Nadie se atreve a pisar ese lugar. Todos lo saben, más no encuentras la diferencia entre esa aldea y la otra. Solo los aventureros se arriesgan, pero no vuelven. Hay veces que se escuchan los gritos ahogados de los comerciantes que no prestan atención a los rumores. «Escuchar te salva la vida» repite la vieja Nora. Siempre deambula cada noche, para deleitarse en el miedo con sus propios sentidos. Hay una señal, si que la hay. Cada noche revolotean los murciélagos, son tres. Los veo ir y venir. Les gusta pasear entre las dos aldeas. Pero, cuando solo va uno, me escondo en la casa. Yo sé lo que significa, y los gritos, me lo confirman.
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Editado: 19.01.2024