Cuarentena Letal

Día 9: Un culpable

Un grito resonó en la casa vacía, haciendo eco en cada abandonado rincón, las telarañas colgando del techo se estremecieron, movidas por una fuerza desconocida. Si esas antiguas paredes pudieran hablar, ¿Confirmarian las sospechas de todos? ¿O acaso contarían una historia diferente? Habia una larga cadena de eventos guiando cada momento de desastre, cada muerte cuidadosamente justificada en la mente del asesino. 

 

Leyla comenzó a aislarse de sus amigos, prefería evitar a Jason, quien parecía unido con pegamento industrial a Alison, los demás salieron temprano de la casa, hacía un día excelente, de esos que tienen el clima perfecto para olvidarse de la vida en interiores; brillaba el sol en lo alto, rodeado por pequeñas y esponjosas nubes blancas, los pájaros cantaban en las copas de los árboles y una cálida brisa soplaba, meciendo las ramas y agitando el césped.

 

Por mucho que quisiera negarlo extrañaba a su familia, odiaba admitir que su madre y su tía tenían razón, renunció a mucho por Jason, por sus amigos y aun así... se sentía sola estando rodeada por todos ellos. Temer por tu vida y la de tus amigos no es algo lindo, cada pequeño sonido la hacía asustarse y prefería pasar su tiempo sola, lejos de teorías y sospechas. El mundo seguía girando a su alrededor y no le importaba, se sentía ajena a todo.

 

- Leyla, ¿Estás bien?- Preguntó esa mañana Jason, hablándole casi por primera vez desde su rompimiento.

 

- ¿Cómo quieres que esté, Jason?

 

- Si te sirve de consuelo, yo de verdad amo a Ali...

 

- Felicidades, pero tienes razón, no es ningún consuelo.- Dijo  ella permitiendo que la amargura impregnara su voz.

 

Después de eso había regresado a su autoimpuesta soledad. Entonces lo escuchó, el murmullo de pasos en el corredor, el roce de una mano contra el pomo de la puerta... Corrió a encerrarse al pequeño baño adjunto, su corazón palpitaba tan fuerte como mil tambores de guerra o el estruendo de un cañón. Sentía su respiración agitada y el rostro helado empapado de lágrimas. Cuando nada más pasó se acercó a la puerta del baño a escuchar...

 

- Ella es inocente, no ha hecho nada...- Suplicaba una voz, cada sílaba llena de desesperación.- Ella te agrada...

 

- Sospecha de tí, eso es suficiente.- Respondía otra persona, un hombre, la puerta evitaba que ella distinguiera bien las voces volviendo imposible reconocerlos.- Me dejé engañar por su sonrisa, debí saber que pronto se volvería en mi contra.

 

- Estas yendo demasiado lejos. Sólo sospecha de mí, no tiene pruebas de nada... Te dije que era mala idea.

 

- Sólo es mala idea si me atrapan.

 

- ¿Y qué pasará después? Alguien tiene que ser culpable.

 

Siguió un absoluto silencio, Leyla aferró la puerta, lo único que se interponía entre ella y una muerte segura. Una parte de ella quería abrir la puerta, terminar de una vez con el suspenso y confrontar a su atacante, el resto de su ser estaba paralizado en el lugar, el miedo volviendo cualquier movimiento imposible...

 

 - Por favor, detente. Si alguna vez me amaste vas a detenerte.- Rogó la primera voz, Leyla contuvo una exclamación al identificarlo, la persona rogando por su vida... ¡Era Peter! -Tenías buenas razones para querer ver a Arturo muerto, pero Leyla y Helen son inocentes, ellas no te hicieron nada.

 

- Todos en esta casa han sido cómplices de Arturo de una manera u otra.

 

- Quizás ni siquiera sabian que...

 

- ¿Que su querido amigo volvió mi vida un infierno? ¿Que a cada paso que doy él es una sombra oscureciendo el Sol?

 

- Deja que los demás se vayan. Nosotros podemos huir, nos iremos hoy mismo a donde nadie pueda encontrarnos.

 

Leyla miró alrededor, buscando una posible ruta de escape, había una ventana en el baño, era estrecha pero sólo estaba en el segundo piso, una caida así no sería el final del mundo. Afuera el cielo se había nublado, el feroz viento zarandeaba los árboles de un lado al otro como si las gruesas ramas no pesaran nada. Abrió la ventana y comenzó a salir. Estaba a punto de lograrlo cuando la puerta del baño se abrió de golpe, revelando a El Rojo sosteniendo una pesada hacha en sus manos y Peter siguiéndolo.

 

- ¡Leyla, corre!.- Gritó Peter, deteniendo al otro chico por los hombros.

 

Leyla saltó y en alguna parte del segundo piso, Peter gritó... 

 

Día 1. Peter.

 

Peter sabía que algo estaba mal con su novio, había actuado distante durante las últimas semanas, antes eran tan cercanos, no habían secretos entre ellos, más bien su relación era el secreto. Apenas llevaban cuatro meses juntos y no querían que los demás supieran que estaban juntos, Peter porque odiaba los chismes, Javi (El Rojo) porque temía lo que pudiera hacer Arturo si se enteraba.




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