"Cuando yo sea grande..." era la consigna escrita en el pizarrón. La maestra, un puñado
de madres y padres, un puñado más grande de abuelos y abuelas, el Director del colegio y la Inspectora de Distrito, todos y todas apiñados en el salón de clases para conmemorar el día del trabajador.
La Inspectora y el Director observaban con atención las paredes decoradas con figuras coloridas de trabajadores, dibujadas y pintadas por los propios alumnos: doctores, astronautas, abogados, ingenieros, arquitectos, veterinarios... Ante una seña de la maestra , cien veces ensayada como las palabras que se iban a oír, una niña de la primera fila se puso de pie. Miró hacia atrás, a sus compañeros y, entre sonrisas y guiñadas cómplices, volvió la vista al frente y dijo:
– Cuando yo sea grande...voy a ser nubelóloga...
Los rostros adultos se miraron entre sí y un par de cuchicheos se oyeron en el fondo del salón. La maestra, mirando de reojo al Director y a la Inspectora, trató de controlar la situación y volver a lo previamente ensayado:
– Querrás decir...meteoróloga...
– No, no, – replicó la niña– nubelóloga... Yo voy a hacer que en vez de lluvia, llueva en todo el mundo, pan...y fideos con tuco...y hamburguesas y...
–...¡Y helado de chocolate y dulce de leche!...– la ayudó su compañero de banco, al ver que se había trabado.
– ...Como en la canción...– susurró un abuelo desde el fondo.
La niña sonrió satisfecha y se sentó, ante los aplausos de sus compañeros. Casi un minuto entero pasó y, ni la maestra, ni los directivos salían de su asombro. Y como sucede las más de las veces, los propios alumnos tomaron el control y uno a uno fueron poniéndose de pie y declararon con soltura:
– Cuando yo sea grande...seré escribidor... Escribiré en un papelito una palabra para que arregle un problema. Por ejemplo, si mi vecinito no puede jugar a la pelota conmigo, como sucedió ayer, porque se le rompieron los únicos zapatos que tiene, yo escribiré "zapatillas" y las zapatillas aparecerán...– sus compañeras y compañeros aplaudieron con ganas.
– Cuando yo sea grande...– intervino una niña del fondo– voy a ser una cariciologista profesional. Con mis caricias voy a curar todo tipo de dolores, especialmente los dolores de mi abuelita– dijo mirándole las manos hinchadas y deformadas por el reuma. La viejita apenas pudo sostener su pañuelo para secarse el rostro empapado ya en lágrimas.
Una nueva tanda de aplausos de los niños inundó el salón.
– Cuando yo sea grande...– contó uno de la fila del medio– voy a ser constructor de flechas de Cupido...
– ...habíamos quedado en que serían flechas ecológicas...– lo interrumpió un niño de adelante.
– Sí, por supuesto, y voy a lanzar esas flechas...elocógicas...
– ... E- co- ló-gi-cas...– dijeron un par a coro...
El niño continuó:
– Le voy a arrojar esas flechas...e-co-ló-gi-cas... a todos los que estén enojados: a mi mamá y a mi papá, cuando peleen, a mis hermanos y hasta a ese grandulón que me molesta en los recreos. Y el enojo desaparecerá...porque serán flechas e-co-ló-gi-cas de Cupido...– y sentó entre aplausos y risas.
– Cuando yo sea grande– dijo inspirada de pronto una niña pequeña, que no era del grupo sino que estaba agarrada a la mano de su madre en un rincón del salón– voy a tener una licenciatura en anteojologismo...– los niños y niñas asintieron y aplaudieron– Anteojos especiales que permitirán ver el lado bueno de las personas, sólo el lado bueno, porque lo malo se va a ver borroso.
Hubo una nueva tanda de aplausos y luego...silencio...
Nadie sabía qué decir...o hacer... Los ojos adultos miraban a la maestra, quien a su vez miraba al Director, quien a su vez clavaba su vista en la Inspectora, quien miraba con expresión desorbitada la hoja en blanco de su informe evaluatorio sin estar muy segura de qué escribir...