Capítulo 3
MÁGICO OTOÑO
El paisaje otoñal era reconfortante para alguien como él que siempre había disfrutado de esa estación. Había algo mágico en las tonalidades marrones del paisaje y en el crujir de las hojas secas al pisarlas.
El frio empezaba a notarse, sobre todo cuando el sol bajaba y empezaba a oscurecer. Era realmente tentador estar en casa, en su reconfortante sillón, con su interminable lista de películas y series por ver o terminar.
Sin embargo, estaba en su auto contemplando a las personas que salían de sus trabajos, apurados por llegar a casa y relajarse un rato después de un largo día.
La puerta del copiloto se abrió y Dolores entró por ella cerrándola detrás de sí, estaba exageradamente abrigada, pero su apariencia de muñeco de nieve era realmente encantadora.
— Gracias por buscarme —dijo saludándolo con un beso en la mejilla—, podría haberme tomado el colectivo.
— ¿Y dejar que viajes sola por media ciudad cuando tengo auto? No me costaba nada.
Dolores le sonrió y se sacó la bufanda que llevaba.
— Acá adentro te va a dar calor.
— Si, exageré un poco con el abrigo, pero cuando entré a trabajar a la mañana, pensé que iba a cagarme de frío.
Lucca puso el auto en marcha rumbo a su casa. Dolores y él no habían dejado de intercambiar mensajes desde aquel encuentro previo a las fiestas, cuando ella se había ido de vacaciones. Después de tres meses, podía decir que habían conformado una amistad bastante sólida, se juntaban a comer, a ver películas, tomar mates y todo era perfecto. Excepto la parte donde sentía que se encontraba en una profunda, honda y oscura friend zone.
No se quejaba, no era que le molestara ser su amigo, pero no había apuntado a eso cuando la había invitado a salir por primera vez. Pero ella, no mostraba ninguna señal de interés en él y no quería quedar como un tarado, porque prefería tenerla como amiga a no tener nada.
— Das la impresión de muñeco de nieve.
Dolores soltó una sonora carcajada.
— Me han dicho unas cuantas cosas a lo largo de mi vida, pero nunca muñeco de nieve.
— Pero me refiero a los muñecos lindos, esos mullidos y bien redonditos que hay solamente en las películas yankees.
— ¡Ah claro! Porque eso suena mucho mejor —ironizó.
Lucca rio, la miró fugazmente y ella le sonrió.
El cabello arriba se los hombros con ese rosa que ya se le había hecho tan habitual le resultaba muy lindo.
— ¿Y qué vamos a comer? —preguntó Dolores—. Porque tengo que mantenerme mullida.
Y volvió a reírse, pero esta vez con mucho más énfasis.
— Podemos pedir algo, pizzas, hamburguesas o unas empanadas.
— Hamburguesas, las que compramos hace como un mes, ¿te acordás?
— Si, me acuerdo —dijo sonriendo.
Él no se olvidaba de nada que tuviera que ver con ella.
— Bueno, pidamos ahí.
— Dale.
El resto del trayecto en auto fue de pura conversación sobre el ajetreado día de trabajo de Dolores y de lo cansada que estaba por haber aceptado trabajar doble turno. Lo que garantizaba que se iba a quedar dormida sin terminarse la película.
A eso habían llegado, incluso se quedaba a dormir en su casa, y nada de nada pasaba. Los gestos más cariñosos eran abrazos y hasta el momento se tenía que conformar con eso.
Pero bueno, ahora al menos la conocía mucho más, y todo lo que habían construido, era mucho mejor que ir cada viernes a la cafetería donde ella trabajaba solo para contemplarla a lo lejos.
Eso rozaba lo psicópata.
Igual, no había dejado esa rutina, ya era algo habitual, algo de ellos verse el viernes y tener conversaciones fugases mientras ella le tomaba el pedido, aunque siempre pidiera exactamente lo mismo. Dolores decía que él solo tenía dos combinaciones y solo variaban cuando hacía frio o calor.
Cuando al fin entraron en su casa Dolores colgó la exagerada cantidad de abrigo en el perchero y él fue directo a buscar un poco de agua.
— Voy a hacer el pedido de la comida, es temprano, pero les pido que lo envíen tipo diez —dijo mientras le ofrecía un vaso a ella.
— Si, está bien, si comemos temprano me voy a dormir.
Dolores tomó el vaso y se recostó en la pared.
— Pedime una gaseosa, necesito algo dulce —volvió a hablar.
Lucca asintió y agarró el celular para hacer el pedido.
Una vez listo, se sentaron en el sillón.
— ¿Que miramos? —preguntó mirándola.
— Te toca elegir.
Lucca hizo una mueca, pensativo y fue directamente a las películas guardadas.
— Hay una trilogía, salió el año pasado, pero tengo ganas de mirarla hace rato.