Bueno, llegó el día. He dado vueltas y vueltas en mí cabeza, intentando convencerme de que esto no acabará en un caos, y si llega a suceder, no será mí culpa.
Respiro hondo una y otra y otra y otra vez, necesito relajarme, en mí vida había estado tan nerviosa. Por un lado, debo admitir que estoy algo emocionada porque descubriré quiénes son en realidad, sabré sus secretos. Pero por otro lado, sé lo horrible que es el hecho de que todos sepan tus pensamientos más oscuros; las situaciones incómodas que intentabas ocultar hasta la muerte; aquellos amores fallidos; tristezas; alegrías; lo que sea. Por más mínimo e insignificante que parezca, es tuyo, si querrías que alguien más lo supiera tan solo debías contarlo y ya, si no lo has hecho debe ser por una razón lógica: todos tenemos derecho a la privacidad. Es increíble que esté pensando esto; estos chicos ni siquiera me agradan, han hecho mí "estancia" en éste lugar una pesadilla. Pero de igual manera, nadie debería pasar por eso. No hay razón para exponerse de esa manera, es decir, ¿Hacia dónde nos lleva esto?
Dustin está intentando cambiarle las baterías a una linterna, las cuales al parecer no están cargadas, las ha estado colocando de distintas formas y en ningún caso funciona.
— ¿Crees que soy mala persona? — la pregunta lo toma por sorpresa y se detiene un momento sin dejar de observar la linterna en su mano.
— No comprendo, ¿a qué viene la pregunta? — me dedico a juguetear con mí brazalete.
— Bueno... He estado pensando...
— ¡Oh, por Dios santo! — me interrumpe — ¿De veras has pensado? Quién lo diría... los milagros son reales. — lo golpeo en el brazo y el comienza a reír.
— Ya basta, Dustin, hablo en serio.
— De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Continúa.
— Tal vez esto no sea buena
idea... — abre los ojos como platos, se sujeta el pecho y su cuerpo se tensa.
— ¿Estás rompiendo conmigo?
— ¡¿Qué?! ¡No! — suspira y vuelve a relajarse. — Me refiero a que quizás no deberíamos hacer esto de las confesiones, es decir, ¿qué sentido tiene?
— Janneth Montgomery, mí novia, la vengativa, ¿acaba de decir que no quiere venganza? ¿ Serías tan gentil de pensar eso? Aguarda, — se sujeta la cabeza — creo que tengo un mareo, sobredosis de enamoramiento.
— Lo sé, es raro que yo sea quien dice estas cosas, aún no me lo creo, pero ¿qué tal si esto se vuelve un caos y me culpan a mí?
— De acuerdo, muchachos, tranquilos, ya volvió la chica de la que me enamoré. Jeany, esto no causará un problema, y en caso de que así sea, no es tu culpa. Tú no querías que esos secretos salieran a la luz, por mí es que esto está sucediendo. — sostiene mí rostro entre sus manos — Si esto tiene malas consecuencias, será mí problema, no el tuyo, ¿de acuerdo?
— De acuerdo. — acaricia mis pómulos con la yema de sus pulgares; me dedica una sonrisa antes de besarme. Ya me siento mejor.
Suspiro y sujeto con fuerza la mano de Dustin. Llegó la hora.
La directora acomodó a los estudiantes menores sentados en círculo; explicó que iría desde los cursos más pequeños hasta los más grandes, me pareció bien, dejemos lo mejor para el final. Advirtió que se lo tomaran en serio y que no hay límites; se supone que debemos ser como un lugar seguro; nadie se ríe, ni comenta, ni señala, ni susurra, solo escuchamos. Las reglas son de ésta forma: será una especie de "juego de la botella". La directora estará en el centro, junto al profesor de psicología, para hacer girar una linterna; quien sea alumbrado deberá ponerse de pie, acercarse al centro decir su nombre, apellido y luego contar sus secretos con la linterna en mano; una vez que termina, sale del círculo y éste se achica. Así sucesivamente hasta que hayan hablado todos. Me pareció algo sencillo y justo, así que, veamos qué sucede.
La linterna comienza a girar, alumbrando los aterrorizados rostros de los estudiantes; gira más despacio y se detiene en una chica completamente vestida de negro; se pone en pié desganada, al parecer no le interesa si saben sus secretos o no, es más, ni siquiera creo que vaya a mentir.
— Hola, mí nombre es Abigail Towers. Probablemente ninguno de ustedes se tomará esto en serio; yo lo haré sólo porque sé lo que se siente, caminar por los pasillos y que te señalen como si fueras atracción de feria medieval; que susurren cerca de ti creyendo que no vas a oírlos, como si siempre hiciéramos caso omiso a las opiniones de los demás, si crees eso, claramente nunca los han desechado como si fuesen basura. — sube la manga de el abrigo que trae puesto y apunta a su brazo con la linterna. Cubro mí boca al ver las marcas de cortadas; varios tuvieron la misma reacción que yo al verlas. — Esto que ven aquí no fue una tarde de aburrimiento. Fueron un cúmulo de años y años de sentir que no valgo la pena, ¿adivinen quién tiene la culpa? Oh sí, ¡sus malditos comentarios! ¡¿Creen que esto es broma?! Pueden tocarlas y confirmar que son reales ¡Ya no me importa! ¿Saben por qué? El día que intenté suicidarme esperaba que alguien viniera corriendo a salvarme y me rogara seguir con vida, pero eso no iba a suceder. Entonces tuve que elegir, sus vidas o las mías, elegí vivir. Tienen suerte de no haberse topado con el cadáver de esa chica desangrado en el baño, ¿creen que exagero? ¿Por qué no le preguntan a mí hermana? Oh, aguarden, ella sí se suicidó, luego de que se burlaran por ser huérfana y haber estado en prisión por un maldito día. No sé ustedes, yo preferiría quedar como una idiota por no reírme de el raro de la clase, a descubrir que se suicidó a causa de mis burlas. — se pone de pié con linterna en mano — Bienvenidos al siglo XXI, amigos, donde importa más mantener una reputación que salvar una vida. — todos se observaban entre sí, nadie decía nada. El silencio era ensordecedor. — Oh, y antes de irme, un par de secretos: a los nueve años me orine en clase, culpe a la mascota y luego recordé que no teníamos una. Usé pañales hasta los cuatro porque ví en unos dibujos animados cómo escondían una serpiente en el retrete y tenía miedo de que cuando yo me sentara, saliera y me mordiera. Hasta el año pasado estuve enamorada de mí mejor amigo, quién ahora sale con mí otra mejor amiga. Sí, Nick, estaba enamorada de ti. — observa a un chico sentado en el círculo que tiene una cara de sorpresa increíble. — En resumen, esos son mis secretos y creo que ya hablé lo suficiente así que... Suerte para los demás, supongo. — le entrega la linterna a la directora, la cual estaba boquiabierta por lo que acababa de escuchar; intercambia miradas con el profesor, dudando en si esto fue una buena idea, pero al final prosigue sin problema.
Coloca la linterna en el suelo y la hace girar nuevamente. El juego continúa.