Leyla despertó con la espalda adolorida por dormir en el frío suelo. Aun desorientada miró alrededor para descubrir que todos seguían dormidos cual sacos de patatas. Jason roncaba suavemente, un sonido al cual ella estaba acostumbrada, pues solían dormir en el taxi de regreso a casa de la escuela, tras un día de actividades académicas tediosas y cansado entrenamiento en el campo de fútbol.
A diferencia de sus amigos, a ella le gustaba levantarse temprano, disfrutaba observar el amanecer desde que tenía memoria; en cuanto aprendió a usar el teléfono le hablaba a su tía a las seis de la mañana para que la acompañara al techo, afortunadamente Aurora siempre había vivido cerca y no tenía problema en llevar a su pequeña sobrina a la azotea, donde se sentaban en silencio a ver la aparición de los primeros rayos del Sol. “Así me rinde más el día” decía cuando le llegaban a preguntar por qué se levantaba antes del amanecer, pero en realidad le gustaba el silencio que reinaba a esa hora en la bulliciosa ciudad, un silencio absoluto que sólo era interrumpido por el suave canto de los pájaros.
Se levantó en silencio, no quería despertar a sus amigos. Aprovecharía al máximo esos escasos momentos de soledad: se dio una ducha de agua fría antes de vestirse con un cómodo pants y top deportivo, después desayunó unas barritas que llevaba en su mochila y algo de fruta. No eras porrista en la preparatoria y luego universidad siendo floja, todos los días entrenaba segura de que ése sería el año en que la nombraran capitana del equipo.
El ejercicio era la forma ideal de olvidarse de la realidad, todo problema parecía insignificante en cuanto la respiración se agitaba y los músculos comenzaban a doler… Las animadoras eran su razón de seguir en la escuela, soñaba con audicionar para un equipo profesional y viajar por todo el país a competencias y presentaciones, eso siempre que estuviera con Jason, claro.
Una vez terminó de ejercitarse en el jardín volteó a ver la casa, era uno de esos edificios antiguos con muchas ventanas y balcones, daba la sensación de ser observado desde alguna ventana lejana. Pasó saliva convenciéndose de que era sólo el nerviosismo por el encierro, porque ¿Quién la estaría observando? Debía ser su imaginación jugándole trucos. Además, la casa era la típica mansión que aparece en películas de terror o programas donde las personas narran sus historias de fantasmas, la rodeaba una atmosfera densa y desagradable, pesada como el agua y opresiva como una capa de concreto.
-No hay de qué preocuparse. -Dijo para sí la joven, concentrándose en su respiración.
Aun así, regresó a donde estaban los demás, Johanna y Rosa ya se habían despertado y platicaban sobre el profesor Salvador, que impartía literatura contemporánea. Todos había incluido esa materia en su horario para pasar más tiempo juntos, aunque tanto los futbolistas como las porristas preferían matar clase en vez de leer aquellos libros y discutir las posibles intenciones de los autores. La clase era muy popular entre las chicas y algunos chicos, pues el profesor era muy apuesto, parecía modelo de calendario en vez de un aburrido profesor universitario.
-Hola chicas. -Las saludó sentándose al lado de ellas en el pasillo.
Ambas la saludaron, Johanna ya estaba vestida mientras que Rosa seguía usando su pijama azul cielo, llena de nubecitas de caricatura. Leyla no podía evitar pensar que preferiría pasar tiempo con Helen y Alison, con las otras dos no tenía casi nada en común sólo la escuela y ciertas amistades.
-Leyla, quería decirte que no pienso regresar con Arturo. -Dijo de repente Rosa, acomodando su cabello castaño claro detrás de su oreja. - Sé que tú y él son amigos, quizás lo sabes mejor que yo, pero es demasiado inmaduro, sólo espero que esto no afecte nuestra amistad.
-No creo que él quiera regresar contigo. -Respondió Leyla.-De cualquier forma, no te preocupes por eso, nada va a cambiar entre nosotras.
-Eso es un alivio, la última vez que terminé una relación con amigos en común ninguno me volvió a hablar.
“Si de mí dependiera no te estaría hablando ahorita” Pensó, sonriendo. Jason le había pedido que se comportara con ella, que intentara ser su amiga y estaba dispuesta a intentarlo, aunque no le gustara la idea en absoluto. Rosa era la típica chica que pasa de un novio al siguiente, tan sólo en el ultimo semestre habría regresado con Arturo, terminado, salido con Rodrigo del equipo de debate antes de volver otra vez con Arturo para terminar de forma definitiva. También decían los rumores que fue a citas con un chico de otra escuela. Entre rumores y realidad Rosa no era la más popular de la escuela.
- ¿Quieren ver los cuartos? -Propuso Johanna sintiendo la tensión del momento. -Rosa no vio las fotos y aun no escoge uno…
-Habrá que solucionar eso…
Las tres se retiraron, ninguna se dio cuenta de las huellas que atravesaban el jardín y los dos sacos de dormir vacíos en una esquina…
Los cuartos eran todos iguales, con paredes altas pintadas de blanco y ventanas que daban al luminoso exterior. Los cuartos donde dormirían estaban todos en el primer piso; del lado este estaba dividido por un amplio pasillo con habitaciones a ambos lados. Ellas pidieron la hilera de cuartos que daba al Norte, ellos se conformaron con los del Sur. El orden era el siguiente: Helen, Leyla, Alison y Johanna. Del otro lado quedaron el Rojo, Jason, Arturo y Peter. Rosa parecía indecisa, pero al final imitó a las demás jóvenes y escogió quedarse al lado de Jo.
-Así estaremos todas juntas. -Había dicho, sonriendo con la mirada. -Será como una gran pijamada.
-Yo nunca he ido a una pijamada. -Murmuró Johanna.
-Qué raro, nosotras siempre te invitamos…
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Editado: 21.10.2020