Caminamos detrás de aquella figura alta. Era el único guía. Nana confiaba en esa gente. Yo podía sentir los latidos en cada parte de mi cuerpo. No sabía cómo apagar mis nervios. Recuerdo bien como las gotas de sudor se deslizaban por mi cabeza con cada paso que dábamos. Nana sabía que ella nos ayudaría. Mamá yacía en cama, a la espera de que alguien o algo le salvara la vida. Yo no entendía porque tanta gente moría, tumbados en la cama con la mirada oscura. No fui valiente para verle el rostro al guía, solo sé que vestía de negro y era demasiado alargado. «Ella es el oráculo» dijo mi Nana, con un extraño tono de voz. La miré, tenía una expresión exaltada, emocionada ante aquella criatura. Su asombro despertó mi curiosidad, haciéndome capaz de verla. Un rostro hermoso, con pestañas alargadas, ojos de luna: brillantes, sin pupila. Su cabello se deslizaba como agua sobre su lomo. Pero, sus patas de caballo, me hicieron recuperar el horror. Volví a darme cuenta donde estábamos. En un bosque oscuro, sin vida. Las ramas secas hacían miles de sonidos diferentes con cada ráfaga de viento.
—Mi señora. —Nana se arrodilló—. Discúlpeme si encuentra algún error, pero le suplico que vuelva a revisar nuestra cuenta.
«¿Cuenta? ¿De qué habla?» pensé. Desde ese momento no pude dejar de ver el rostro del oráculo. Que mantenía una dulce expresión, pero en mí desembocó un miedo que no me dejó moverme nunca más.
—Nos has fallado por uno —respondió—. Querida… —Se acercó para tocarle el mentón con suavidad—. Tú y tu pueblo han sacado mal las cuentas, pero… —Volteó su mirada—. Tu pequeño, es de fiel corazón. Si me lo entregas, ninguno de tu siguiente generación volverá a caer en cama.
—Por eso lo traje, mi señora. No hay joven más encantador que él.
—¿Abuela? —fue lo último que pregunté.
Y desde entonces, permanezco inmóvil en el horizonte de mi pueblo. Porque soy el nuevo vigilante del ocaso.
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Editado: 01.05.2025