Cuentos

El viejo y su chatanate

 

Esto sucedió en un lugar muy lejano. Cierta mañana un personaje adinerado y de edad avanzada, hizo un llamado a los jóvenes de la pequeña localidad y les hizo el siguiente comentario:

-Bienvenidos jóvenes, quiero hacerles de su conocimiento que en este día cumplo bastantes años de vida, ya estoy viejo, ustedes saben que mis ojos crecieron y me abandonaron, se fueron de este lugar y viven lejos de aquí. Además, hace unos años mi mujer murió, actualmente vivo solo. Los mandé llamar porque ustedes son jóvenes, fuertes físicamente e inteligentes y de verdad les agradezco su presencia, hace muchos años yo también fui joven.

El hombre se sentó frente a todos en el quicio de su casa, y con voz cansada pidió a un joven que contara a los presentes, después le preguntó:

- ¿Cuántos son en total?

A lo que el joven amablemente contestó:

- ¡Son doce señor!

El abuelo le dijo:

- ¡Y contigo trece!

Rápidamente les pidió que se formaran, les fue entregando a cada uno tres camotes de flor de gladiolo con el brote de la planta un poco grande, mismos que los tomaba de un chatanate que tenía el señor, en donde había cuarenta monedas de oro, al terminar de entregarles los camotes, éste volvió a dirigirse a todos de esta manera:

Bien jóvenes, los tres camotes de gladiolo que les acabo de entregar los deben de sembrar, para ello deben de cuidar de su crecimiento.

Llegará el tiempo en que florezcan y eso es exactamente dentro de tres meses y medio, nuevamente nos veremos en este lugar y cada de uno de ustedes va a traer sus flores, alguno será el ganador de estas monedas amarillas.

Ilusionados los jóvenes se marcharon a sus respectivas casas. Estando allá siguieron las recomendaciones de aquel longevo hombre: sembraron sus tres camotes. Con el correr de los días y a pesar de los cuidados que tuvieron para sembrarlos los camotes no enraizaron, hábilmente el viejo le había raspado la raíz a cada uno de los bulbos.

Llegó la fecha pactada para reunirse con el anciano. Los jóvenes llegaron al lugar y cada quien llevaba consigo tres hermosas flores de gladiola. Curiosamente uno de los muchachos se presentó sin ellas, se sentó en un rincón y se le notaba una tristeza enorme. El recio pigas, él las fue contando: tres, seis, nuevo, doce, quince…treinta y seis…terminada la entrega el hombre habló:

Faltaron tres flores por entregar, ¿Quién no las trajo?

El joven que al inicio contó al grupo se encontraba sentado separado de ellos, y bastante cabizbajo no se percató de la sorpresiva presencia del viejo, que al momento le preguntó:

- ¿Y tus flores, por qué no las trajiste? ¿será acaso que las vendiste? ¿Dónde las dejaste?

Con pena visible, el joven le contestó:

-Sí señor, no las traje y no es porque las haya vendido. Verá usted, sembré los camotes que me dio, les eché agua a diario, pero jamás enraizaron, al poco tiempo me percaté de que se habían podrido, no se por qué.

El viejo pronunció estas palabras:

-¡Creo en tu sincera  palabra joven!

El resto del grupo se reía y burlaba del honesto muchacho, estaban seguros de que el hombre ya les iba a repartir el dinero que celosamente guardaba en el chatanate. Dirigiéndose a todo el grupo dijo:

-¡Admiro tu honestidad joven, recibe mis respetos!

Todo el grupo guardó silencio ante tales palabras, quedaron perplejos al ver que el señor entregaba el dinero al joven y habló enérgicamente:

-A su amigo le entrego el dinero porque ganó limpiamente, ustedes quisieron tomarme el pelo. Las flores que me entregaron no sé de que camote salieron, pero les aseguro que no son de los que les entregué hace unos meses, ya que, para probar su virtud, les entregué los bulbos sin raíz, yo les raspé para que pudrieran a pesar de que tenían el brote ya grande. Entonces lo que me dijo su compañero es verdad, ustedes mintieron.

Todos los jóvenes que se burlaron al principio se apenaron, se retiraron del lugar agachados, por el chasco que se llevaron.

Este suceso nos enseña a no mentir y a actuar con rectitud para no quedar en ridículo ante nadie.

 

 




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