Se dice que en tiempos de angustia, las almas caen como desesperados por encontrar un ápice de claridad. ¿Acaso se puede seguir con normalidad cuando ya no se puede ver? Todos perdieron la vista con asombro. Sin duda, fue espectacular como nada. Vagaron de día y lloraron de noche. Buscaban quien les devolviera lo que les fue quitado. Algunos murmuraban en voces bajas y débiles que fue su culpa. Otros clamaban con odio y resentimiento por venganza. Que caiga la ira del cielo sobre aquel que trajo la oscuridad a sus vidas. Solo unos pocos gatearon por el suelo con la esperanza sumergida en aquella historia. Se oyó una voz, hace tiempo, que habló con seguridad. Afirmaba que el talismán de la verdad cayó al suelo, y quien lo encontrase podrá recuperar la normalidad que tanto anhela. Y aunque los días pasen desapercibidos, sin poder ver la luz del sol, los moribundos se echan a soltar su último aliento donde puedan. Las manos callosas, de tanto raspar la tierra, son las únicas que quedan. Convertidos en seres silenciosos, que no les afecta el frío de la noche, ni el abrasador calor del mediodía. Vagan como larvas, viven sin comer. Hasta encontrar su final o a su preciado talismán. ¿Quién hallará la verdad primero?
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Editado: 01.05.2025