Cuentos

EL ENTIERRO

EL ENTIERRO

Todas las sillas plásticas habían sido amontonadas como montañas rusas y la sala de velación se veía demasiado grande:   el ataúd, las flores y los dolientes (diez exactamente que como  piezas de recambio iban saliendo para que entraran otros) formaban un centro en el que casi todo lo demás estaba de sobra.  Por las nuevas disposiciones del gobierno… “ En cuanto a los velorios, estos están permitidos por un máximo de 12 horas y no pueden haber más de 10 personas en la sala de velaciones, a una distancia mínima de un metro entre asistentes, apoyados del uso constante de antibacteriales, tapabocas, visitas permanentes de personal de desinfección de áreas y tiempos limitados. Estas son medidas de prevención que tomamos para prevenir que el virus se propague”.  

-Los entierros se están haciendo en horas de la mañana, teniendo en cuenta que los horarios de los cementerios también cambiaron – le había advertido el funcionario de las pompas fúnebres a doña Celestina cuando ella lo llamó para informale que “su Felix” había partido. 

El ataúd era el mejor que había en la funeraria:  uva oscuro con decoraciones en plata.  Se veía salir con pompa sobre los caballetes ocultos bajo una orla de flores.   Mediante ramos, cruces decoradas, arreglos de rosas, coronas con cintas y centros de naturaleza muerta todos los que no habían podido asistir enviaban sus condolencias, lo que había creado una marea de madrigales  a punto de romperse sobre el catafalco.   El aroma resultaba intenso y asfixiante.   En las paredes había colgaduras negras.   Doña Celestina había dicho que quería un entierro de Lujo... "Uno no se muere todos los días”.

Y no era para menos: habían estado casados durante cincuenta y seis años, habían tenido tres hijos, gozaban de la existencia de cuatro nietos, habían celebrado debidamente sus bodas de plata y de oro y habían sido un matrimonio ejemplar en la comunidad católica de Itagui, símbolo de unión en el barrio Los Naranjos y  padres ejemplares según la asociación de Padres de Familia de la Institución Diego Echavarrría Misas.

Algo que la señora no había podido entender era que la velación sería transmitida vía streaming con unas contraseñas para que las personas allegadas pudieran  presenciar la ceremonia desde el computador o el celular.

Le parecía muy raro, aunque entendía que tenía que ser así,  que a todos los entierros a los que pudo asistir, con “Su Feliz”, por supuesto, la concurrencia era numerosa y se rezaban en voz alta los rosarios en los que se coreaba el Avemaría y el Dios te Salve.   Ahora todo se llevaba a cabo en la más estricta intimidad.

La psicóloga Monserrat Lacalle advierte que “ El funeral permite mitigar el dolor de la pérdida humana y debe estar apoyado de otros elementos como escribir, llorar, cantar, y hasta utilizar herramientas virtuales para sentir mayor compañía. El manejo de la muerte determina cinco estadios en el doliente: la negación, luego la ira, llega la negociación (que es asumir la perdida), depresión y finalmente la aceptación. No poderse despedir ni acompañar genera culpa, resentimiento y son personas que van a necesitar mayor tiempo para aceptar lo que han vivido”

Doña Celestina, a quien llevé a terapia y que me contó su historia, dice que todo lo pone en manos de Mi Dios.  Está convencida que su esposo está en el cielo, es su ángel guardián  y aunque tuviese un funeral tan desprovisto de allegados, vela por ella a cada minuto. 




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