Cuentos con propósito y a propósito

El gran abismo

Este cuento fue inspirado por la canción en la cornisa de Pablo Olivares

A aquel abismo, como era costumbre todos los días, una vez más Gastón se lanzaba como ya lo había hecho durante más de diez años todas las noches después de volver de trabajar, no tenía un horario, pero generalmente lo hacía en ese momento.

Cuando Gastón tenía aproximadamente 16 años vivió un evento paranormal y repentino, él junto a su papá tenían un vínculo especial, un día ambos fueron a la montaña. Como Gastón era un joven bastante curioso y le gustaba explorar todo sitio para conocerlo más a fondo, le pidió permiso a su papá, quien estaba afanado por encender una fogata, para que también lo dejara explorar un poco aquella montaña. Su papá le dijo que podía hacerlo, pero que lleve junto a él su celular y que no se aleje mucho, Gastón obviamente accedió y lleno de emoción se fue para dar una más de sus famosas expediciones; pero quizás esta no sería una más... no sería una común.

Gastón estuvo recorriendo el lugar por bastante tiempo sin encontrar algo fuera de lugar que se pueda encontrar en cualquier montaña común, es decir, rocas, árboles, el terreno que no era completamente plano, sino que tenía subidas y bajadas, pero como era de esperar, él tenía todo lo necesario para explorar, pues no era la primera vez que junto a su familia se adentraban a conocer nuevos lugares, aunque no solían ir demasiado lejos de donde vivían, pues solían decir que donde estaban habían lugares igual de interesantes que fuera de su país o ciudad porque no todo era conocido o explorado y que podían encontrarse con grandes misterios sin tener que gastar o invertir tanto tiempo y dinero.

Era la primera vez que habían ido a este lugar, por eso a Gastón le emocionaba tanto recorrerlo, pero ya después de haber caminado bastante no encontró nada realmente interesante. Su celular comenzó a sonar y él contestó de inmediato.

- ¿Dónde estás hijo?, por fin pude encender la dichosa fogata... -dijo su papá con aire de cansancio, pero también alivio.

- Iré en un momento, ya recorrí casi todo el lugar y... Malas noticias, nada que valga la pena realmente -dijo Gastón en tono decepcionado y un poco agitado.

- Está bien, cualquier cosa me llamas, no tardes mucho que empiezo a tener hambre. -afirmó su papá riendo levemente.

Colgaron la llamada y Gastón se dispuso a caminar hacia el lugar de donde había venido, a sus 16 años tenía un gran sentido de orientación debido justamente a los constantes "viajes" familiares que solía tener con su familia, aunque esta vez su hermana y mamá prefirieron quedarse en casa porque solían ver muchos tutoriales de masas horneadas y les gustaba poner a prueba todo lo que veían.

- Además, prefiero estar en casa y que sea día de chicas y ustedes tendrán su día de chicos -dijo su hermana cuando él y su papá trataban de convencerlas para que los acompañasen.

Gastón siguió caminando, pero esta vez notó algo que en el camino de ida no había visto; era un sendero que llevaba cerca a una especie de cueva pequeña, su instinto de seguridad le aconsejó que no fuera por allí, pero lo acalló su corazón aventurero. Decidió ir con precaución y con su celular en la mano y listo para llamar a su papá. No tenía mucho miedo, pues no era común ver animales salvajes en donde vivían incluso en lugares un poco alejados a donde estaban. El lugar, como es natural, estaba muy poco iluminado, por lo cual Gastón utilizo la linterna de su celular. La cueva era bastante pequeña y parecía vacía, si, fue interesante encontrarla por el frío que estaban pasando, ya que él le diría a su papá para que vayan después a aquel lugar que parecía perfecto para quedarse y refugiarse.

- Claro, después de comer - afirmó Gastón en su mente.

Se dispuso a salir del lugar, pues no tenía nada interesante, solo que antes de hacerlo quiso ver de cerca algunas piedras enormes de las cuales estaban formadas naturalmente las cuevas. Se acercó a una en particular que parecía mucho más hundida que sus compañeras que estaban a su lado. De repente, sintió cómo una fuerza o algo extraño parecía jalarle de la mano, luego del brazo y así de todo el cuerpo poco a poco. Su visión se hizo oscura como al momento de ver la extraña cueva antes de entrar y sintió como si el suelo hubiera desaparecido y repentinamente estuviera cayendo por un abismo. Estuvo así por horas, según él, todavía sostenía el celular en la mano e intentó llamar a su papá, pero no tenía señal, de hecho, no podía ni usar su celular en general, solamente podía ver la hora, lo cual hizo constantemente, pero el reloj no funcionaba o eso creía él, pero no había notado que en realidad desde que empezó a caer el tiempo se había detenido.

De un momento a otro sintió cómo el descenso era más lento y su cuerpo parecía reacomodarse, de repente, así como sintió que el suelo había desaparecido, éste reapareció, la oscuridad se fue y él se encontraba parado tocando aquella extraña roca, levantó la mano y volvió a tocarla, pero ya no ocurría nada. Fue extraño, ¿Habría sido todo producto de su imaginación? No entendía que acababa de pasarle, se fijo la hora en su celular y era exactamente la misma que cuando estaba cayendo por el abismo. Salió del lugar a toda prisa y quería contárselo todo a su papá y volver a aquel misterioso lugar. Al fin, pudo llegar a donde él estaba ya listo con el clásico pan con atún que solían comer en sus expediciones y con un fuego que le hizo estremecer totalmente el cuerpo que solo en ese momento pudo notar que estaba entumecido.

Se apresuró para sentarse en una piedra que su papá previamente había instalado y él lo recibió con un pan en la mano.

- Entonces, ¿No encontraste nada interesante? - le dijo su papá. No te desanimes, la mayoría de las montañas suelen ser así, pero la siguiente vez estaba pensando en que exploremos unos nevados un poco más lejos de lo que vinimos esta vez.

Gaston estaba distraído completamente, solamente pensaba una y otra vez en lo que le había pasado y cómo el tiempo no avanzaba en aquel extraño lugar y cómo toda esa situación lo hacía sentir, era como si estuviese desconectado de todo y de todos desde el momento en el que entro a esa cueva, no se dio cuenta, pero poco a poco fue cambiando todo lo que él era y representaba, muchas personas incluyendo su familia no podían reconocerlo, parecía como si ése lugar se hubiera llevado una pequeña parte de su ser y esto iba incrementando, pues Gastón iba a ese lugar todos los días después de clases, nunca le había contado nada a nadie, simplemente se sumergía en esta cueva y caía una y otra vez en aquel abismo que estaba poco a poco destruyéndolo de una manera silenciosa, pero a la vez letal; como si estuviera desangrándose poco a poco, no era una muerte dolorosa era lo que se conocía como "estar muerto en vida".




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