cómo pudo hacerme esto?! No puedo siquiera dormir por pensar en que así fue como lograron drogarme.
Ahora mismo, Amy, es la persona más leal que tengo... A no ser que eso quieren que crea; tal vez están creando otro plan para una broma y me colocan en una situación que me obliga a confiar en la única persona que ha demostrado ser diferente a los demás. Es decir, ¿por qué de pronto Amy Todd, la chica más influyente de toda la escuela, con una reputación y físico envidiables, querría hablarme? Obviamente es parte de un plan. Seguramente están creando una broma enorme y esperan que exprese todas mis debilidades en alguien de confianza... Eso me recuerda... ¡Las conversaciones con Austin Gillespie! ¡Han estado controlándome con él! Es obvio que también es parte de todo esto. No estoy loca.

- Hola, Jeany. Te traje algo de desayuno. - Amy se acerca a mí con una bandeja que sostiene un tazón repleto de frutas acarameladas.
- ¿Dónde está el truco? ¿Pisaron una pastilla y la mezclaron en la fruta? ¿Eh? ¿Intentan que olvide lo que sucedió así poder hablarme sin ningún impedimento?
- ¿De qué hablas? Jeany, vamos, no creerás que estoy armando un complot en tu contra con Dustin y Jake. - se sienta y coloca la bandeja sobre sus piernas. - Entiendo por lo que estás pasando... Cuando un familiar te traiciona, es imposible no desconfiar de los demás. - suspira - Depositar confianza en los demás no es fácil, créeme, lo vivo a diario. Pero si yo tuviera algo en tu contra, no estaría aquí, con una ensalada de frutas bien dulces para levantarte el ánimo. - transporta la bandeja, de sus piernas, a las mías. Dejo caer una lágrima sobre un trozo de ananá. 
- Es difícil, ¿sabes? A veces tan solo espero que esto sea una gran pesadilla y que el dolor desaparezca de pronto porque nunca fue real. - limpio mí naríz con el dorso de la manga. - Hay momentos en la noche en los que no puedo parar de llorar; me cubro el rostro y sobre todo la boca, ahogando todos los sollozos posibles. He pasado más tiempo llorando que respirando. He llegado al punto en el que estoy tan acostumbrada a la tristeza que hasta la considero parte de mí personalidad. Lo peor de todo esto es que les molestaba cómo era antes, pero ahora que cambié, no les agrada tampoco.
- Sí, te entiendo. Ahora todos se enojan si los "maltratas". Les molesta que seas indiferente, que no llores; no pueden creer que desconfías. Y lo irónico es que, muchas de esas personas, son la razón de que ahora seas tan fría y distante.
- Exacto. - gatea hasta llegar a mí lado y vuelve a sentarse.
- Míralos. - apunta hacia donde se encontraban Jake y Dustin. - Parecen destrozados, ¿verdad? - asiento - Eso es lo que tú sientes justo ahora: dolor; injusticia; decepción; angustia. Todos y cada uno de esos sentimientos se acumulan en el ambiente a tu al rededor para que puedas traspasar a los culpables con ellos como si fueran balas.
- ¿Disparo lo que siento?
- Exacto. En éste preciso momento están sintiendo todo lo que tú sientes. Eso, amiga mía, se le llama karma.
- ¿Crees en el karma?
- Creo que cuando la sociedad no ofrece la justicia que te mereces, el universo se encarga de defenderte. Ese es tu mecanismo de defensa. Úsalo. 
Y eso hice; enfoqué todo mí dolor e ira en cada mirada. Ojalá funcione, Amy.

Vino entonces a mí mente un recuerdo de la infancia. Era la navidad del año 2010, una de las mejores. En ese momento manteníamos contacto con toda mí familia: tíos, primos y abuelos; decidimos pasar las fiestas juntos e irnos de vacaciones para año nuevo.
Mamá preparó un pavo relleno con arvejas, tocino, huevo duro y trozos de queso fresco. Mí abuela hizo su famoso jamón con salsa agridulce; y no podía faltar la parrillada del abuelo combinada con la exquisita ensalada rusa de la tía. 
Ese año, por decisión unánime, elegimos realizar nuestro primer "intercambio de regalos". Por medio de un sorteo, escoges un nombre al azar y a esa persona debes hacerle un regalo; el límite de dinero eran cincuenta dólares.
Al día siguiente, fuimos al centro comercial con mamá para elegir y comprar los regalos; ya que eran épocas festivas, habían juguetes por doquier. Recuerdo que en el centro de la juguetería se encontraba Mary Lu, una muñeca nueva que costaba trescientos dólares, era demasiado, y mamá no podía comprarla.
La noche de Navidad colocaron debajo del árbol todos los presentes, entre ellos había uno que sobresalía de los demás porque era bastante grande; deseaba que fuera el mío. 
Ya era momento de entregar los obsequios a sus respectivos dueños, para mí sorpresa y notable felicidad, el más grande era mío. Podrán imaginar la emoción cuando quité el envoltorio y descubrí que era la muñeca que yo anhelaba.
Cuando comenzaron las clases, le rogué a mamá si podía llevar a Mary Lu a la escuela como lo hacían mis compañeras. De tanto insistir, acabó cediendo, con la condición de que volviera a casa intacta, de lo contrario no permitiría que llevara otro juguete al colegio. Trato hecho.
Yo no era una niña muy sociable, pero gracias a la muñeca mis compañeros se acercaban a hablarme. En ese momento no entendía que lo que querían era a Mary Lu y no a mí. 
Al día siguiente, dejé a la muñeca en casa; nadie me habló, ni miró, mucho menos notaron mí existencia. Lo mejor de todo eso, fue que yo no me puse mal, siquiera lloré; estaba en mí mundo; subí al columpio y me quedé allí el resto del recreo.
Era tan inteligente de niña... No me importó si alguien no me quería, estaba despreocupada de que notaran mí presencia, es más, prefería que no se acercaran. Estar conmigo bastaba. ¿Qué cambió? ¿Por qué ahora me preocupa tanto agradarles?



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En el texto hay: misterio, drama, amor

Editado: 15.04.2019

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