En un viejo castillo, desvencijado y maltrecho con los techos abiertos y los pocos que quedan enteros con algunas goteras y tejas que se levantan con el viento de las tormentas viven dos hermanos, uno joven e imprudente, deslenguado y astuto y otro mas pequeño, discreto, algo torpe y confiado, ambos al cargo de su tío el cual había heredado el trono de sus padres fallecidos en un viaje en barco a otro reino lejano. Ambos hermanos vivían en una vieja torre del castillo, en la norte, con las escaleras de acceso levantadas y rotas donde un mal paso te lleva al abismo de afilados cascotes en punta, con un techo de paja que solo cubría sus cabezas y miles de goteras, un camastro viejo que rechinaba al moverse con la simple respiración y un fuego a los pies de este que debían cuidar toda la noche si no querían morir congelados.
Ambos huérfanos se daban calor mientras a fuera y a mitad de su habitación caía una regia lluvia cuyos truenos hacían temblar la desvencijada torre, el mayor de ambos sostenía en sus manos un viejo libro que había robado de la biblioteca sin ser visto: "El reino perdido: gigantes y guerras", se llamaba el relato, lo leía cada noche y cuando podía cerrar los ojos soñaba con ese lugar lleno de prados verdes y abundancia, con gigantes alegres y comida, oro, riquezas y dicha, todo aquello que no tenían. Jack sabia que su tío desvalijaba las arcas del castillo como bien le viene en gana: sus comilonas, sus torneos con recompensas cuantiosas para el ganador, sus batidas de caza donde regresaba sin presa alguna, sus viajes a otros reinos y demás lujos estaban dejando al reino seco, tan seco que ya ni el agua que caía del cielo podía alegrar la vida del campesino al ver su huerto regado.
Todo en el reino era desazón y tristeza, hambre, enfermedades y pillaje, los robos abundaban en los caminos del reino y ningún viajante se atrevía a visitar dichos caminos a menos que el río, caprichoso en esta época de lluvias, se desbordara y bloqueara el camino principal obligando al viajero a coger el camino de bosque a través donde los ladrones esperan con ansias su botín, ya sea en oro, comida o placer. Jack cierra el libro cuando el sol despunta, a pesar del brillante astro en el cielo sigue lloviendo reciamente y las nubes se ven negras listas para oscurecer el día en el momento menos pensado y descargar toda su furia contra nosotros, con pesar despierta a su hermano y ambos se dirigen a sus quehaceres en el castillo puesto que, según su tío: "si queréis comer debéis ganaros la comida", y así les hace limpiar y trabajar.
Luego de un día lleno de sinsentidos de su tío un misterioso hombre llega al castillo, conocido de su tío sin duda, Jack recuerda haberlo visto, como es de costumbre su hermano friega los trastes en la cocina y él sirve el vino de la cena, mientras rellena la copa y despista algún que otro mendrugo de pan entre los pliegues de su túnica y chaleco escucha al visitante jactarse de que han organizado un torneo en la cuidad mas próxima y que el premio serán dos buenos sacos llenos de oro. En un principio Jack tiene la esperanza de poder acompañar a su primo en la justa y así poder traer esos sacos de oro para el reino que tanta falta le hacen pero su animo decae al punto de que su tío lo mata con dos simples frases: "iremos a ese torneo y ganaremos el oro, así podremos gastarlo en vino y buenas mujeres para celebrarlo", ambos hombres se reían y comían al mismo tiempo orgullosos de su idea.
El estruendo se escuchó en todo el castillo al este tener pocas paredes en las que sustentarse y pocos techos enteros en los que rebotar el sonido, Jack había lanzado una de las bandejas de comida al suelo con tanta rabia que la plata de esta se había mellado y abollado, su tío y el invitado lo miran con curiosidad el segundo y enfado el primero ¿cómo pueden ser tan despreciables? ni si quiera él, egoísta como es robando mendrugos de pan que no pensaba compartir mas que un par con su hermano, tendría tales ideas ante la situación del reino donde los niños mueren de hambre y hace que no nace uno lo mismo que el cielo esta gris y oscuro.
--- Sois despreciable, el pueblo se muere de hambre y vos no pensáis mas que en malgastarlo en vuestra panza --- reclama Jack
--- Calla ya niño insolente o te haré azotar --- le reclama su tío
--- Maldigo el día en que entrasteis a este castillo ¡miradlo! ¡se cae a pedazos! --- Jack golpea la pared haciendo que varios ladrillos se caigan haciendo un agujero en el muro --- ¡Y vos no hacéis nada mas que beber y comer como cerdo esperando su San Martin!
--- ¡Acabaste con mi paciencia! ¡Te sera dificil hablar luego del castigo!
Como por arte de magia su primo aparece a su lado y aprovechando su edad adulta y envergadura mayor dada por la edad golpea a Jack con tanta fuerza que la cabeza casi le da vueltas, una vez en el suelo varias patadas en sus costados y si no es porque su tío alza la voz y frena la golpiza una silla habría acabado destrozada en su lomo. Magullado, cabreado y dolorido Jack entra en la cocina donde su hermano aun esta fregando trastes que no parecen acabarse nunca golpeando una de las ollas y haciéndole un hueco en el lateral oxidado.
--- ¡Eh que eso luego me lo cobran a mi! --- se queja el pequeño
--- Esto va a acabar grillo, no voy a consentir que nuestro tío siga abusando de nosotros y del pueblo --- dice con los puños apretados
--- ¿Qué piensas hacer Jack? --- pregunta el pequeño con miedo viendo la determinación de su hermano en sus ojos --- Te vas a meter en líos, mejor no lo hagas
--- Lo haré, y volveré para patearle el trasero a nuestro tío
Con la determinación que dan a los jóvenes Jack se encaminó petate, libro y animo en mano hacia el bosque de las almas donde las leyendas del libro y los ancianos que quedaban en el reino contaban que vivía una vieja bruja con una planta mágica que ascendía al cielo y se le perdía la punta entre las nubes de donde de vez en cuando caían huevos de oro y comida del tamaño de una vaca. El bosque es espeso y oscuro, puede ver el reflejo de las almas que allí murieron en el agua del riachuelo que lo cruza, en el aire siente sus lamentos y en el frío de la noche su aliento, al final de un sendero marcado con miles de advertencias en carteles y calaveras de animales manchadas de sangre se encuentra la casa de la bruja, una vieja casa gris y deforme como si la hubieran apretado por el centro y estrujado hasta espigarla en la forma de un extraño reloj de arena.