Cuarentena Letal

Día 3. El secreto de Helen

 

 

A la mañana siguiente Helen le pidió a Leyla que fueran juntas al jardín mientras los demás revisaban la casa, al menos tres de ellos hartos de las bromitas tontas de Arturo. Había estado bastante silenciosa y jugueteaba nerviosamente con el borde de su blusa blanca.  “Tengo algo que contarte, por favor.”

 

El jardín era amplio, cubierto con pasto verde y unas delicadas florecillas blancas, rodeado a lo lejos por altos muros cubiertos de enredadera. Caminaron juntas por el césped hasta llegar a un frondoso árbol de limón y se sentaron a su sombra. Era un lugar hermoso, tanta vida casi la hacía olvidar la amenaza y la terrible enfermedad que les impedía salir. Con las carreteras cerradas no había forma de que regresaran a la ciudad…

 

-Tengo que contarte algo, llevo mucho tiempo dándole vueltas en mi mente y será mejor que te lo diga. Yo nunca te mentiría y menos en algo como esto. -Empezó Helen. Leyla la miró preocupada, ella nunca dudaría de su palabra, nunca. Jamás tuvo una sola razón para dudar de ella. -Jason te engaña con Alison.

 

- ¿Qué?

 

-Si, los ví juntos detrás del gimnasio. Se estaban besando. Lo lamento.

 

Leyla miró el césped, sus ojos llenos de lágrimas y la mirada perdida en el suelo. Jason … y Alison. Tenía sentido y aun así una parte de su ser se negaba a creerlo. Ambos entrenaban en el mismo gimnasio los fines de semana y todo el grupo de amigos compartía horario… Ninguna de las dos dijo nada por mucho tiempo, una preocupada por haberle causado dolor a su amiga, la otra llorando por un amor que creía perfecto y le fue arrebatado de la forma más cruel posible.

 

-No quería decirte porque Jason me convenció de que contándote sólo destruiría nuestra amistad y te lastimaría, pero ahora… no quiero tener más secretos. Tenías que saberlo en caso de que algo llegara a pasarme, mereces saber la verdad.

 

-Entiendo, es solo que no creo que sea Jason quien te dejó la carta. Él no es así. - Respondió al fin Leyla, aun conmocionada por la noticia. -No podría lastimar ni a una mosca…

 

-Hasta ahora no creías que pudiera serte infiel. -Helen no lucía molesta, ni decepcionada por su intento de defender a Jason, sólo escéptica. - Estos días he tenido la sensación de que no nos conocemos tan bien como creemos, estaríamos mejor si nos hubiéramos encerrado con un montón de extraños en esta cuarentena. Quizás todos cambiamos al llegar aquí, sólo… siento que ya no conozco a ninguno.

 

-Quizás nunca llegamos a conocer a una persona por completo.

 

Leyla no quería confesar que se sentía igual, cada momento pasado ahí descubría que no conocía a sus amigos, al punto en que comenzaba a dudar de ellos y de sí misma. Jason, Alison, Helen y Johanna… Todos conocidos desde hacía varios años y todos tenían secretos, terribles secretos guardados en lo más profundo de su ser. ¿Será que conocemos a alguien cuando sabemos sus secretos?  ¿Son los secretos las piezas faltantes del rompecabezas, esas partes de las que conoces su existencia, vislumbras su silueta, pero jamás llegas a ver? Es imposible pasar todo el tiempo con alguien y nunca existe una certeza sobre qué podía hacer en esos momentos de lejanía: una amenaza, una infidelidad, una muerte, una rivalidad…

 

-Necesito un momento a solas. -Susurró ella, intentando decidir qué hacer a continuación. ¿Debería confrontar a Jason? ¿Fingir que nada pasó? -Tengo mucho que pensar.

 

-Si, yo voy a buscar a Johanna, dijo que va a comenzar un pequeño huerto cerca de la cabañita. Es la única persona que conozco capaz de empacar plantas y semillas. Deberías ver su azotea, parece vivero.

 

-Johanna es única, podríamos decir.

 

Helen entendió su necesidad de silencio y soledad, entonces se fue atravesando el jardín con pasos acelerados hasta desaparecer tras un árbol enorme que ocultaba la cabaña. Leyla se dejó caer sobre el césped, sus ojos cerrados, el olor a tierra, pasto y humedad invadió sus sentidos. Sentía las lagrimas correr por su rostro libremente, dejando rastros de humedad en sus pómulos y barbilla.

 

La decisión que debía tomar no era una sencilla, en realidad no quería decidir nada, no cuando tendría que pasar un mes entero con todos ellos. ¿Por qué llegar a una conclusión? Podía fingir ignorancia o buscar evidencia para presionar el gran botón rojo que destruiría lo mejor de su vida. Por mucho tiempo buscó lo mejor para su relación con Jason, desde cambiar una materia de horario hasta rechazar una beca que la habría llevado a estudiar en el extranjero. “Es lo mejor, ya después viajaremos juntos” había dicho él, que parecía estar tan enamorado como ella.

 

Recordaba que su tía Aurora le había hablado del tema, “A veces te arrepientes de renunciar a tantas cosas por una persona, quizás algún día despiertes y descubras que Jason no es el príncipe encantador que crees” Ella había contestado enojada, fúrica por el atrevimiento de su tía ¿Cómo se atrevía a aconsejarla sobre algo que ignoraba? Y ahora se preguntaba si tuvo razón todo ese tiempo. La verdad duele, en especial cuando asemeja más a un corte rápido y definitivo que a una simple frase.

 

- ¿Leyla? -Preguntó Johanna, acercándose desde la casa, llevaba en sus manos una caja llena a más no poder de macetitas con pequeñas plantas que se balanceaban en precario equilibrio. - ¿No estabas con Helen?

 

-No, ella dijo que iba a buscarte. -Respondió ella, secándose las lágrimas mientras se levantaba.

 

-Qué raro, a mí me dijo que pasaría toda la mañana contigo…

 

Nos miramos, ambas supimos inmediatamente que algo estaba mal, algo debió suceder para que Helen no se presentara con Jo, algo terrible. Johanna dejó su caja de plantas en el suelo y juntas, sin necesidad de ponerse de acuerdo, corrieron hacia la cabaña. Desde la casa se oían las voces de Arturo y Peter, que peleaban por alguna tonta broma del primero, pero en ninguna ventana se veía a Helen.




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