Todas las mañanas de mi vida desde que tengo uso de razón son iguales, al abrir los ojos en el techo lúgubre y sucio con telarañas y goteras de mi celda se reproducen las imágenes de mi sueño: un hombre con unos asombrosos ojos profundos llorando a los pies del lecho de mi madre cuando esta ha expirado su ultimo aliento que se lo ha dedicado a él, como niña que soy no entiendo nada de lo que pasa, "¿madre?" digo con miedo en el silencio roto por los sollozos. Algo parecido a un reconocimiento o a algo cálido se extiende en mi pecho cuando el hombre se inclina sobre mi y sin saber que me dice me tranquiliza, salgo corriendo hacia madre cuando una batería de guardias y mi padre entran para arrestar a ese extraño hombre de mirada profunda que desaparece en una nube de polvo y brillante, o eso recuerdo.
Sacudo mi cabeza negando lo que mi mente recuerda, nunca se lo dije a nadie pero no era la primera vez que veía a ese hombre en palacio junto a madre, aun así mi mente infantil debió jugarme una mala pasada viendo cosas que no son reales y dejando una impronta en mis sueños que no son mas que la fantasía del dolor de una perdida a tan temprana edad. Con el canto de un pequeño jilguero me apeo de mi camastro y me lavo la cara, a pesar del estado de mi celda mi piadosa madrastra me mantiene aseada y alimentada, un trabajo me mantiene entretenida como la única criada de este enorme castillo que antes rebosaba de vida y alegría y ahora no es mas que una sombra gris de lo que un día fue.
Hace ya ocho años que mi padre, el rey, encontró un nuevo amor en la figura de mi madrastra, al poco y por desgracia mi padre muere en un asalto en el bosque por unos bandidos quedándome al cargo de mi madrastra a la cual quería como una segunda madre y que siempre se mostró compasiva conmigo a pesar de no tener lazos de sangre. El palacio perdió su esplendor de a poco luego de que mi madrastra tomara el poder, ahora el pueblo pasa hambre y las arcas están medio vacías, misteriosamente las jóvenes desaparecen del reino como si alguien tuviera un extraño fetiche con ellas y las familias lloran su perdida rezando a dios porque les de varones que crezcan sanos y a salvo.
Teniendo el interior del castillo limpio del día anterior me concentro en limpiar el patio y el pozo que poca agua le queda ya para lo abundante que fue en su día, lanzo el cubo dentro de la espesura negra hasta que choca con el liquido chapoteando y se hunde, tiro de la cuerda mientras tarareo una melodía que yo misma me invente en uno de mis ajetreados días mientras los jilgueros y palomas me acompañan con su canto. Limpio los escalones, recorto las malas hierbas con mis manos al desnudo y lanzo agua para limpiar el destrozo, desde muy pequeña tengo un don: puedo hablar con los animales, es algo extraño pero cierto, yo los entiendo y ellos me tiene un afecto genuino, son mi única compañía en mis días solitarios de esclavitud perpetua, aun así, sonrío cada día, sé que algo bueno me espera al final del día.
Canto, "deseo.... deseo...que un día...", mientras refriego los escalones que dan acceso al patio, a pesar de mi vida soy optimista, en unos meses sera mi cumpleaños numero dieciséis seré una mujer y podre abrir la carta que mi padre tan amablemente me dejo tras su muerte legada. "Deseo... Deseo...", canto asomada en el pozo recibiendo mi eco de vuelta como una voz que me acompaña en mis canturreos cuando una voz mas profunda me interrumpe asustándome de tal manera que trastabillo con el cubo y caigo al suelo con el trasero.
--- Por favor no me temas --- dice el extraño con brillante sonrisa
--- ¿Quien sois y cómo habéis entrado? --- exijo asustada e indignada
--- No me temáis, no os haré nada, soy Jack mi hermosa dama, soy el príncipe encantador por el que pedíais en vuestra melodía
--- Yo no.... --- me aturde su brillante sonrisa y su galantería --- Marchaos, no podéis estar aquí
--- Vengo por vos y no me iré sin una respuesta
--- ¿Respuesta? ¿Cuál respuesta?
"Deseo.... deseo...", el joven comienza a cantar la misma melodía que entonaba yo segundos antes, ¿me desea a mi?, huyo, me escondo dentro del castillo y por el balcón que da al jardin del primer piso escucho atenta sus palabras verseadas prometiéndome amor y volver a mi, con la ayuda de una de mis amigas las palomas le hago saber de mis pensamientos encargándole al ave que bese su mejilla.
Han pasado los meses y ese extraño príncipe de un reino lejano ha vuelto cada vez que cantaba mis deseos al pozo, como si el agua recogiera mis penas y se las transmitiera allí donde él este para que venga a calmar mis ansias, en menos de unos días cumpliré los dieciséis años y seré libre de irme con mi príncipe encantador, eso me hace sonreír de felicidad y dicha ya que ni mi malvada madrastra no podrá impedirlo si así es mi deseo el irme o el quedarme.
La mañana de mi cumpleaños me permite salir a pasear al bosque ¡hacia tanto que no lo visitaba! me pongo mis mejores galas para visitarlo y mientras recojo flores silvestres para decorar mi alcoba converso con algunos pajarillos que se me cruzan por el camino, por el cantar agudo y el aleteo rápido de uno de ellos soy capaz de girarme a tiempo para ver al hombre que me acompañaba empuñar una daga contra mi. El tiempo se detiene, creo que estoy muerta pero sus sollozos me traen a la realidad, me destapo la cara que había cubierto con mis manos y veo al pobre hombre de rodillas ante mi suplicando mi perdón con la daga hundida en el barro del bosque: "¡¡Huid!! ¡¡No volváis!! ¡¡La reina os quiere muerta!!", me grita compungido y yo, asustada por sus palabras, hago lo que me dice y me adentro en el bosque.
Perdida, asustada y de noche todo me parece una tremenda pesadilla en la que parece que todo me ataca o me quiere comer hasta que cansada, llorando y muerta del susto llego a un claro donde un par de cervatillos me insisten para que los siga, al final de una hilera de finos arboles hay una pequeña cabaña de cazadores. Al entrar tengo que agacharme para no darme con el marco, parece una casa de muñecas en comparación con el castillo, pero una mugrienta y desordenada, silbando acuden a mi los animales del bosque mas cercanos que me ayudan a limpiar el lugar, que sin duda, parece habitado. Con la tarea de limpiar cumplida caigo rendida en una de las camas, el susto al despertar es enorme al ver sus siete rostros frente a mi, los recuerdo, son los bandidos que atacaron a mi padre en el bosque, con miedo les pido clemencia, les cuento mi historia y tras un breve relato de los acontecimientos me dejan quedar.