Cuando no puedes confiar en nadie, ¿Cómo puedes mirar a tus amigos a los ojos y pensar que todo estará bien? Es como caminar en el hielo fino de un lago, o caminar en arenas movedizas; cada paso podría ser el último, cada instante podrías caer al agua helada y desaparecer. Leyla nunca se había sentido así, ni siquiera cuando sus padres se separaron. Ahora se sentía sola, Helen no estaba, Alison la había traicionado y su familia se encontraba muy lejos, ni siquiera podía contactarlos por teléfono porque seguían sin tener señal.
Durante la noche nada había pasado, al menos nada fuera de lo ordinario. Jason estaba deprimido, lloriqueando por los rincones mientras Alison lo besaba y abrazaba para consolarlo. Rosa ocultaba su tristeza y Johanna seguía enojada por la manera en que trataban a su novio. Apenas amaneció fue a sacarlo de la cabaña, los dos pasaron gran parte de la mañana escondidos del resto, el profesor no parecía enojado por pasar la noche encerrado, aunque Jo sí y bastante, Leyla podía entender su molestia, si sus amigos trataran de esa manera a su pareja también estaría furiosa.
Ella y Rosa salieron a pasear por el amplio jardín, disfrutando el aire libre y el olor del césped después de una leve llovizna en la madrugada. En la esquina más lejana alcanzaban a ver al Rojo y a Peter enfrascados en una historieta, como si nada fuera de lo usual hubiera pasado. Leyla suspiró, necesitaba correr, comenzó un ligero trote zigzagueando entre los árboles frutales, le alegró ver que Rosa la seguía manteniendo una respetuosa distancia.
El ejercicio era su forma preferida e infalible de olvidar todo, cuando su padre se fue se unió a las animadoras y descubrió que el singular dolor en los músculos tras una intensa sesión de entrenamiento ayudaba a apartar su mente de los problemas. Quería correr hasta no sentir las piernas, hasta perder el aliento y derrumbarse en el verde pasto, flotando en el vacío.
En vez de eso siguió trotando, consciente de que Rosa estaba cerca. En esos días se había dado cuenta de lo injusta que fue con ella, nunca intentó ser agradable, o darle la oportunidad de ser su amiga, al igual que Johanna. ¿Siempre fue tan ciega? Creyó palabra por palabra cada cosa que le dijo Jason sobre ella, en vez de corroborarlo. Creía en él como en nadie más en el mundo, si él decía que el cielo era bermellón, entonces de seguro siempre lo fue.
Se detuvo un segundo, viendo cómo los chicos se habían retirado sin que se diera cuenta. No sospechaba de el Rojo, era un chico muy tierno, agradable e inocente. Pero Peter era una cuestión totalmente diferente, si alguien podía matar a dos personas y evitar ser el centro de las sospechas, de seguro era él.
-¿Viste a dónde fueron?-Le preguntó a Rosa cuando por fin la alcanzó.
-No, ¿Estás vigilándolos?
-Sólo a Peter.
-A mí también me parece sospechoso, además si somos honestas Jason no es tan listo, si fuera él lo sabríamos. -Dijo ella, confirmando sus teorías. - Pero ¿Cómo podríamos probarlo?
-Hay que registrar su cuarto sin que él lo sepa, así no tendrá tiempo de esconder nada.
Rosa estuvo de acuerdo y tras una cuidadosa planeación de cinco minutos, subieron juntas las escaleras que llevaban a las habitaciones, no había nadie a la vista por suerte, así que llegaron sin mayor problema al pasillo. Mirándose para darse valor se acercaron a la habitación de Peter. La puerta de madera estaba entrecerrada, compartieron otra mirada de complicidad antes de abrir la puerta.
-Hola chicas, ¿Todo bien? -Preguntó Peter sentado en su cama, una historieta en sus manos y el Rojo sentado a su lado, inclinándose para leer del mismo librillo. - ¿Pasó algo?
-No, nada. -Se apresuró a contestar Leyla, temerosa de hacer sido descubierta. -No supimos nada de ustedes desde hace rato y como desaparecieron… temíamos que… que algo les hubiera pasado.
Peter las miro fijamente, la sospecha clara en sus ojos. Sacudió la cabeza antes de cerrar la historieta y levantarse.
-No deben preocuparse por nosotros, estaremos bien. Si cualquier cosa llega a pasar, ustedes serán las primeras en saberlo.
Sus palabras sonaron como una promesa y una amenaza. Ambas chicas le agradecieron antes de retirarse, sus corazones palpitando con demasiada fuerza en sus pechos. Tendrían que volverlo a intentar más tarde, cuando supieran que Peter y su amigo sombra no estaban en la habitación. Por el momento regresaron al patio, determinadas a descubrir la verdad de una vez por todas. Porque no saber era peor que cualquier verdad que pudieran descubrir, estaban dispuestas a arrancarse la venda de los ojos y ver la realidad.
-Deberíamos pedirle su ayuda a Johanna. -Susurró Rosa, las dos escondidas detrás de la cabaña, cerca de donde Johanna y Salvador platicaban tranquilamente. -Estoy segura de que también ella cree que el asesino es Peter.
-Si, pero no quiero causarles más problemas, los demás sospechan del profesor y si ella está involucrada todos van a pensar que intenta inculpar a alguien más.
-Entonces estamos por nuestra cuenta…
Ser paciente es lo más difícil cuando estás esperando algo, en especial cuando eso que esperas es muy importante. Podrían intentar convencer a Peter de salir, pero no sin provocar sus sospechas. Esperaron horas antes de rendirse y acordar intentarlo al día siguiente. La tarde trajo consigo la noticia de que el confinamiento se había prolongado dos semanas más…
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Editado: 21.10.2020