Cuarentena

Día: 35

En estos momentos extraño las historias clichés que Dustin tanto odia. Desearía que mí vida fuera así; que los únicos problemas sean no saber qué usar para el baile; dejar caer mis libros en una biblioteca y que el amor de mí vida los recoja para mí; estar rodeada de amigas y que ninguna hable a mis espaldas; hablar sobre temas "tabú" sin dudar en si van a juzgarme o señalarme. Bueno, en resumen, todo lo que no incluye la vida real. Si esto fuera una novela cliché, ahora mismo mí miedo más grande sería romperme una uña.
Soporté insultos; golpes; invasión a la privacidad; burlas; miradas. ¿Aún creen que no tuve suficiente?

Tal parece que el clima ha comenzado a mejorar, una luz solar radiante casi perfora mis pupilas al pasar a través de las ventanas en la biblioteca. Sí, decidimos escapar hacia la biblioteca, ¿qué extraño, verdad? Nótese la ironía. Obviamente vendríamos a escondernos aquí, no tengo otro "lugar seguro". Aunque ahora mismo, la secundaria en su totalidad, no es mí lugar seguro. No importa donde vaya o si intento esconderme, siempre logran localizarme. 

Dustin se remueve; abre los ojos un poco y me dedica una sonrisa.
— Así que no fue un sueño... Eres real.
— De acuerdo, querido Romeo, levántate. — me incorporo esperando que él haga lo mismo, pero tan solo se limita a observarme con una sonrisa en su rostro. — ¿Qué sucede? ¿Tengo algo en el rostro?
— Lo siento, es que te pareces demasiado a mí primer amor. — se incorpora y deja su rostro a tan solo unos centímetros del mío. 
— ¿Soy tu primer amor? — muerde su labio inferior mientras observa los míos. Siento un escalofrío.
— El primero y el único. — le dedico una sonrisa y me acerco lo suficiente para hacerle creer que le daré un beso, pero me pongo en pié estando a tan solo unos milímetros. 
— ¡Eso sí que es maldad pura! 
— Así es como demuestro mí amor, deberías estar feliz. — entonces se pone de pié y comienza a perseguirme entre las estanterías de la biblioteca. Obviamente, yo escapaba. Parecíamos dos niños, pero no me importaba, nadie nos veía, era nuestro momento, solo nosotros y así es perfecto.

Llegó ese momento característico que nos recuerda que somos humanos. Si, así es: hambre. Se supone que nadie debe saber que estamos aquí, pero se vuelve un reto casi imposible cuando tú estómago ruge al igual que un león furioso. Uno de nosotros podría escabullirse, buscar algo de comida y regresar, pero, ¿qué tal si nos descubren? La directora nos obligaría a volver al gimnasio, sin mencionar que incluso puede llegar a darnos una amonestación, ya tengo una y no necesito dos. Pero tampoco puedo arriesgar a Dustin, si lo atrapan será mí culpa. Sabía que no era buena idea que vengamos ambos, debí haber hecho esto sola, él ya ha demostrado que le interesa mí bienestar y que se preocupa por mí. Tal vez si no habría dicho esas cosas él se hubiera quedado. Creo que a veces es mejor que me guarde mis estúpidos pensamientos y deje que las cosas fluyan a su manera, sin presiones. Si tiene que ser, va a ser.

— Decidido, iré yo. — Dustin se pone en pié y comienza a caminar en dirección a la salida. Me incorporo a gran velocidad y corro de la misma manera para detenerlo.
— No, aguarda, quédate. ¿Qué tal si te atrapan? — ríe. 
— Jeany, no saldré al mismísimo apocalipsis zombie, tan solo iré a buscar algo de comer. No veo el peligro. 
— Una amonestación, ¿te parece poco? — se encoje de hombros y me esquiva para continuar con su camino. 
— Oye. — se voltea. — Gracias... por todo. Esto no sería lo mismo sin ti. 
— Casi parecemos los personajes de una de tus novelas clichés, ¿verdad?
— No, lo nuestro es mejor. — sonríe y luego me guiña el ojo antes de abandonar la biblioteca. Ojalá lo consiga.

Ya han pasado unos quince o veinte minutos, seguramente lo atraparon; ahora debe estar llenando los papeles para una amonestación; es mí culpa; debí haber ido yo; el hambre dura tan solo veinte minutos, hubiéramos resistido; eres una idiota, Jeany, arriesgas al único que siempre hizo todo por ti, era tu oportunidad de devolverle el favor. Se lo debes.  
Terminando mí lluvia de acusaciones, veo a Dustin entrar por la puerta, pero junto a la directora, me lanza una mirada de "lo lamento" y continúan caminando hasta que ambos quedaron frente a mí. 
— Así que... — la directora se cruza de brazos — ¿la parejita se ha fugado?
— No fue por gusto. — respondí con la cabeza gacha — Sentí que no tenía elección y él insistió en venir conmigo. Si va a castigar a alguien, es a mí, Dustin no tiene nada que ver en esto. Fue mí idea. 
— Jeany, — levanta mí rostro con su mano desde el mentón. — no he venido a castigarte. 
— ¿Ah, no? — sonríe compasiva. 
— No. Yo también estaba viendo esa obra, castigue a los responsables, pero han sido tan injustos contigo, me incluyo. No supe por lo que estabas pasando y ni siquiera me tomé el tiempo de preguntar, es lo que una buena directora hubiera hecho. Pero, quiero redimirme, haremos justicia, por todo lo que has estado aguantando hasta ahora. 
— Creo que no acabo de entender lo que intenta decirme. 
— Ellos tomaron tus secretos e hicieron de tu vida un show como si tuvieran el derecho. — asiento. — De acuerdo, ¿qué te parece dar vuelta los roles? Ya que ellos conocen tus secretos, ¿por qué no conocer los de todos?
— ¿Pondremos un confesionario como la iglesia católica? — ríe. 
— Algo parecido. Todos deberán hablar; nadie miente; un libro abierto de los estudiantes de la secundaria. Si creen que tienen el derecho de juzgar, veremos de qué manera lo toman cuando ellos sean los juzgados. 
Aceptamos la propuesta de la directora, tal vez esto tranquilice las aguas y puedan dejarme en paz de una vez por todas. 
Al menos ya no seré la única transparente.



#10676 en Joven Adulto
#40125 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, drama, amor

Editado: 15.04.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.