Capítulo 4
CÁLIDO INVIERNO
Dolores se le abalanzó dándole un beso y un abrazo apenas le abrió la puerta.
Debajo de esas inmensas capas de ropa bien podría haber estado otra persona, pero el cabello rosa sobresaliendo de entre la gorra y la bufanda, eran inconfundibles. Por no mencionar que ya tenía muy bien gravado el aroma dulce de su perfume.
— ¡Tengo las horas! Me dieron el trabajo Lucca —gritó feliz.
— ¡Felicitaciones!
Volvió a abrazarla y a besarla, sabía cuánto estaba esperando ese momento y cuando había trabajado para conseguirlo.
Al fin iba a poder ejercer como profesora.
— ¡Me alegro mucho Dolo!
— Estoy tan feliz, son unas pocas horas, pero algo es algo.
— ¿Qué vas a hacer con la cafetería?
— Pienso hablar para decirles que no voy a poder dos días a la semana en el horario de la tarde, pero quiero mantenerlo, por lo menos hasta estabilizarme como profesora.
— Entonces ¿voy a poder seguir viéndote los viernes a la tarde?
— Si, los viernes los voy a seguir teniendo libre, bueno ponele, pero voy a estar para tomarte tu pedido de siempre —dijo sonriendo.
Lucca sonrió y la abrazó otra vez.
— Te extrañé.
— Yo también, no veía la hora de venir para acá.
— Te dije que me avisaras y yo te buscaba.
— Siempre andás de acá para allá conmigo, no quiero andar molestándote, además me vine caminando, me gusta caminar cuando hace frío.
— Compré facturas para el mate.
— ¡Ay sí! Estoy muerta de hambre.
— Ponete cómoda, yo te llevo todo.
Lucca puso todo lo necesario en su bandeja para desayunos y lo llevó a la mesa ratona frente al sillón.
Dolores ya estaba sentada en él y envuelta con la manta que siempre tenía para cubrirse cuando miraba películas. Aunque ahora, parecía más propiedad de ella que de él.
— Necesito otra manta —comentó observándola.
— Podemos compartir esta.
— ¿Cómo? —preguntó divertido—, si estás enrollada.
— Mirá, hacemos así... —explicó.
Lucca la miró todavía con diversión en el rostro, ella salió de adentro de la manta y subió sus pies dejándolos sobre el regazo de él. Después extendió la manta y se cubrió ella y claro, le cubrió apenas el regazo a él porque sus pies estaban ahí.
— Cuánta consideración —ironizó.
— Tu manta es muy chica, eso ya no es mi culpa.
— Era para una persona —se defendió.
— Exacto, era —dijo encogiéndose de hombros—, pero ahora me tenés a mí, para bien o para mal.
— Espero que para bien —comentó pasándole el mate.
— Yo también —dijo sonriendo—. ¿Cómo estuvo el trabajo hoy?
— No quiero saber nada de números por lo que reste de este día.
— Las letras son mejores, siempre lo dije.
— No exageres, los números no son malos.
— Mientras no sé aparezcan en mi camino.
— ¿Sabes cuál es el problema de los números?
— ¿Cuál?
— Las letras, cuando le ponen letras a los cálculos me dan ganas de morirme.
— Seguís insultando a las letras, pero está bien, te perdono, las letras y yo te perdonamos.
Lucca rio y agarró una factura.
— ¿Noticias de la editorial?
Dolores había mandado parte de su manuscrito a una editorial que estaba interesada, pero todavía no tenía novedades. Era pronto, pero incluso a veces él parecía más ansioso que ella.
Es que había leído su novela y más allá de que seguramente muchos pensaran que no podía ser objetivo, lo era. Porque Dolo tenía el talento suficiente para tener una novela publicada bajo su nombre.
— Todavía no, calculo que no van a pasar de la semana que viene, pero sea lo que sea quiero tomarlo con toda la calma posible.
— Siempre podés seguir intentando, en el peor de los casos claro, pero confío mucho en vos.
— Ya sé —dijo sentándose correctamente para acercarse a él—, por eso te quiero.
— También te quiero —dijo dándole un beso.
Lucca la abrazó para pegarla más a él, desde hacía tres meses salían y más allá de que todavía no formalizaban, ya parecían una pareja oficializada.
No se preocupaba por eso, se querían y estaban bien así, aunque estaba seguro de que pronto le preguntaría si quería ser su novia, simplemente para formalizar.
No conocía a sus padres, ni ella a los de él, pero ambos habían estado de acuerdo en no hacerlo todavía, eso lo hacía algo de ellos.