Cuarentena Letal

Día 9. Y por toda la casa, resonó un grito...

9:30 Profesor Salvador. 

Era dificil lidiar con la desconfianza de sus alumnos, razonó el profesor mientras salía de la cabaña, prefería dormir ahí, en caso de que algo sucediera estaba cerca, pero no lo suficiente como para ser considerado culpable (otra vez). Aunque le incomodara mucho la situación no podía irse, no cuando Johanna insistía en quedarse. Muchas cosas habían cambiado en esos nueve días, cambios que apenas lograba entender. A pesar de todo insistía en ayudar, tenía esa horrible sensación de que algo malo iba a pasar si dejaba a los jovenes solos, una oscura energía se había apoderado de la casa desde la última muerte, una sensación de calma que podría romperse en cualquier instante.

 

Preparó hot cakes de desayuno, permitiendo que su mente divagara a sucesos recientes, como su última discusión con Johanna, él quería irse, alejarse de toda esa locura antes de que todo emporara aun más, ella se negaba a abandonar a sus amigos. Admiraba su lealtad, la verdad si de él dependiera se habrían ido todos despues de que Helen recibiera la amenaza, pero claro, nadie quería escuchar a un profesor fuera de clases. Ahora tenía más preocupaciones y responsabilidades, los adolescentes eran dramáticos, ruidosos, extraños y al parecer uno de ellos era un poco- muy homicida.

 

- Salva, no sabía si seguirías aquí.- Murmuró Johanna entrando a la cocina, su cabello desarreglado y ojos rodeados por profundas sombras grises .- La verdad es que tienes razón, deberíamos irnos mientras podamos, pero no puedo irme sin ellos, son mis amigos.

 

- Lo entiendo, o al menos intento entender .- Respondió él, vertiendo más masa en el sartén.

 

- No sé qué hice para merecerte...

 

- Eres tú, eso es más que suficiente .- Ella se sonrojó con eso, apartando un poco la mirada.

 

Entonces llegaron los demás chicos, entrando a la cocina como una estampida, nunca se debe subestimar a un adolescente hambriento. Salvador regresó a sus hot cakes.

 

La mañana estuvo muy ocupada, nunca te dicen lo cansado que es ser un adulto responsable, que lava los platos, la ropa e intenta mantener la casa limpia. Sin que se diera cuenta llegó el medio día, el día era raro, a un momento estaba soleado y al siguiente totalmente nublado. Comenzaba a secar los trastes cuando un horrible y desgarrador grito rompió la quietud... 

 

13:30 Leyla.

 

Leyla miró la casa desde el borde del terreno, no alcanzaba a ver ninguna clase de movimiento, pero sabía que nadie había salido, el Rojo y Peter seguían ahí. Casi todos estaban afuera aunque el clima fuera amenazante. El viento doblaba el pasto a su voluntad y arrastraba hojas por el terreno. Después del grito hubo silencio absoluto, Jason, Johanna y Rosa se habían acercado a la puerta sin atreverse a entrar, paralizados por el miedo y la incertidumbre.

 

Se sentía tan conflictuada, por un lado se sentía muy culpable por haber sospechado de Peter y sorprendida por descubrir la identidad del asesino, la única persona de la cual nunca se atrevió a sospechar... Quería entrar y buscar a Peter, quería salir corriendo, no detenerse hasta dejar toda esa locura atrás. La puerta de rejas la llamaba cual canto de sirena. 

 

- Leyla, Salvador está adentro. ¿No sabes qué pasó? - Preguntó Johanna corriendo hacia ella, la preocupación escrita en su semblante .- Escuché un grito...

 

- Alguien intentó atacarme en mi cuarto .- Confesó sintiendo las lágrimas resbalarse por sus pálidas mejillas .- Yo... no quiero regresar...

 

- ¿Viste quién fue? ¿Quién gritó?

 

- Fue el Rojo, todo este tiempo fue él y no hicimos nada para detenerlo...  

 

- No teníamos forma de saberlo. Quédate aquí, yo tengo que entrar, no puedo dejar a Salvador ahí...

 

- Por favor, no me dejes sola.

 

- ¿Estará bien si entras conmigo?

 

Leyla asintió, juntas caminaron hasta la puerta de madera, era extraño cómo la compañía de alguien la hacía sentirse más valiente. Abrieron la puerta y entraron al vestíbulo, ya no parecía ese cómodo espacio donde acamparon la primera noche, ahora lo sentían como la entrada a la boca del lobo, un laberinto embrujado, una casa que ocultaba sus peores temores en cada esquina. Estaban conscientes de que las seguían los demas, quizás movidos por la misma necesidad de estar acompañados. El pasillo lucía normal, aun así caminaban con cuidado, sus respiraciones aceleradas, erráticas.

 

El aire era frío y se movía por la casa como una identidad aparte, moviendo las puertas y las bombillas de la luz, la cocina estaba vacía, los trastes a medio secar abandonados junto al trapo rojo del profesor , aparte de eso no había ninguna evidencia que sugiriera que alguien estuvo ahí. Leyla tomó la mano de Johanna, siguieron avanzando, atravesando la puerta entrabierta que llevaba a la sala, tambien vacía. Subieron las escaleras, esuchando con temor los rechindos de los viejos escalones...

 

- ¿Dijiste que estaban en tu cuarto? - Leyla asintió, todas las puertas estaban cerradas cuando minutos atrás se encontraban abiertas. - Quizás siguen ahí...

 

- ¿Johanna?- Preguntó el profesor Salvador asomándose desde la primera habitación.- Vamos, rápido, entren todos.

 

- ¿Cómo sabemos que no va a matarnos?- Preguntó Jason con desconfianza .- ¿Y si todo esto en una maldita trampa?

 

Escucharon pasos al final del pasillo, Leyla y Johanna entraron apresurándose, Rosa detrás de ellas. Jason negó con la cabeza, "Por favor, entra" pensó Leyla. 

 

- Rápido Jason, no sabemos cuándo va a regresar.- Musitó Peter desde alguna parte del cuarto. Ante ello el otro chico finalmente se relajó y entró, cerrando la puerta detrás de sí.

 

El cuarto lucía desordenado, las cosas, que antes estaban acomodadas sobre los muebles yacían esparcidas por el piso, en una esquina, liberando su dulce aroma a vainilla estaba una botella rota de perfume. El profesor Salvador cerró la puerta con seguro antes de volverse hacia sus estudiantes, lucía agitado, su siempre impecable cabello desaliñado al igual que su camisa azul, había manchas de sangre en sus manos pero ningún arma.




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