Suspiro cansada. No sé por cuánto tiempo más tendré que repetir esto. Ya mis manos se mueven por sí solas, no tengo que poner cuidado. Otra vez, hundo el cuchillo con delicadeza bajo la primera capa de piel. Lo deslizo como tijera que corta la tela. Estiro el manto ensangrentado, lo importante es no perder ninguna escama. Pagan muy bien por ellas. No tengo la menor idea por qué tiene tanto valor. Los pequeños dragones dan vueltas perdidos en las orillas del pantano. Tampoco son difíciles de cazar, pues revolotean al ras del suelo como tontos, o perdidos. Supongo que son crías, no saben nada de la vida. En un par de ocasiones me topé con varios nidos, siempre los evito porque puede rondar la madre por ahí. Pero en el último, encontré algo llamativo: habían huevos de mi tamaño. Curioso. Podría decirse que coincide con algunos rasgos extraños que a veces encuentro en los cuerpos de las crías. Llegué a pensar que no hacían buena digestión, pero un dedo humano que sale de su cuerpo es algo que no concuerda. En fin, mientras sigan pagando por esto, lo seguiré haciendo. No me importa que suceda con estas bestias.
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Editado: 01.05.2025