Espero ansioso detrás de la puerta. Cuenta los segundos, los minutos, las horas y los días. No llega. El sol sigue incesante sobre la tierra, todo arde, todo se quema con cada segundo de luz. Pasos sobre hojas secas; un delirio por oler a tierra mojada. Busca, camina, detente y observa, nada se inquieta ante el chirriante calor que quema aun bajo la sombra.
Sigo esperando. Con los pies marchitos y los callos que cuentan más historias que yo. Tan seco, que ya no hay lágrimas que acompañen mis palabras. Delirios, susurros, ideas, cualquier cosa que salga de mi cabeza estará más que bien, siempre y cuando no deje de pensar, para no sucumbir al hueco negro que crece desde mis entrañas.
Vuelvo a esperar. La cuenta ya se ha perdido y no recuerdo si tengo algún sentido. Nada, no queda nada. Acorralado hasta el borde sin decisión o noción de lo que ahora tengo al alcance. Nada queda por hacer, no tengo nada más que esperar.
Despierto de nuevo, y me sigo encontrando con la realidad, esa que me obliga a esperar hasta que algo cambie.
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Editado: 01.05.2025